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cambio o continuidad

Donald Trump al poder: es necesario replantear la política

La gente no quiere ser representada. Amontonar membretes detrás de un candidato ya no sirve.

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Unidad. En sus primeros mensajes como presidente electo, Trump llamó a superar los enfrentamientos violentos, que él mismo impulsó durante la campaña. Su campaña supo comprender que hay un Estados Unidos profundo, receloso de algunos cambios que impulsó Barack Obama durante sus ocho años en la Casa Blanca, y que quería un cambio. | AFP

Lo que ocurrió en esta elección norteamericana es parte de la crisis de la sociedad occidental por el impacto de la tecnología en el comportamiento de la gente. Los ciudadanos actuales se comunican, están mucho más informados que los de hace veinte años, opinan, alteran los mensajes, escogen lo que circula en la red y lo que no. La comunicación política dejó de ser vertical.

El grupo Perfil fue el primero en el mundo, meses atrás, en anunciar lo que ocurriría. Publicamos en Noticias un largo artículo sobre el tema, que luego respaldamos con varios artículos en PERFIL.

La campaña demócrata fue un ejemplo de lo que no se debe hacer para ganar una elección. El 70% de los norteamericanos está cansado de lo que ocurre, quiere un cambio. Fue un error dar el mensaje de continuidad.

El cambio suena fácil, pero es muy complejo. Simplificando, digamos que este cambio tiene distinto sentido en los dos Estados Unidos. En los grandes estados costeros como California y Nueva York, existen sociedades liberales en las que han echado raíces valores como la igualdad de las mujeres, el respeto a la diversidad sexual, étnica y de otros tipos. Son estados que están en la punta tecnológica, en donde se ha desarrollado el arte y la ciencia, en donde residen y trabajan la mayoría de los Premios Nobel que ha conseguido el país.

El otro Estados Unidos está en el interior, generalmente es blanco y calvinista, rechaza a Darwin y desciende de campesinos centroeuropeos que llegaron con la gran migración.

La Red entró en los dos mundos, y provocó distintos efectos. Entre los liberales se aceleró el entusiasmo por construir una sociedad con menos mitos, pero según académicos de peso, tal vez despertó un electorado conservador fastidiado por cambios que veían muy acelerados: ocho años con un presidente afroamericano, con el que se incrementaron derechos de algunas minorías, que para los más reaccionarios son una encarnación del demonio. 

La campaña deja en claro que necesitamos replantear toda la política. La vieja política en la que se amontonaban membretes ya no corre más. La gente no quiere ser representada. Las antiguas matemáticas también dejaron de funcionar. Los apoyos con frecuencia restan. Si Clinton se enfrentaba a una derecha atrabiliaria y quería atraer a los votantes que querían un cambio progresista, ¿le servía el apoyo del ex presidente Bush, de Bill Clinton, de Barack Obama, que ha permanecido en el poder los últimos ocho años? Eso entusiasmó al círculo rojo, a los periódicos que la apoyaban, pero habría que ver cómo lo vieron los electores que querían un cambio.


*Profesor de la GWU