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De Herminio a Néstor

El sabio dedo de Néstor Kirchner señaló el camino que lo llevará con rapidez y sin turbulencias hacia su consagración como presidente de un Partido Justicialista a su imagen y semejanza. Ayer dio el paso más importante mediante la refundación mítica del PJ de Buenos Aires, con perdón de Jorge Luis Borges.

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El sabio dedo de Néstor Kirchner señaló el camino que lo llevará con rapidez y sin turbulencias hacia su consagración como presidente de un Partido Justicialista a su imagen y semejanza. Ayer dio el paso más importante mediante la refundación mítica del PJ de Buenos Aires, con perdón de Jorge Luis Borges. Su obsesión por el control absoluto y al detalle llevó a Kirchner a bendecir personalmente hasta al último de los 246 delegados que le aseguran el respaldo de un congreso nacional disciplinado. El encargado de recibir las propuestas de todos los sectores fue Juan Carlos Mazzón, tal vez el máximo experto en roscas y negociaciones en las sombras que haya parido esta democracia después del radical Enrique Nosiglia. La ventaja de Mazzón, conocido como “el Chueco”, es que operó con idéntica eficacia y lealtad tanto con Carlos Menem como con Eduardo Duhalde y Kirchner, mientras que “el Coti” sólo utilizó su arte durante el gobierno de Raúl Alfonsín.
Es evidente que los tiempos, los escenarios y los hombres del peronismo han cambiado. Me tocó ser cronista de los legendarios congresos del PJ bonaerense en que reinaban Herminio Iglesias y Norberto Imbelloni. Eran congresos tumultuosos que se resolvían generalmente de madrugada bajo el tinglado de alguna cancha de básquet de Lanús, en medio del humo de los chori con apretadas y corajeadas de último momento. La guapeza personal era un valor y la patoteada florecía entre las barras. Eran escenarios donde Borges, otra vez con las disculpas del caso por mezclarlo con los incorregibles peronistas, hubiera instalado un Jacinto Chiclana por aquello de “una esquina y un cuchillo” o porque hoy “los años no dejan ver el entrevero y el brillo”. Merece integrarse al altar del bizarrismo kafkiano aquel momento terrible donde los bombos furiosos llamaban al combate a cadenazos y tiros y no permitían anunciar la lista que debaja afuera a un caudillo de fuste. El Beto Imbelloni, otrora Caballero Rojo de la troupe de Titanes en el ring tomó el micrófono y en un grito pidió: “Por favor, un cuarto intermedio para los bombos”.
Hoy, Kirchner es el comandante de la columna Puerto Madero de la agrupación Dique 2, desde la cual, entre plasmas y minimalismo, se envían los mails con las listas que él mismo ordena con todo su poder y arbitrariedad.
Los nuevos tiempos, que llaman a la integración y a meter a todos en la bolsa, tienen como único filtro el pulgar y el humor de Néstor Kirchner. Algunos se plantan, como dirían los muchachos de Herminio, y consiguen otra lógica. Alberto Balestrini, por ejemplo, dijo: “En La Matanza mando yo y no habrá ninguna colectora”. Y amenazó con renunciar a ser vice de Scioli. Y así fue. Hubo tarjeta roja para el piquetero Jorge Ceballos. Sergio Villordo, heredero de Aníbal Fernández en Quilmes, aflojó y en consecuencia fue derrotado por Francisco “el Barba” Gutiérrez.
De la misma manera, sin reglas de juego parejas para todos, se estructuró una lista que no dejó a casi nadie afuera. Sólo al matrimonio Duhalde, tal vez. Y a los escasos fieles menemistas o seguidores de Rodríguez Saá que quedan en el distrito. “Los funestos”, como les llama Jose María Díaz Bancalari en referencia a Potrero de los Funes, el lugar donde se amontonaron.
En el orden de la lista sí hubo mensajes políticos. Scioli y Balestrini arriba, para respetar la tradición y la “institucionalidad” de los que tienen los máximos cargos en la conducción del Estado provincial; y algunos castigados, como Felipe Solá, que anda perdido por el barrio justicialista preguntando a los vecinos: “¿Por qué Kirchner me ningunea tanto?”. No entiende tanto maltrato quien, hasta hace 80 días, era el gobernador de una provincia bastante ordenada, el bonaerense de mayor imagen positiva e intención de voto y alguien que tuvo la lealtad/boludez (el término es suyo) de haberse bajado de su posible reelección después del Roviragate en Misiones. Está claro que Kirchner, como Herminio, respeta a los más pesados, como Balestrini o Hugo Moyano, por ejemplo, y se trepa a las espaldas de los que agachan la cabeza, como Villordo o Solá.
Hay un hilo dental de subjetividad que diferencia la disciplina partidaria del verticalismo. O la actitud de soldado de un proyecto, de la falta de iniciativa o el pensamiento propio. Si lo sabrá Roberto Lavagna, que se fue, volvió y tal vez en el futuro vuelva a irse del lado de Kirchner si no se verifica en la práctica el acuerdo de permitir la disidencia dentro del partido. El ex ministro de Economía y candidato a presidente dijo esta semana lo mismo que durante la campaña respecto de la forma de resolver el drama del INDEC: “Hay que sacar a todos los políticos y reponer al personal técnico”, una elegante forma de pegarle en la frente a Guillermo Moreno. ¿Qué pasa si ahora, por haber dicho eso, lo vuelven a maltratar?, fue la pregunta de PERFIL. “Si me critican no hay problemas, es parte del juego y el debate democrático. Pero si me persiguen o quieren sancionarme por decir eso, significará que el acuerdo fracasó. Esta es una apuesta muy fuerte y no hay garantías de nada. Nadie sabe si va a durar mucho tiempo o no. Cuando me hice cargo del Ministerio, podría haber durado 72 horas. Les dije a los bancos que si no abrían sus puertas el lunes los íbamos a nacionalizar. Eso salió bien. Pero no había garantía de éxito, igual que ahora. Son riesgos que vale la pena correr.”
Como parte del acuerdo ingresaron Eduardo Camaño, Jorge Sarghini, Carlos Brown, Marina Cassese, Alejandro Rodríguez, Gerardo Otero y otros. No quedaron muy conformes que digamos. Pretendían el 18% de los cargos, porque ese porcentaje sacaron en las elecciones nacionales. Pero tampoco les daba el cuero para ponerse demasiado duros. Había que sumar a Emilio Pérsico y su Movimiento Evita, a los muchachos de Moyano y hasta a los más gordos barrionuevistas.
En el planeta K entran todos… los que K quiera. Hasta Ramón Puerta tiene su apellido abierto, pese a que todavía se pregunta si no le convendrá más quedarse al lado de su amigo Mauricio Macri. Es la historia de un peronismo esponja, movimientista, que chupa todo lo que tiene cerca y lo transforma en política y en pragmatismo feroz, con toda la carga de arbitrariedad implacable que suelen aportar los jefes indiscutibles que saben mandar. Eso seduce a todas las tribus que adoran a Perón. Del chori de Lanús a los plasmas de Puerto Madero. De Herminio a Néstor.