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plebiscito en la matanza

De Elon Musk a José De Mendiguren

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Empresarios. El CEO de Tesla y SpaceX, y el ex dueño de la quebrada Coniglio. | CEDOC PERFIL
Elon Musk hoy es por mística algo así como el sucesor de Steve Jobs en Silicon Valley, la región de los emprendedores tecnológicos en California, Estados Unidos. Esta semana le aprobaron empezar a construir el Hyperloop, un medio de transporte subterráneo con el que planea, por ejemplo, unir Nueva York con Washington en 29 minutos. Su desafío, dice, es bajar el costo a la tecnología para hacer los túneles de lo que aspira sea una solución que descongestione las ciudades. Este es su último proyecto, pero además ya tiene en marcha la fabricación del Model 3, el primer vehículo eléctrico que espera vender masivamente, y en paralelo avanza con las pruebas de cohetes para llevar en un par de años civiles a Marte, donde su objetivo es levantar una ciudad de un millón de habitantes antes de morirse. Dijo en una charla TED en abril que si no encara esos proyectos la vida le parece triste.

José Ignacio De Mendiguren es, sin dudas, el prototipo de empresario argentino textil, eterno interlocutor del Estado. Fue ministro de Producción con el gobierno de Eduardo Duhalde y hoy es diputado por el Frente Renovador de Sergio Massa. Además de inventar la alpargata con suela de goma, como explica en su página web, “el Vasco” se considera un dirigente de la “militancia industrial”. Siempre subraya la necesidad de proteger la producción local de la importación y remarca que hay que mejorar la competitividad con baja de impuestos y moviendo el precio del dólar. “Hoy tenemos el trípode de la muerte: dólar bajo, inflación alta y suba de tasas”, suele decir del gobierno de Cambiemos.

Las historias de Musk y De Mendiguren corren en extremo por separado salvo por una cuestión: el presidente Mauricio Macri y los miembros de su equipo piensan, hablan y actúan soñando con un país de émulos del CEO de Tesla, SpaceX y The Boring Company, pero enfrente tienen cientos dueños de empresas y miles de empleados que viven y se mueven hace décadas según la escala de prioridades del ex dueño de la quebrada marca de ropa para chicos Coniglio.

Con ese trasfondo, tal vez la elección de octubre sea un plebiscito pero no sólo sobre una administración que lleva dos años, sino sobre la decisión de cambiar o no una matriz de producción de —por resumir— protegida a competitiva. Y la final del mundo se juega en La Matanza, el distrito bonaerense que por población podría ser la quinta provincia del país, y donde hasta 2015 se producían seis de cada diez calzados del mercado local, con un entramado fuerte también de pymes textiles y metalmecánicas: tres de los sectores más golpeados desde diciembre de 2015 y con todos los números para estar en la lista de “reconvertibles”.

Es allí donde la ex presidenta y principal opositora Cristina Kirchner tiene los mayores niveles de adhesión popular, que pueden atribuirse a razones emocionales o de raigambre peronista, pero que sin dudas se explican también porque allí está el costo social del cambio de modelo. Y es allí donde al oficialismo se le hace más difícil llegar con un mensaje económico, como mostró esta semana el precandidato Esteban Bullrich y su propuesta entrepreneur para los matanceros.

En los comicios de 2015 nada de esto había sido explicitado como para que estuviera en la cabeza de los votantes. Ahora sí. Y cada vez más.