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De la presión interna a la ejecución presidencial

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En la mesa chica política del Gobierno había el jueves al mediodía una sensación dual. Por un lado, se notaba una satisfacción mesurada por la media sanción en Diputados de la legalización del aborto: “Es todo ganancia para nosotros”, evaluaba una alta fuente oficialista. Pero la alegría trastocaba en preocupación ante un dólar que ya atravesaba los 28 pesos.
La alarma dio paso a que se multiplicaran los rumores de alejamiento del entonces presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger. Varios funcionarios se sumaban a la fila para reclamar su alejamiento, con el argumento de que la política monetaria errática del BCRA era la principal responsable de que, aun con el acuerdo récord con el FMI, el dólar no se calmaba.
Las presiones sobre el ahora ex titular del Central quedaron expuestas el 28 de diciembre, con la ya famosa conferencia de prensa donde el Gobierno cambió sus metas 2018. Las turbulencias de abril-mayo volvieron a exponer a Sturzenegger, que recuperó oxígeno ante la caída de esa política de Jefatura de Gabinete y con el reclamo del Fondo de dotar de mayor autonomía al Central.
Sturzenegger se creyó más blindado, al punto de que el viernes 8 volvió a patinar en una serie de reuniones reservadas, en las que afirmó convencido que con el acuerdo con el FMI y tasas al 40% el dólar flotaría en torno a 25 pesos. Desde el lunes, la realidad volvió a desmentirlo y se multiplicaron las crecientes presiones internas dentro del Gobierno para su salida.
María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta, Marcos Peña, Luis Caputo, Nicolás Dujovne y Rogelio Frigerio ya no sabían cómo hacerle entender al Presidente que tenía que obligar a Sturzenegger a dar un paso al costado, ya que la proclamada autonomía del Banco Central, aunque ficticia, impedía su despido liso y llano. Macri era el único sostén del funcionario, al que escuchaba como a pocos desde que en 2007 lo repatrió de Harvard para sumarlo al Banco Ciudad. Los argumentos y las explicaciones del economista empezaron a dejar de ser creíbles para el jefe de Estado desde el cambio de metas de diciembre y, sobre todo, de la crisis desatada en abril.
“Hace un mes era imposible decirle a Mauricio que había que pedirle la renuncia a Federico. Hoy al menos escucha”, reveló a PERFIL anteayer al mediodía una fuente con habitual acceso directo al Presidente. Horas después, en Olivos, se concretaba la eyección más deseada en el corazón del poder oficial. Y el interlocutor de la calificada fuente se quedaba sin su ansiada bomba periodística para el fin de semana.