COLUMNISTAS

Delito puro y duro

Los casos de la mal llamada "justicia por mano propia" nos devuelven a la barbarie más primitiva y degradante del género humano.

Foto: DYN
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Ha llegado el momento de decir algo sobre este fenómeno truculento que parece estar instalándose en Argentina y al que se conoce como racha de linchamientos. Es cierto que se ha hablado mucho, pero tengo para mí que todavía es necesario decir algunas cosas. Quiero aportar palabras que ayuden a entender este fenómeno, y además quiero acercarles mi opinión sobre esta situación, realmente trágica y sobre todo extremadamente deprimente.

Este país dice enorgullecerse de vivir en un estado de derecho; nuestra sociedad presume sentir orgullo ser considerada como una comunidad que ha resuelto vivir en el marco de la democracia. Pero muy poco favor, antes bien, un enorme descrédito y una nula credibilidad, podemos atribuirle a este compromiso cívico del que nos ufanamos muchos argentinos, si la vida cotidiana nos depara jornada por jornada esta sucesión de hechos de barbarie que hemos terminado naturalizando, admitiendo que la vida es horrible y nada podemos hacer para modificarla.

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Me parece que es oportuno pronunciarse sobre el fenómeno de los linchamientos, mal llamados “justicia por mano propia”, desde dos perspectivas. Pero antes quiero advertir por qué hablo de una  “mal llamada justicia por mano propia”. Es una expresión oblicua, engañosa y peligrosa. Si es por mano propia, no es justicia. Éste es el punto principal. Los linchamientos, la ejecución perentoria y sumaria de personas encontradas en flagrante delito o de las que se sospecha que han cometido un delito, sin el proceso período natural de la justicia, es un asesinato instintivo, expresión de la barbarie más profunda.

Hay dos grandes familias de contenidos que quiero compartir con ustedes, a propósito de esta violencia siniestra patentizada en las golpizas salvajes y en la eliminación física de personas halladas robando. Tendemos en la Argentina, sobre todo desde hace once años, a pretender explicar todo lo que sucede atribuyéndolo al contexto exterior: condiciones sociales, políticas, ideológicas y culturales. El “afuera” aparece como la variante principal. ¿Cómo funciona la mentalidad del linchador, el individuo que trata de quitarle la vida al ladrón, no en defensa propia sino sencillamente como una medida punitiva? ¿Con qué valores se mueve?

El linchador dice, piensa o cree estar convencido de que el ejemplo debe venir de arriba y que, al no haber justicia necesaria y razonable, se ha visto obligado, lamentablemente, a proceder por mano propia. El linchador sostiene que destruye al atacante porque, de lo contrario, el delito quedaría impune. Pero el linchador también es producto de un mensaje siniestro que viene de afuera, mensaje demagógico por excelencia, según el cual la única manera de poder hacerle frente al delito es a través de la violencia personal. También es cierto que la espesa sopa de seudo “garantismo” que ha venido envenenando el razonamiento de los argentinos de cara al delito, ha contribuido en estos años a que muchas personas, incómodas con esa hipocresía, consideren que la única solución es matar al enemigo. Son atenuantes, en definitiva, pero no eliminan la otra parte de la biblioteca: la condición humana.

Los argentinos no somos inocentes ni tampoco ingenuos. La historia argentina, como muchas otras historias del planeta, tiene una importante cuota de violencia y pasión por el exterminio. Terminemos con esta bucólica y, sobre todo, cínica pretensión de que la Argentina ha sido una comunidad apacible, enamorada del derecho, la ley y las normas. No es así. No fue así. Quizás lo sea algún día, pero no ahora. Hubo complicidad e involucramiento histórico de importantes sectores de nuestra comunidad con la violencia y la destructividad. La sociedad argentina alberga en sectores nada minoritarios una importante cuota de instintos criminales. Ésa es la pura verdad. No vamos a entender nunca lo que sucede, si pensamos que quienes así proceden son invasores de otro planeta.

La delincuencia ha existido, como en cualquier otra sociedad del mundo, y ahora se manifiesta de una manera particularmente bárbara, porque hay claramente una indefensión civil. La Argentina está viviendo un momento de indefensión. Ni la policía, ni la justicia, ni mucho menos el poder político aseguran la tranquilidad de muchos ciudadanos.

Pero la historia argentina, que no empieza hace once años, nos revela una larga peripecia de hechos de barbarie. Para los amantes de la gran literatura hay que recordar el libro primigenio de nuestra literatura, “El Matadero”, de Esteban Echeverría. Estamos hablando de la Argentina en la que se fusila a Manuel Dorrego. Buenos Aires sería una ciudad patrullada por los criminales de la Mazorca. Es un país donde la conquista del desierto -necesaria y esencialmente progresista- va a estar también cruzada por hechos de barbarie, ¿cómo no reconocerlo? Las guerras del interior, las guerras federales, incluyeron una cuota importante de bestialidad y violencia.

La configuración de la Argentina como nación supuestamente federal y organizada mediante una Constitución fue un largo proceso embriagado de hechos de violencia y guerras civiles. Se me dirá, “al igual que otros países”. Por supuesto: la guerra de Secesión en los Estados Unidos fue bestial y generó un océano de sangre que aún hoy no termina de ser zanjado.

Ya en el siglo XX, hemos tenido episodios de violencia infinitos: la Semana Trágica, la represión en la Patagonia rebelde, los fusilamientos en 1956 perpetrados por el régimen militar y, desde luego, la época más reciente, la guerra civil de hecho que este país vivió entre 1969 y 1983, aproximadamente, para no hablar de la guerra de Malvinas, que les costó la vida a casi 700 jóvenes argentinos, enviados a ese matadero por una junta militar inepta, oportunista, bárbara, corrupta y asesina. Estos fenómenos de linchamiento que hoy estamos viendo, repudiables, repelentes y de los que sentimos vergüenza, expresan una profunda descomposición social.

Ayer, lunes 31 de marzo, la señora de Kirchner habló de la Noche de los Cristales. Grave error. Grave desnaturalización. Grave distorsión de una verdad histórica. La Noche de los Cristales en la Alemania de 1933 fue el punto de partida del proyecto nazi de exterminar principalmente al pueblo judío y luego a otras minorías, y terminó con el apocalipsis de la Segunda Guerra Mundial. Comparar a la Noche de los Cristales con lo que hoy se vive en la Argentina, además de revelar una insultante ignorancia histórica, se agrava por la frivolidad de la presidente que, como manera de que se conozca que fue ese episodio, insta a los más jóvenes a ver la película norteamericana “Cabaret”, una provocación política e ideológica.

En esa noche trágica del 9 al 10 de noviembre de 1938, una serie de pogroms y ataques combinados, no solo en Alemania nazi sino también en Austria, ejecutados  por las tropas de asalto de las SA nazis y turbas civiles y “explicados” como reacción espontánea del pueblo alemán luego de que un joven judío polaco asesinara en Paris a un secretario de la embajada alemana. En realidad, la Noche de los Cristales fue decidida por el Führer, Adolf Hitler, organizada por Joseph Goebbels y llevados a cabo por las bandas nazis uniformadas, Gestapo incluida.

Ignorante o cínica, Cristina Kirchner ignoro que en esa noche trágica, prolegómeno del Holocausto, se incendiaron las sinagogas de toda Alemania, 7.000 locales comerciales propiedad de judíos, destruidos y saqueados, y al menos 91 judíos alemanes y otros 30 000 fueron detenidos y posteriormente deportados en masa a los campos de concentración de Sachsenhausen, Buchenwald y Dachau. Residencias privadas, hospitales y escuelas judías fueron saqueadas y destruidas por las turbas nazis, en muchos casos demolidas a piqueta. Más de mil sinagogas fueron incendiadas

¿Qué tiene que ver esa Noche de los Cristales con la Argentina, Cristina? ¿De qué habla?

La Argentina necesita recuperar el camino del orden a través de la ley. Cuando ese camino se recupere, con fuertes señales desde “arriba”, comenzaremos a ver cómo desaparece progresivamente este estigma lamentable y ominoso que es el de la llamada “justicia por mano propia”, que no es otra cosa que delito puro y duro.

(*) Emitido en Radio Mitre, el martes 1 de abril de 2014.