COLUMNISTAS
LUCES Y SOMBRAS DE SIMEONE, EL AMANTE DEL TODO O NADA

Cuchillero

Si algo candoroso y naïf tiene el mundo del fútbol es esa capacidad inaudita de resolver, en semanas, conflictos que a la humanidad le ha llevado siglos, toneladas de papel escrito y generaciones enteras de apasionados refutadores.

|

“En el fútbol siempre se impone esa idea de supremacía. Pero en La Ilíada, la simpatía de Homero no está con los griegos sino con los troyanos, los vencidos. Fíjese; sin querer caemos en esa vulgaridad que parece obsesionar al mundo: ganar o perder a algo. ¿No podemos hablar de otros temas?”

Jorge Luis Borges (1899-1986)

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Si algo candoroso y naïf tiene el mundo del fútbol es esa capacidad inaudita de resolver, en semanas, conflictos que a la humanidad le ha llevado siglos, toneladas de papel escrito y generaciones enteras de apasionados refutadores.

Después de la larga, salvaje y estéril dialéctica entre menottistas y bilardistas –esa estrafalaria guerra entre racionalistas y empiristas llevada a la pelota–, la última discusión ideológica la aportó Ricardo La Volpe, con su línea de cinco en defensa, su discurso sin eufemismos y su apuesta más arriesgada: afirmar nietzscheneanamente “el enganche ha muerto”. Una mojada de oreja al establishment local liderado por el muy conservador Alfio Basile que, apoyado por San Julio de Viamonte, centraliza su sistema monoteísta en el axioma Riquelme Unico Dios. Al pobre La Volpe le fue mal. Tuvo que volverse a México casi eyectado por hereje, ajeno, perdedor.

La siguiente polémica la disparó el personaje más rico y complejo del momento, Diego Simeone, el joven técnico de River Plate, firme en su política “antes muerto que sencillo”. Su decisión de plantear un inédito 3-3-3-1 durante un par de partidos de verano provocó un sismo ideológico. ¿Debe el sistema prevalecer sobre los hombres?, se cuestionaron con angustia los pensadores más profundos del balompié. Una discusión filosófica esencial que, de pronto, alborotó al gallinero. Los amantes de la centralidad cognoscitiva del sujeto –el estilo Decartes, Kant, Husserl y otros técnicos– versus la estructura como centro epistemológico; Althusser, el posmodernismo, Derrida y la deconstrucción (enganches fragmentados en dinámicos volantes con desborde y mucha llegada). A la flauta.

No fue para tanto. El bueno de Ischia (que si en Boca intentara algo similar sería manteado como un adolescente por Ibarra, Palermo y San Román Desatanudos) trató de ganar amigos. Y dijo: “Los jugadores siempre están por encima de cualquier sistema”. Simeone ni se inmutó. Profundizó su línea y probó una línea de cuatro, dos volantes centrales y una ofensiva con tres medias puntas y un 9 de área. Le fue mejor, hasta Lima. Sin demostrar emoción, ni mucho interés; es decir, esforzándose por situarse más allá de la polémica, respondió: “Yo no me caso con ningún sistema”. Chau. Algunos creyeron, como Wittgenstein, haber solucionado todos los problemas filosóficos. Error.

No hay dialéctica con opciones falsas. Intentaré explicarlo mejor. Si el objetivo es tocar Las variaciones Goldberg de Bach, habrá que conseguir un virtuoso del piano, un Glenn Gould. Pero si lo que suena es un tema de Ricardo Arjona, la cosa se simplifica. Gould bien podría tocar (si no se muere otra vez, pero de risa) Señora de las cuatro décadas. Pero no lo veo a Arjona con las Goldberg.

Seré brutalmente sincero: el fútbol argentino está más cerca del Paz Martínez que de Martha Argerich. Y creo que Simeone, que nunca fue Zidane ni todavía es Capello, lo sabe mejor que nadie. Quiere hacer ruido y renovar el oxidado andamiaje local con su estrategia a la europea. Alguna vez declaró, antes de un partido definitorio de la Selección, que había que jugar “con el cuchillo entre los dientes”. No dijo “en la garganta”. Quiero decir, este muchacho no come vidrio. Se le nota.

Sus planteos son audaces pero están lejos de constituirse en revolución. Aquel Madrid de los galácticos jugaba así en 2003; con cuatro atrás, dos tapones, tres medias puntas (Figo, Raúl y Zidane) y Ronaldo, bien arriba. Incluso Sensini intenta, ahora, estrategias similares, en Estudiantes de Verón (ex La Plata).

Pragmático, seguramente convertirá ese 3-3-3-1 en un 4-3-3 para negociar un 4-4-2 elástico, si hace falta, metros más, metros menos. Entonces, ¿qué es lo diferente? Pues él mismo, su personalidad. Simeone, un pibe de barrio casado con una ex modelo y muy preocupado por vestirse a la moda, ha quedado estigmatizado con esa imagen fashion. Una pavada enorme, porque el tipo es bastante más que eso. Hizo un carrerón en Europa y la Selección y es ídolo en el Atlético Madrid, donde seguramente continuará su carrera de entrenador cuando termine su etapa argentina. Es audaz y sabe manejarse con el poder; es amable, pero impone una sutil e incómoda distancia. Eso irrita a ciertos periodistas. Si le va mal, se lo harán pagar. Quizá lo salve su Voluntad, esa fuerza.

“¡Mirá vos dónde llegamos, Cholito!”, le dijo un inocente y eufórico Ischia antes del abrazo en el primer Boca-River, recordando el último enfrentamiento como técnicos: uno en Central, el otro en Estudiantes. No hubo saludo en la revancha.

¿Soberbia? No exactamente. Creo que a Simeone –como a Nietzsche–, lo enfurece la moral de esclavo, esa debilidad del asombro. Quizá sienta que su verdadero tiempo recién está por comenzar.

Tan dionisíaco en su culto al cuerpo, o tan romántico –volvió sólo para darse un gusto de hincha, jugar en Racing–; feroz y mordedor como en la cancha, sistémico o individualista según le convenga, Simeone apuesta a todo o nada, sin pudores.

Lo hace, aun sabiendo que las reglas de estos tiempos no suelen tener piedad con los que abandonan, ni siquiera por un instante, el ambiguo y luminoso carro de los quesiempre ganan.