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Día del Padre vs. de la Madre

Excepto los comerciantes que encargan con anticipación las mercaderías para sus meses pico de venta, pocos tomaron nota de que el ya promulgado adelantamiento de las elecciones al 28 de junio implica votar la semana después del Día del Padre en lugar de la semana después del Día de la Madre, como era originalmente en octubre.

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Madres de Cristina y Néstor Kirchner, juntas en el Congreso el día de la asunción de la Presidenta.

 

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Excepto los comerciantes que encargan con anticipación las mercaderías para sus meses pico de venta, pocos tomaron nota de que el ya promulgado adelantamiento de las elecciones al 28 de junio implica votar la semana después del Día del Padre en lugar de la semana después del Día de la Madre, como era originalmente en octubre.

La psicología vulgar del pejotismo oficialista podría apelar a la paternidad que futbolísticamente se les arroga a los ganadores, como demostración de fe de su principal candidato y “padre de todos los padres” del Conurbano: Néstor Kirchner. La de la Coalición Cívica, a la carencia de figura paterna que tanto pesó en el carácter de la Presidenta y, aunque en el caso de su marido no se tienen precisiones, a que en ambos son las madres las que quedaron omnipresentes, aunque una en La Plata y otra en Río Gallegos.

Pocos políticos han sido tan observados desde la perspectiva psicoanalítica como los Kirchner. En el caso del ex presidente, su excesiva asertividad denotaría alguna carencia que sus síntomas vienen a complementar. En el caso de la Presidenta, se suman antecedentes familiares a la trama de su propio matrimonio.

Nadie, ni aun sus partidarios, podría dejar de observar algunos rasgos paranoicos en el ex presidente, al punto que hasta muchas veces fueron festejados como fortalezas. El autoritarismo siempre es paranoico: Foucault, en una guía para la acción, llamó a una “política libre contra todo tipo de paranoia unitaria y totalizadora”. Para el paranoico no se trata sólo de comprender, sino de comprenderlo todo, y el delirio aparece para dar explicación a la falta de sentido inicial de las cosas.

Hay una relación consustancial entre psicosis y certeza: no habría psicosis ni delirio sin certeza, ni certeza sin psicosis (“aunque ésta sea asintomática o no se haya desencadenado aún clínicamente”).

El fundador de la psiquiatría científica, el alemán Emil Kraepelin, definió el delirio como “un error que se ha engendrado patológicamente y que resiste cualquier argumentación que pretende contradecirlo; en el delirio se conjugan y suman siempre tres elementos: a) la idea errónea, b) el origen patológico, y c) la irreductibilidad”. Si algo caracteriza al delirante, es su certeza. “El delirio es la respuesta autoterapéutica del sujeto destinada a estabilizar su propia psicosis (...) es la respuesta que el sujeto tiene más a su alcance para salir del cataclismo que supone la irrupción de la psicosis (...) él mismo emprende una compensación del defecto de su armazón simbólico valiéndose del delirio.”

Lacan se dedicó con interés al estudio de la paranoia comenzando por su tesis doctoral, llamada Caso Aimée (Amada), quien sostenía: “Se quiere matar a mi hijo”. Otro paradigma de la estructura clínica paranoica es el denominado Caso del Presidente Daniel Paul Schreber, sobre el que Freud se explayó en extenso y luego profundizó Lacan.

El presidente Schreber, siendo magistrado y en medio de una gran actividad por elecciones al Parlamento alemán en 1884, tuvo hipocondría, se repuso rápidamente y tras una veloz carrera fue nombrado presidente del Tribunal de Dresde, a los 51 años. Poco después enfermó definitivamente.

Freud explica que hay un retorno de lo real en aquello que no ha podido ser simbolizado –que el neurótico lo reprime y el psicótico, no–, que produce una alteración de la realidad. Lacan completó el diagnóstico de una causalidad significante en la psicosis, con lo que él denomina “forclusión del Nombre del Padre”.

Para Lacan, que se lleve a buen término la instalación de la metáfora paterna en los niños ayuda a construir una estructura psicológica adulta no psicótica. “No es sólo de la manera que la madre se aviene a la persona del padre de lo que convendría ocuparse, sino del caso que hace de su palabra, de su autoridad; dicho de otra manera, del lugar que ella reserva al Nombre del Padre en la promoción de la ley”. Si fracasa la metáfora paterna, fracasa la simbolización del significante Nombre del Padre, y el psicótico, con su saber alienado, sustituye ese faltante de la peor manera. La psicosis siempre se nutre de un germen de razón que aún la sigue habitando: el presidente Schreber fue un hombre de una extraordinaria capacidad profesional.

Cuando desde afuera el sujeto recibe un llamado a responder desde un significante que carece, en la psicosis emergería. Aplicando esa tesis a nuestra historia, podrían revivirse episodios de los 70 no vividos como si hoy estuvieran sucediendo, y lo metafórico fundirse con lo real.

La función del Nombre del Padre la explica Jacques-Alain Miller en la presentación del propio libro de Lacan sobre el tema: es “la función religiosa por excelencia, que une el significante y el significado, la Ley y el deseo, el pensamiento y el cuerpo. Para resumir, lo simbólico y lo imaginario. Sólo que si estos dos no se anudan de a tres con lo real, el Nombre del Padre ya no es más que un semblante. En cambio, sin éste todo se desata, es el síntoma del nudo mal hecho”.

Que Néstor y Cristina Kirchner pasen un buen Día del Padre electoral este próximo junio.