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Comparacion con Amrica Latina

Dimensión política de la crisis en Europa

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La crisis económica en Europa ya lleva demasiado tiempo. Los niveles de desempleo en Grecia (27%), España (26,2%), Portugal (17,6%), Irlanda (14,1%) e Italia (11,1%) continúan creciendo, y a medida que los ahorros y los planes de desempleo se agotan, la crisis va mostrando su lado político.
A diferencia de lo ocurrido en América latina, el estancamiento de la periferia europea no ha provocado una organización permanente de los desocupados, como fueron los movimientos piqueteros. Aun en un contexto de crisis social, la protesta europea parece encontrar una vía de expresión a través de canales tradicionales. Por ejemplo, los países del furgón de cola europeo presentan hasta 40% de apoyo en los sindicatos. Pero el aprecio tan europeo por las instituciones es decreciente y no vale para todas ellas por igual.

De acuerdo con el Eurobarómetro, los partidos políticos son las instituciones menos confiables. En Grecia, Irlanda, España y Portugal el apoyo a los partidos no llega al 15%, y si le sumamos la vertiginosa caída que sufre la imagen de los gobiernos europeos de cualquier signo, el escenario se torna preocupante.

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De 2012 quedó el sabor amargo del 14-N, la huelga general en España y Portugal que fue acompañada por manifestaciones en 87 ciudades de 23 países. En 2013, al menos tres fenómenos políticos han llamado la atención: el reverdecer de los nacionalismos, el estallido de manifestaciones populares cada vez mayores y el surgimiento de nuevos partidos antisistema.

El resurgimiento de los nacionalismos tiene tres dimensiones. De un lado, es una reacción de la periferia frente a las políticas impulsadas desde la Troika, cada vez más identificada con el centro alemán. De otro, es la respuesta de los países centrales a la supuesta improductividad de los socios menores y a la inmigración. Por último, es la reacción de las identidades subnacionales contra los gobiernos centrales que aplican el ajuste.

Como es lógico, los nacionalismos y regionalismos europeos han llevado a un profundo cuestionamiento de la “identidad europea”.

El pasado 22 de febrero la vicepresidenta de la Comisión Europea, Viviane Reding, brindó una conferencia en la Universidad de Coimbra (Portugal) con la intención de instruir a los portugueses más o menos en lo que el FMI instruía a los argentinos hace poco más de una década. Al finalizar, se escucharon las estrofas de la Oda a la alegría, himno de la Unión Europea, que la mayoría escuchó de pie y solemnemente. Luego la funcionaria pidió un bis, pero esta vez la música sólo acompañó la salida abultada de los estudiantes. Afuera, sólo se oyeron críticas.

Una semana más tarde los portugueses salieron a las calles bajo el lema “que se lixe a Troika”, congregando a más de un millón de personas: 10% del país. Para los ojos latinoamericanos, semejante movilización estaría destinada a consecuencias políticas espectaculares. Pero aun en semejantes circunstancias, al final del día reina la mesura. Llama la atención la conciencia de la crisis y la consecuente responsabilidad que sobre ella asumen los ciudadanos europeos.

Parece ser esta misma culpa lo que impide a las elites y sociedades europeas siquiera pensar en una solución radical, como podría ser la salida de la unión monetaria.
A veces pareciera que la ciudadanía y la clase política temieran la mera mención de esa posibilidad. Pero la falta de soluciones dentro del sistema se ha tornado frustrante y ha dado lugar al surgimiento de partidos antisistema como el M5S de Beppe Grillo en Italia, un fenómeno preocupante que obviamente deriva de la escasa confianza en los partidos políticos y, por lo tanto, amenaza con difundirse.
Así, el cóctel de nacionalismos, manifestaciones populares masivas y surgimiento de partidos antisistema configuran la imagen más reciente de una Europa maltrecha. Como en el Mito de Sísifo, la Unión se resiste a morir, pero la piedra continúa cayendo, cada vez más vertiginosamente, hasta sus bases.

*Politólogos argentinos. Estudiantes del doctorado en la Universidad de Salamanca y la Universidad de Coimbra, respectivamente.