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gradualismo y ajuste

Deuda o inversiones, el dilema 2016

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Ya está claro, a estas alturas, que el próximo gobierno se encontrará con un escenario global mucho más adverso que aquél con el que convivió el kirchnerismo durante gran parte de su mandato. Un dólar fuerte, precios de los productos de exportación agrícolas mucho más bajos y un Brasil en crisis política, recesivo, con un real muy bajo y fuga de capitales.
Está claro, también, que este escenario global ya no “marida” con las políticas internas que sólo pudieron sostenerse y que fueron diseñadas para ese otro mundo.

Los síntomas más claros de la incompatibilidad del populismo K con este nuevo mundo se observan en el estancamiento de la economía y el empleo, y en el déficit de cuenta corriente, limitado artificialmente con cepos y cuotas y financiado con la sistemática pérdida de reservas del Banco Central y con endeudamiento.

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Se observa en una tasa de inflación que se mantiene a velocidad crucero del 2% mensual, pese al atraso tarifario y parcialmente cambiario (y digo parcialmente cambiario porque ya muchos precios de la economía, en especial los vinculados con productos o insumos importados, se pagan o se calculan al precio del dólar bolsa). Y se observa en una demanda sostenida por dólares para atesoramiento. (Dicho sea de paso, puede ser que el ministro ignore el tamaño y el verdadero precio del mercado del dólar informal, pero claramente no ignora el tamaño del mercado de compraventa de bonos dolarizados, y en ese mercado, pese a que también interviene el Estado para frenar los precios, el dólar vale $ 14 y no 9,35).
Sin embargo, todavía hay buenas noticias en el frente externo. Por un lado, la baja de los precios del petróleo y el gas nos favorece en el corto plazo, ahora que somos importadores netos. Si bien hoy hay que pagar el petróleo a los productores locales 71% más caro que el precio internacional –el éxito de la “sustitución de exportaciones”–, gran parte de esos pagos son en pesos, y mientras tanto el costo de la importación de gas termina siendo menor. (Vaca Muerta es tema para otra nota.)

La otra buena noticia es que, pese al cambio de política monetaria de la Reserva Federal, las tasas de interés internacionales subirán en un sendero más suave y permanecerán bajas por un largo rato. Y el apetito de los inversores por instrumentos con rendimientos relativamente superiores a los Bonos del Tesoro de los Estados Unidos (el rendimiento que fija el “piso” del mercado) también se mantendrá.
Frente a esta “buena noticia” financiera, la Argentina del próximo año se encuentra ante un dilema interesante.
En efecto, algunos economistas sostienen que, dado el bajo endeudamiento neto de la Argentina con el sector privado, si arreglamos los temas de deuda pendientes se podría recurrir al mercado de capitales global emitiendo deuda nueva. Esa deuda permitiría reemplazar los dólares que no llegarán del saldo comercial, y moderar tanto el ajuste cambiario (devaluación del precio del dólar oficial para acercarlo al precio ya devaluado de los otros dólares) como el ajuste fiscal (por la parte del gasto público que se hace en dólares). En otras palabras, dólares para las reservas del Banco Central y dólares para pagos en dólares del sector público, para graduar el ajuste del tipo de cambio, y graduar la reducción del déficit fiscal.

La otra alternativa surge de aprovechar el mismo escenario financiero global y los más de 100 mil millones de dólares que “expulsó” el kirchnerismo para atraer inversiones, en vez de deuda, teniendo en cuenta que la tasa de retorno que hoy se exige a los proyectos de inversión en la Argentina también bajará si se normaliza la relación financiera con el mundo.
Pero atraer inversiones implica, además de arreglar los problemas de deuda, llevar los precios relativos adonde tienen que estar (el temido “ajuste” después del desastroso “desajuste”). Y allí es donde reside el dilema. Endeudarnos para hacer “más gradualismo en el ajuste”, a riesgo de señales débiles para la inversión. O hacer más rápido el ajuste, para atraer más inversiones y menos deuda. Seguramente habrá alguna posición intermedia, pero la cuestión no es menor. Más deuda sólo suaviza el ajuste en el corto plazo, pero no lo evita y es menos crecimiento. Menos deuda exige tener un programa económico político integral ya, pero es más crecimiento.