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NUEVA PROCURADORA

Designación sin quórum

Gils Carbó. Críticas en el Gobierno y en la Justicia. “Arreglo” en el Senado.

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LA ROCA Inés Mónica Weinberg de Roca | Dibujo: Pablo Temes

Cuando este miércoles 4 se cumpla el ritual de la visita de los jueces porteños a la Corte Suprema, se advertirá una especial expectativa: en la delegación se destacará una señora que Mauricio Macri ha prometido convertir en Procuradora de la Nación, Inés Weinberg de Roca. Al menos ése fue el anuncio presidencial, su meditada decisión y el principio de un conciliábulo negociador con las fuerzas peronistas del Senado que deben consentir la designación, encabezadas por Miguel Pichetto, con quien almorzó en la semana.

Cierta intriga, sin embargo, rodea a la pompa cortesana en el Palacio de Justicia. Por un lado, refulge la dama con su prometido poder de jefa de los fiscales, se impone como atractiva estrella para reemplazar a la cuestionada Gils Carbó y, quizás, hasta como intérprete de un futuro cambio en las responsabilidades sobre las causas si media en el camino una reforma para los fiscales sobre los magistrados. Alfombra roja, entonces, para la esposa del veterano embajador Eduardo Roca, hoy apartado por razones de salud, un íntimo y socio de Nicanor Costa Méndez, protagonista inclusive de la guerra que esta semana conmemora fecha, Malvinas.

Antes de registrar alcurnia en el Palacio, frente a los cinco titulares de la Corte, la actual jueza porteña puede aterrizar con dificultades: su nombramiento final no parece un pasaje libre de embrollos. El toma y daca entre Gobierno y oposición cuesta escriturarlo por las magnitudes a canjear y, en el propio seno de la entente oficialista, surgieron observaciones que no estaban previstas cuando en el pasado el PRO y Elisa Carrió le otorgaron la venia para consagrarla en su carrera (la que había tenido, antes, un giro espectacular gracias a Carlos Menem y a una anécdota característica de los 90 en la que la mujer reveló una intrepidez poco frecuente). Algo camino del foro está ocurriendo, como titulaba un grotesco de otra época, a pesar de que el Presidente y su titilante álter ego Carrió juraron elevar a la Roca.

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Objeciones. Hay otros ángulos objetables a la propuesta femenina. Una cuestión de precio, por ejemplo. El Gobierno deberá pagar por ascender a la mujer, requiere de votos legislativos con los cuales no cuenta para aprobar el pliego, gentilezas a desabrochar con plata, disfrazada de obras para las provincias. Comprensibles delicias de la democracia, un hábito de convivencia en cualquier país. Pero falta saber si la eventual cotización es alta o barata, si puede solventarse, si corresponde oblar al peronismo determinada cifra por cierto cargo y persona.

Ese dilema abruma a Macri & Cía que, en lugar de un sondeo previo de costos, se inclinó ante los asesores de su craneoteca para anunciar la designación. Como si se tratara una cuestión de principios y no una regla del mercado: el precio subió por su desesperada demanda. Quedó expuesto porque la Corte no le aceptó un tribunal y dos jueces le apresuraron la libertad a Cristóbal López. Cree, personalista, que conspiran contra él y no que velan por los intereses propios (como si Lorenzetti durmiera tranquilo con los 14 que lo acechan). Además, como Macri pretende reformar el sistema con alguien ajeno al sistema –como si el Vaticano fuera a corregir a los curas con un militar– sin antecedentes en el fuero penal para su ejercicio, casi nadie del rubro judicial lo acompaña: para operar del corazón, prefieren un Favaloro. Tampoco se identifican con la dama: no hay quien aporte un óbolo para solidarizarse con ella. Ni se les ocurre pedirle limosna a Luis Lozano, su compañero en el tribunal superior porteño, quizás el más entusiasta con la posible partida.

Los heridos. Conviene recordar que el pliego, para progresar, requiere de respaldo técnico, a menos que el Senado quiera cerrar los ojos. Tal vez, tanto el Presidente como Carrió (quienes se proclaman padrinos de Weinberg) imaginaron que el trámite sería sencillo y módico en el Senado, como el día en que se complotaron para promoverla en la Justicia capitalina. Era otra liga, no la mayor.

Al margen de la capilla oficial que aspira a digitar a la dama, no se registran adhesiones a la iniciativa del nombramiento en las diversas y opuestas fracciones que rodean al mandatario. Todos en contra, aunque no lo manifiesten y a pesar de los rencores que mantienen entre sí. Los cercanos a Angelici hubieran preferido a Raúl Pleé (a quien Macri llamó hace 72 horas para pedirle que no se fuera por la promoción de Weinberg). Otros rivales encumbraron a Ricardo Recondo, luego al juez Hornos o al fiscal Marijuan, impulsado por un empresario gastronómico amigo. Hubo más nombres.

El mandatario jura que no le prometió nada a ninguno de los que entrevistó. Tampoco les pudo explicar el criterio de selección que culminó en la señora Roca. Ni siquiera habría evaluado la continuidad del hoy titular temporario de la Procuración, Eduardo Casal, quien en silencio le agradó el paladar desplazando a varios camporistas de Gils Carbó (y al que van a conservar si no prospera la candidatura de Weinberg).

Parece ingenuo suponer que la depuración cristinista supondrá otro tipo de alineación en el instituto: los fiscales han tomado tamaña envergadura y vuelo que son más importantes que el jefe a contenerlos. Tarea compleja para la dama elegida, casi una hoja en el torbellino de esa muchachada que las pesquisas sobre la corrupción ubicaron en la primera línea de los medios. Sobre todo para ella, que creció gracias al derecho internacional y a figuraciones externas en las que contribuyó un marido mayor, cuyo apellido o mención suele marginarse por cuestiones de género o simplemente debido a que sirvió como embajador clave, en los Estados Unidos y en Naciones Unidas, a dos gobiernos militares en ciclos diferentes.