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Cuando publicar no es un acto inocente

El miércoles 10, en la primera jornada del ciclo Talando+Arboles organizado por la editorial Interzona, el debate estuvo a la altura de los invitados: el editor de Planeta Alberto Díaz y los escritores Alan Pauls y Fabián Casas. En cierto momento, la charla derivó hacia el tema de las editoriales independientes, y los tres protagonistas coincidieron en el rol fundamental que cumplen en la difusión de la literatura argentina contemporánea.

Tomas150
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El miércoles 10, en la primera jornada del ciclo Talando+Arboles organizado por la editorial Interzona, el debate estuvo a la altura de los invitados: el editor de Planeta Alberto Díaz y los escritores Alan Pauls y Fabián Casas. En cierto momento, la charla derivó hacia el tema de las editoriales independientes, y los tres protagonistas coincidieron en el rol fundamental que cumplen en la difusión de la literatura argentina contemporánea. “Me parece que lo que hace unos diez o quince años se vivía como una especie de catástrofe, la captura de las editoriales argentinas por las corporaciones editoriales españolas o planetarias, eso que fue vivido como una catástrofe, la pérdida de un capital histórico argentino, empezó a dar frutos en un sentido impensado, y es la proliferación de sellos que empezaron a funcionar con la misma lógica que hizo grandes a las editoriales argentinas en los años 40 o 50. Es decir, tratar de aprovechar aquellos intersticios que el mercado, el gran mercado, no explota o desdeña”, opinó Pauls. Casas estuvo de acuerdo: “Yo voy a buscar la literatura que me interesa a esas editoriales, que ocupan un lugar súper importante. Como lector, cuando entro a una librería, voy en busca de esos libros”. También Díaz, editor de larga trayectoria y responsable de sellos como Seix-Barral, Destino y Emecé: “Por suerte, con la caída de la convertibilidad (algunas editoriales son de un poco antes, pero surgen a partir del 2000), en medio de un colapso, aparece una veintena o treintena de muy buenas editoriales. Y no sólo en Buenos Aires, sino también en Rosario y Córdoba, que son dos centros urbanos donde también hay una importante red de librerías y de intelectuales”.
¿De quiénes hablan Casas, Pauls, Díaz? De Interzona, Adriana Hidalgo, El Cuenco de Plata, Mansalva, Entropía, Santiago Arcos, Bajo la Luna, Caja Negra, Eterna Cadencia y Paradiso, entre otros sellos que comenzaron a editar luego de la crisis de 2001 –aprovechando las ventajas comparativas del cambio– y que comparten al menos dos virtudes: redignificar la figura del editor literario, y poner en circulación tanto obras de autores noveles como clásicos olvidados. En este sentido, la editorial El Andariego, que comenzó a funcionar en 2005, forma parte de la segunda camada de editoriales independientes. El Andariego ha publicado a Elvio Gandolfo, Sergio Ramírez, el Diario de Angel Rama y un libro de ensayos de Héctor Libertella de los años 70, Nueva escritura en Latinoamérica. También acaba de distribuir la novela Piedras encantadas, del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa. Un policial breve, atrapante y vertiginoso, que lleva un comienzo inolvidable: “Guatemala, Centroamérica. El país más hermoso, la gente más fea. Guatemala. La pequeña república donde la pena de muerte no fue abolida nunca, donde el linchamiento ha sido la única manifestación perdurable de organización social”.
“Lo que planteamos es que el rol social del editor es político, que publicar no es un acto inocente, sino una intervención, y que lo llamamos político porque hacer cultura es hacer política”, explica Juan Ignacio Calcagno Quijano, su director. “En narrativa publicamos lo que nos gusta, aunque la idea es que el lector identifique un catálogo antes que un autor”, agrega. Y adelanta algunos libros imperdibles que editará en 2009. Entre ellos, En octubre no hay milagros, del peruano Oswaldo Reynoso, Borracho estaba pero me acuerdo, de Víctor Hugo Viscarra –una suerte de Enrique Symns boliviano–, y una selección de los mejores artículos de la revista literaria V de Vián.