COLUMNISTAS

Daniel y Axel

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No es la primera vez que PERFIL revela el reservado coqueteo –político, se entiende– entre Scioli y Kicillof. Días atrás, decidieron blanquear esta suerte de romance, que incluyó una producción fotográfica que tomó desprevenidos a incautos, desinformados y necios. Hoy se suma una perla más a esa relación, que parece tener más contras que pros.

¿Qué gana y qué arriesga cada uno con una movida que, como todo, puede prosperar o desbarrancarse al tiempo?
El gobernador consolida su imagen dialoguista, conciliadora e inclusiva con todos los sectores, aun los más críticos. Recibir el respaldo del ministro mimado y con más poder de la Presidenta le permite avanzar un casillero en su carrera por ser “el elegido”, más desde que La Cámpora y Kirchner Jr. anunciaron que no hay herederos de Ella. Un aliado clave en la gestión de fin de ciclo le abre, además, cierta tranquilidad a su necesidad de apoyo financiero nacional para su gestión provincial.

Pone en peligro Scioli ciertos equilibrios internos. Uno de sus escuderos, Santiago Montoya, es duro con la inflación (como queda claro en la entrevista de Magdalena de esta edición). Y sus dos referentes económicos, Mario Blejer y Miguel Bein, si bien no están en las antípodas de Kicillof, son severos con la mayoría de sus medidas. La lista de sciolistas quejosos es frondosa.

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Pero el mayor riesgo del presidenciable es la opinión pública. Aunque el ultrakirchnerismo pueda digerir mejor su candidatura con este acercamiento, gran parte del electorado argentino que dice aspirar a señales de cambio podría verlo como más de lo mismo.

Kicillof tiene menos que perder. Su peso e influencia lucen con fecha de vencimiento. Y el calendario ofrece un panorama cercano a un vía crucis. Para él, acercarse al candidato oficialista con más chances de ganar sólo puede sumar. Salvo que algún malpensado crea que ésta es otra estrategia K para sacar a Scioli definitivamente de un eventual ballottage y se siga alimentando el sueño de volver al gobierno en 2019.