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Danza macabra

El arte, como el mundo, es el lienzo que habitamos en forma de selfie.

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El arte, como el mundo, es el lienzo que habitamos en forma de selfie. El Dasein es ser-ahí con la foto, pensé mientras iluminaba con la linterna del teléfono a una chica levantándose la pollera sobre una tumba espejada (cénit de su bombacha) mientras otra sacaba la foto (selfie à trois). Anoche, en la fiesta de inauguración de ArtBasel Cities, un cementerio imaginario emergió en los bosques frente al Planetario. En una obra colaborativa especial para la ocasión, los artistas argentinos habían contribuido, cada uno, con su tumbita, y los invitados a la noche del jueves, de negro estricto, se mezclaban con las lápidas en lo oscuro. Los muertos incluían algunos Trumps, un Kim Jong-un, Europa (muerta en 1965), y también los sepulcros donde los artistas imaginaban sus propias muertes: Marta Minujín (neón, como toda ella), y Luna Paiva, con un telón de bronce y una roca grafiteada con la leyenda “Sin esperanza, sin temor” (una cita de Caravaggio), fechado esa noche. Más allá, chicas en corpiño bailaban fantasmas musicales de los noventa.

En el tardomedioevo de internet, las discusiones sobre la vida eterna regresan con la seriedad de las religiones actuales, la ciencia y la tecnología. Hace un mes, volví de pasar unos años en San Francisco, donde pude ver en acción una moda nueva: los death cafés.  Son eventos itinerantes que han viajado del under a espacios como el American Music Theater, un hermoso teatro que finge existir desde siempre, como todo en la capital de Silicon Valley. Bandas musicales, poesía cantada y, de pronto, el poeta pide que todos nombren a los muertos que desean de vuelta. “¡Tony! ¡Lisa!”, empezaron a corear, y luego entraron en trance, repitiendo We’re all gonna die!, con el ímpetu de porristas confiadas en que Boca va a salir campeón.

¿Y esa danza macabra? Pura lucha de clases, me explicó una abogada de software. Pobres y ricos: o una manera de decir que unos mueren y otros no. La técnica de la vida eterna será dominada por el Homo sapiens en forma inminente: para algunos, la inmortalidad ya es un hecho. Nosotros les decimos, no sos mejor que yo: todos vamos a morir, vos también, Elon Musk.

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Por una semana, ArtBasel Cities despliega arte por toda la ciudad bajo la inspiración de Rayuela, la novela flâneur porteña. Las obras pueden ser desconcertantes, pero es bueno acercarse sin esperanza y sin temor: como una manera de vivir. O como reza una lápida de Maurizio Cattelan: “Puedo ver mejor cuando finjo estar muerto”.