COLUMNISTAS
UN PAIS EN SERIO

Del carpetazo al zapatófono

El cambio llegó: con promesas de campaña pero en el Congreso y debates con espías en TV. Sólo falta el Superagente 86.

Stiuso llamó al productor de Intratables para refutar las declaraciones de Moreno Ocampo.
| Captura de Video

La productora es un caos: hubo que hacer unos arreglos y está todo desordenado y lleno de polvo. Por suerte está Herminia, la señora que limpia.

—Tenés que hablar del discurso de Macri en el Congreso –me dice Carla, mi asesora de imagen–. Me sorprendió, creo que estuvo muy bien.

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Hablamos casi a los gritos, porque Herminia está pasando la aspiradora y hace mucho ruido.

—¿En serio te gustó?

—¡Por supuesto! Fue mejor que el de Scioli, que el de Massa, hasta que el de Del Caño. Promesas sólidas, acusaciones a sus rivales, firmeza sobre lo que hay que hacer… Te diría que fue el mejor discurso que escuché en esta campaña electoral.

—¡Pero Macri ya asumió! –me quejo.

—Bueno, no se puede estar en todos los detalles –dice Carla–. Eso sí, hay que reconocer que no hizo una buena lectura de…

—… ¿de la realidad? ¿De la coyuntura?

—No, del papel que le habían impreso con el discurso, para que leyera.

—Creo que la traductora para sordomudos leyó mejor que Macri.

—No subestimemos –dice Carla–. Después de todo, en esos papeles impresos, en esos textos en el Congreso está el mayor capital político del Presidente hoy.

—¿Te referís al discurso?

—No, a los cartelitos que le colgó la bancada kirchnerista –explica Carla–. ¿O no te das cuenta de que el kirchnerismo es hoy el mayor sostén que tiene Macri? No los une la política del Gobierno, sino el odio al Gobierno anterior.

—¿Y si Cristina va presa? –pregunto–. ¿Van a ir los de La Cámpora a colgarle cartelitos en la puerta de la cárcel?

—Seguramente –dice Carla–. Resistiendo con cartelitos. Primero Lula, después Cristina: de la Patria Grande a la Celda Grande.

—Hay que reconocer que al menos el kirchnerismo convocaba mucha gente –agrego–. En cambio ahora no se movilizó nadie al Congreso para defender al Presidente.

—Lógico: por un lado, la gente se fue pronto porque si se quedaba más de diez minutos temía que le aplicaran el protocolo antipiquetes. Y por otro, el clientelismo PRO es muy costoso. A la gente no la movilizás en micro por el chori y la coca: acá sólo se mueve en Audi por el solomillo sobre colchón de gírgolas y endibias, con tomates confitados, y malbec.

—¿O sea que eso de que te dan una alpargata antes y otra después no va más?

—¡Noooooo! –exclama Carla–. Acá te dan antes un zapato de Sarkany y otro después.

De repente nos interrumpe Herminia, que apagó la aspiradora por un momento y viene con un teléfono de línea inalámbrico en la mano.

—Señor, es para usté –me dice–. Le llama un tal señor Stiuso.

—¡¿Quién?! –pregunto azorado, a los gritos, como si la aspiradora aún siguiera prendida.

—Stiuso. Dice que tiene que hablar con usté. Que usté le conoce bien.

—¡Herminia, por favor, yo no conozco a ese señor! ¡Jamás lo vi en mi vida! Pregúntele qué quiere.
Herminia le habla al teléfono, escucha qué le dicen del otro lado y finalmente contesta:

—Dice el señor Stiuso que no se haga el tonto, que usté le conoce bien. Que en el 87 él le prestó una pila de revistas Playboy. Y que usté después se encerró en el baño. Que estuvo como dos horas ahí encerrado. Leyendo, dice. Que él lo filmó a usté leyendo, dice.

—¡Por favor, esto es una infamia! Yo jamás… eeeeehhh… además, ¿cómo iba a saber que ese señor era Stiuso?

—Dice que se acuerde sobre todo del especial de una tal Carolina Peleritti. Que usté iba con esa revista para todos lados, dice.

—Bueno, era una época en que yo estaba estudiando la intertextualidad de los discursos mediáticos y tenía que analizar en profundidad…

—¿Quiere que le pase con el señor Stiuso? El dice que le quiere hablar a usté –dice Herminia.

—¡No, por favor! Dígale al señor Stiuso que no voy a soportar amenazas de nadie.

—Dice el señor que no va a soportar amenazas de nadie –dice Herminia, al teléfono–. Ajá. Sí. Muy bien.

Dice el señor Stiuso de que si usté no deja de hablar pavadas, va a ir al programa de Marcelo Polino y va a contar todo lo que sabe sobre usté. Dice que tiene unas fotos de usté en crocs con medias, haciéndose el galán con una promotora de no sé qué…

—¡Basta! –me enojo–. Herminia, por favor, corte ya mismo el teléfono.
 

Herminia corta y vuelve a prender la aspiradora.

—No puede ser, ahora nos amenazan los servicios… –me quejo.

—Digamos que técnicamente no fue una amenaza –dice Carla, tratando de poner un poco de calma–.

Digamos que fue una advertencia, un llamado de atención.

—Sí, pero no es lo mismo un llamado de atención de Adolfo Pérez Esquivel o Juan Carr, que uno de Jaime Stiuso.

—Mirá el lado positivo del asunto: pensá en que estamos frente al nacimiento de una nueva estrella mediática. Después del motochorro y del gigoló, llega el espía. No son muchos los países que pueden tener entre sus personajes famosos a un espía…

—¡Qué fácil que es ser famoso en este país! –exclamo.

—No te creas –dice Carla–. A veces hay que recurrir a recursos extremos… como el amor.

—¡Los peronistas y las famosas!

—Por suerte los tres romances mediáticos recientes marchan bien.

—Los dos romances, querrás decir –corrijo.

—No, son tres romances –insiste Carla–: el de Juan Manuel Urtubey con Isabel Macedo, el de José Ottavis con Vicky Xipolitakis y el de Carlos Tevez con la brava de Boca.
Herminia vuelve a apagar la aspiradora y otra vez vuelve con el teléfono inalámbrico. No sé cómo hizo para escucharlo.

—De vuelta el señor Stiuso que quiere hablar con usté.

—Dígale que yo no hablo con delincuentes.

—Es que quiere que le dé usté unos consejos porque quiere trabajar como panelista de televisión. O bailar con Tinelli, dice. A él le da igual, dice.

Esas palabras me calman un poco: debo reconocer que Stiuso logró llamar mi atención.

—Está bien, Herminia, gracias. Decile que ahora no lo puedo atender, pero que si llama más tarde podemos conversar.

—¿Vos estás loco? –me grita Carla–. ¡Es el capo de la SIDE, es el tipo más temible de este país! ¿y vos lo vas a atender?

—Todos merecemos una nueva oportunidad, Carla –digo muy tranquilamente–. Las personas tienen derecho a cambiar. ¿O la gente no votó por el cambio? ¿O no ganó Cambiemos?

—Tenés razón, estamos frente a un cambio enorme –concluye Carla–: se terminó la era del carpetazo y empezó la era del zapatófono.