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BASILE Y LOS CODIGOS

Del lado de los jugadores

Lo que preocupa es esa carrera de los jugadores para celebrar con Gabriel Heinze. La demostración de un apoyo expresado en la propia cara de Basile, dejando petrificado en el aire el entusiasmo por el gol argentino. Los jugadores no suelen ser inocentes en estas dedicatorias.

Victorhugo150
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Lo que preocupa es esa carrera de los jugadores para celebrar con Gabriel Heinze. La demostración de un apoyo expresado en la propia cara de Basile, dejando petrificado en el aire el entusiasmo por el gol argentino. Los jugadores no suelen ser inocentes en estas dedicatorias. Saben cómo enviarle un mensaje a la enamorada, a los barras, a un dirigente que los ha provocado. Saben perfectamente lo que valía ese gesto. Y es lo que ahora debe recomponer el director técnico.

No importan demasiado estos resultados y alguna vez el equipo jugará como se espera, pero siempre y cuando el grupo y su relación con el conductor estén intactos. Basile demostró personalidad al excluirlo ante Paraguay y, luego, al dejarlo en el banco contra los peruanos. Pero también tuvo ese grado de crueldad que a veces los jugadores detestan porque sienten que pudo sucederle a cualquiera de ellos.

De Basile se conoce aquella actitud del ’93, cuando prescindió de jugadores que mutuamente se habían bancado. La relación parecía granítica entonces. Pero hubo un tajo que cortó la cabeza de varios antes de los partidos con Australia. Y aun sintiendo que se traicionaba, cortó grueso. Ahora, el episodio retorna con el malestar de Heinze.

Estos son demasiado buenos profesionales, siempre dieron todo por la Selección. El gesto de Basile en el Monumental, mucho más que aquello que se le critica por sus ademanes fuera de la cancha, fue demasiado categórico como para olvidarlo. Y los jugadores están ahí, corriendo para dejar helada en la noche de Lima la íntima alegría de Basile cuando se produce el gol que parecía de la victoria. Y unos minutos más tarde, cuando llegó el empate, el técnico mostró su fastidio, acaso más de lo debido, y quizá porque sus maneras estentóreas de lamentarse estaban afincadas en el suceso que promovió el gol albiceleste.

No da para tantas quejas la Selección. Por otra parte, Basile es así y no finge. No se puede esperar de él algo de lo que detesta: el tacticismo, la búsqueda de lo colectivo por encima de las individualidades. Hay cien técnicos que podrían hacerlo, pero Basile no miente cuando se pronuncia por una apuesta desenfadada a la calidad de los jugadores. Le dan a los mejores del mundo, los pone con el mejor criterio posible en la alineación titular y que vayan a hacer lo que saben. Es lo que se eligió y es tarde para embarcarse en otras aventuras.

El equipo solo, con Basile o pese a él, tendrá buenas respuestas. Contra Uruguay, contra Chile, eso vendrá solo. Y caerá luego en nuevos baches. Alternará entusiasmos desenfrenados de los seguidores de Basile, que los hay, y reproches que le lanzan a su manera de conducir y a ciertos aspectos de su persona, esos que se promocionan hasta con mala intención cuando los resultados no se dan.

Podrá decirse que así como piensa Basile –denme los mejores, los ordeno y les doy libertad–, no menos de cien mil personas en el país estarían en condiciones de dirigir la Selección. Usted, lector, recibe en el vestuario a Messi, Gago, Mascherano y compañia y sabe cómo armar el equipo. Como no hay tiempo para trabajar –algo no demasiado sustentable–, reparte las camisetas siguiendo el conocimiento general del futbolero. ¿Quién no concuerda con Basile en la formación del 80 o 90 por ciento del equipo? Sale solo. No menos de ocho jugadores son titulares indiscutidos. Lo dictan sus antecedentes, los clubes donde juegan, el prestigio que acumularon.

Lo que ahora se reclama es ese plus colectivo, ese movimiento que sería necesario en el ataque en vez de quedarse parados en su lugar luego de ofrecer el pase, todo lo que desencanta de la Seleección, pero ése es un tema que sólo será revertido por los jugadores. En eso cree Basile y a nadie debería sorprenderlo.

Lo que debe conseguir el técnico por encima de todo lo que se le pide y no puede conceder con su manera de pensar el fútbol es recomponer la alianza con sus megaestrellas. El abrazo a Heinze es la consecuencia de mil charlas en los cuartos de los hoteles, de los micros, de los pequeños grupos que se arman aquí y allá. Basile sabe que algún código se quebró. Y a un hombre que ha hecho famosa su personalidad los jugadores no van inocentemente a provocarlo, a mostrarle que lado están ellos. Del único posible. Del lado del jugador.