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De la política al panfleto

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El catalán Pere Portabella es un cineasta muy especial. Longevo, cinéfilo, millonario, comunista, su existencia se mantuvo en secreto para el público argentino hasta que el Bafici hizo una retrospectiva de su obra en 2006. Esta incluyó uno de los grandes filmes políticos de todos los tiempos, Informe general sobre unas cuestiones de interés para una proyección pública (1977), filmado en ocasión de las primeras elecciones generales de la transición española. La posición del director no es neutral: el film ignora a la derecha y se ocupa sólo de las fuerzas de izquierda, desde los anarquistas hasta los socialistas, pero su gran protagonista es Santiago Carrillo, el líder del PCE. Portabella demostró allí que se puede hacer política y hacer cine al mismo tiempo gracias a su prodigiosa elegancia como realizador y a la apertura para captar un momento político único en la historia europea. Curiosamente, la película no se estrenó en España y quedó en los archivos como una proeza oculta que registró la frescura e intensidad de esos años sin que el público pudiera apreciarla en la pantalla.
  Casi cuarenta años más tarde, Portabella filma la segunda parte de aquella película mítica: Informe general II. El nuevo rapto de Europa, que se acaba de proyectar en el Bafici. En este caso, el campo propio no es ya la izquierda en un sentido amplio, sino los movimientos y agrupaciones nucleados en torno a Podemos, es decir a la idea de que la transición y la democracia posfranquista fueron un fracaso y es necesario reemplazarlas por una “democracia avanzada”, vaguedad que se vuelve más precisa cuando quienes la proclaman exhiben sus simpatías con los populismos latinoamericanos y con los métodos estalinistas. Es decir, un retroceso de la izquierda española a sus dogmatismos previos al 77, con la excusa de que ésta es la exigencia de los tiempos del calentamiento global y la crisis del capitalismo. Esta vieja música y cierta rigidez que sustituye el dinamismo de la política por la monserga de la ideología impregnan el Informe II, en el que no faltan pasajes cercanos al ridículo, como el de los especialistas internacionales que discuten si hay que destruir los museos total o parcialmente o aquel en que el nerd Iñigo Errejón preside una reunión de campaña como si fuera un congreso de estudios gramscianos. Lo peor llega al final, con unos científicos que debaten sobre el cambio climático hasta que uno de ellos, con sobreactuada inocencia, sugiere que hay que votar a Podemos para revertirlo. Estas imágenes preceden a las de una multitud alborozada con la perspectiva de que Pablo Iglesias dirija los destinos de España.
  Lo divertido del asunto es que Portabella sigue siendo un director de una suprema elegancia (la elegancia para filmar ha sido tal vez la gran constante de este Bafici), al que le gustan los movimientos de cámara sofisticados, los lugares amplios, las paredes blancas, las decoraciones despojadas, los muebles de calidad; y tanta finura al servicio de este panfleto lo convierte en una caricatura de lo que alguien llamó “la izquierda pija”, en la acepción española de la palabra. En cuanto a la acepción local, muchos coinciden en que estuvo representada por una película argentina llamada La noche, que dirigió e interpretó Edgardo Castro.