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Distintas formas de decir no vayan al cine

Como todo buen intelectual –es decir como toda persona que lee con el lápiz en la mano– soy desconfiado y previsor.

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Como todo buen intelectual –es decir como toda persona que lee con el lápiz en la mano– soy desconfiado y previsor. Es por eso que antes de romper la monotonía y correr en dirección a un cine –cosa que suelo hacer, como mucho, dos veces por año–, me documento e investigo. Dado que mi hija quería ir a ver Emoji. La película, y dado que ir al cine significa para mí una tortura y trato de disuadirla de todos los modos posibles, se me ocurrió leer críticas aparecidas en ocasión de su estreno en los Estados Unidos y leérselas a ella. (Creo en la lectura en voz alta solamente con fines disuasivos.)

Emoji. La película habla de la vida de algunos emoji que viven dentro de un smartphone, en la ciudad de Textópolis, y de uno de ellos, Gene –un emoticón Meh, o sea “cara de nada”–, nacido con una falla técnica, lo que le permite cambiar de expresión descontroladamente, que debe viajar por el smartphone en busca del código que ponga fin al problema y evitar así que su dueño reformatee el sistema, acabando con emojis, ciudad y todo.

Rotten Tomatoes es un famoso sitio que agrupa las reseñas de las películas hechas por críticos profesionales. Alfonso Duralde, de The Wrap, tituló su artículo Sin palabras, y dijo esto: “Emoji. La película es un deprimente desastre que no es divertido, no tiene ideas, no tiene estilo visual, no tiene actores que hagan cosas interesantes, no tiene un punto de vista ni ninguna de las otras características que podrían volverla algo distinto a una completa pérdida de tiempo”.

Matt Singer, de Screen Crush, escribió: “Hay muchísimas palabras con las que se puede describir esta película. Estas son algunas: no divertido, empalagoso, insensato, doloroso”.

Emily Yoshida, de Vulture, fue más allá y escribió: “Es una de los más terribles y desconcertantes películas que haya visto en mi vida”.

En realidad Yoshida no fue tanto más allá, Lizzie Plaugic en su artículo para The Verge la supera: “No creo que pueda decir nada divertido sobre esta película, sólo me hizo desear la muerte”.

Charles Bramesco, del Guardian, dijo que la película es “engañosa y malvada”, y la definió como “un ejercicio de clickbait empresarial que finge ser una película para chicos, pero que en realidad lo que quiere es venderles aplicaciones a los preadolescentes”.

Johnny Oleksinski, del New York Post, escribió: “Por favor, restauren mis ojos a la programación de fábrica. Vieron Emoji. La película, un nuevo ejemplo de branding sin alma dirigido a los más pequeños”.

En IndieWire, Dave Ehrlich se mete con los detalles: “Emoji. La película, es muy, muy, muy mala (se trata de un hiperactivo producto de propaganda empresarial en el que Spotify salva al mundo y un sorete habla con la voz de Patrick Stewart). Toy Story alentaba a los niños a usar la imaginación; esa película los alienta a usar la tarjeta de crédito de sus padres”. (Detalle encantador: en la versión doblada que se puede ver en la Argentina la voz de Patrick Stewart es reemplazada por alguien que habla con acento argentino.)  

Alissia Wilkinson escribió en Vox un artículo titulado: “No vayan a ver Emoji. La película” y en el copete aclara: “Es una gigantesca publicidad disfrazada de entretenimiento familiar. Todos los que trabajaron en ella deberían sentir vergüenza”. Y luego, en el artículo: “Más que una película es un insulto.”

Darren Franich, de Entertainment Weekly, escribió: “Ver Emoji. La película es como mirar adentro de un abismo existencial”.

Así fue como mi hija y yo nos quedamos en casa viendo otra vez Megamente. Un caluroso y sincero agradecimiento a todos los anteriormente citados.