COLUMNISTAS

¿De qué lado estás?

Alberto es el preferido de Cristina. Julio es el preferido de Néstor. Alberto es más diplomático y prolijo en las formas, tiene el máximo nivel de exposición, fogonea la mejor relación posible con los Estados Unidos y le amarga la vida tener que negociar con los sindicalistas más pesados y los intendentes bonaerenses más salvajes.

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Alberto es el preferido de Cristina. Julio es el preferido de Néstor.
Alberto es más diplomático y prolijo en las formas, tiene el máximo nivel de exposición, fogonea la mejor relación posible con los Estados Unidos y le amarga la vida tener que negociar con los sindicalistas más pesados y los intendentes bonaerenses más salvajes. Julio es más pragmático y descarnado en el trato, tiene exposición mínima, fogonea la relación con Venezuela, y los muchachos de Moyano y los ex duhaldistas del Conurbano lo consideran propia tropa.
Alberto tiene dificultades con el peronismo de su distrito pero crece cuando se trata de sumar dirigentes de otros partidos como los socialistas K, los radicales K y los progres K. Salvo, claro, cuando chocó de frente contra el “borocotazo”. Julio exhibe su rusticidad en las pocas charlas públicas en las que participa pero nada como pez en las turbulentas aguas de los hechos malditos del kirchnerismo burgués: piqueteros, subsidios y caciques territoriales que rechazan la transversalidad y la concertación y aman las estructuras herrumbradas del PJ.
Alberto es porteño. Julio es pingüino, aunque no sea “nacido y criado” (nyc) en Santa Cruz. Ambos son las cabezas visibles de las dos alas que utilizan los Kirchner para gobernar. Alberto juega de bueno. Julio juega de malo.
Pero nada es blanco o negro. No hay ángeles de un lado y demonios del otro. Son apenas roles. Ambos manejan fortunas a sola firma y son soldados incondicionales del matrimonio con más patrimonio de la política argentina. Antes, el árbitro de esas dos posiciones era Néstor presidente. Ahora, a Cristina presidenta le cuesta mucho encontrar ese lugar.
Muchas decisiones del Gobierno se demoran o empatan en la competencia no siempre leal entre estas “dos fuerzas”. El piloto automático actual responde entre otras razones a ésta. A Cristina le cuesta mucho imponer su agenda y todavía no delineó con claridad su estilo.
No se puede exagerar pensando que esta rivalidad entre porteños y pingüinos se asemeja a aquella que enfrentó a los celestes con los rojos punzó durante el menemismo. La brecha es más chica, la pelea interna es mucho menos feroz y sólo por momentos sirve para que el periodismo acceda a alguna información negativa de un lado aportada por el otro. Ni el porteño Alberto es un celeste unitario como José Luis Manzano ni el pingüino Julio es rojo punzó federal como Alberto Kohan. Pero hay formas de relacionarse con el líder que los vinculan a aquellos en el análisis.
“Hablen con Alberto” o “hablen con Julio” significaron dos caminos distintos en la boca de Néstor Kirchner. Hoy, los empresarios y dirigentes que han frecuentado a Cristina dicen que ella sólo dice: “Hablen con Alberto”. Con Julio habla Néstor. Por eso Alberto tuvo una cuota mayor de poder a la hora de armar el gabinete. Por eso Julio recién fue confirmado a último momento. De todos modos, hay dos ministerios que Kirchner no resigna ni ante su esposa: la caja de Julio y la política social de la hermana Alicia. El resto del gabinete es casi formal. Puro protocolo liviano, sanata que aburre a Kirchner, casi una jactancia de intelectuales donde Cristina se siente más cómoda.
Cristina transmite la sensación de estar jugando a media máquina. Trabaja casi a reglamento. Varios sucesos sacaron a la superficie este enfrentamiento intestino que demora la iniciativa política y la aparición de Cristina en toda su dimensión:

La reconciliación con EE.UU. Alberto siente que debe arreglar lo que Julio rompe. Ya debió apagar los incendios del Caso Skanska, cuya mecha había sido encendida en territorio de Julio. Responsabiliza del terremoto del Valijagate a Claudio Uberti, el más bolivariano de los devidistas. Fue Alberto, a pedido de Cristina, quien tuvo que remontar la cuesta y poner la cara ante el embajador Wayne.

La recuperación del Banco Nación. Julio siempre le pasó la factura a Alberto por la bolsita feliz de Felisa. Por eso perdió esa posición que fue ocupada transitoriamente por una pingüina como Gabriela Ciganotto que será recordada por su implacable ineficacia. Mercedes Marcó del Pont es un símbolo del regreso triunfante del albertismo. “Es una querida amiga”, dijo el jefe de Gabinete al bendecir su asunción. Estuvieron Carlos Tomada, Lino Barañao y Florencio Randazzo. Ambito Financiero interpretó: “El evento se pareció a un acto de campaña del jefe de Gabinete, ratificando que él tiene poder sobre varias áreas claves del Gobierno. ‘Tanto entusiasmo me parece que se lo dedican a Julio De Vido’, dijo con ironía un empresario conocedor de las internas palaciegas”.

La vuelta del pejotismo. El PJ siempre resultó un territorio hostil para Alberto. A sus compañeros transversales no les gusta para nada la idea: prefieren que Kirchner presida el Frente para la Victoria; les aterra tener que convivir con los “feos, sucios y malos”, como diría Aníbal Fernández parafraseando a Ettore Scola. Como contracara, es tan grande la deuda que varios intendentes tienen con Julio, que llegaron insólitamente a proponerlo como presidente del PJ bonaerense. La idea no prosperó porque significaba demasiada injerencia en los asuntos internos de la provincia el que, primero Cristina y Scioli y ahora De Vido se metieran en el territori,o que supo alambrar Eduardo Duhalde.

Los Moyano Boy’s. Se sienten más expresados por Julio que por cualquier otro. Igual que muchos empresarios que no hacen de la transparencia una religión, dicen que Alberto “es muy vueltero” y que Julio “va a los bifes”. Resuelve. Cumple. Tiene códigos. ¿Se entiende?

El tren bala. Martín Lousteau tiene 50 días de plazo para estampar su firma y su corresponsabilidad en el polémico proyecto del súper tren Buenos Aires-Córdoba. Ahora, el banco Sociéeté Générale que iba a soportar la operación se está cayendo a pedazos. Además, el endeudamiento por 12 mil millones de pesos que los va a obligar a emitir bonos por 15 años les quitan el sueño a los albertistas que temen terminar recorriendo los Tribunales por culpa de sus rivales y por una obra que, si se concreta, le va a dar leche política al próximo gobierno. ¿De Néstor Kirchner?

Como puede verse, hay nuevas preguntas en la cima del poder. ¿Estás con Alberto o con Julio? ¿Con Cristina o con Néstor? Matías Martin podría reflotar su dilema fundacional: ¿Y vos, de qué lado estás chabón?