COLUMNISTAS
viajes

Dos mil chorizos

Tal fue la charcutería total involucrada hace dos noches en un festejo en Santa Ana, un pueblito uruguayo donde pasamos lo que otros llaman “vacaciones” y que en mi caso consiste en una breve semana encerrado al aire libre a terminar de escribir una obra.

Rafaelspregelburd150
|

Tal fue la charcutería total involucrada hace dos noches en un festejo en Santa Ana, un pueblito uruguayo donde pasamos lo que otros llaman “vacaciones” y que en mi caso consiste en una breve semana encerrado al aire libre a terminar de escribir una obra.

El aire puro invita a la siesta; la persistente sequía, a tenderse panza al sol junto al río. Pero nada invita a trabajar. Me traje lecturas de playa muy incorrectas: Murakami y Zizek. Mientras se me enarenan, me digo que tienen que ver con lo que escribo. Pero hasta los chistes que contó Landriscina en la noche de los 2 mil chorizos parecen tener que ver con lo que escribo. Lo sabía: las vacaciones y mi escritura no se llevan bien.

Este festejo popular nos es poco claro; hay una locutora, hay bandas de músicos de ambas orillas y la venta de chorizos y gorritas tiene que ver con juntar unos pesos uruguayos y poner una subcomisaría en el pueblo. De no ser por las patentes de los autos y por una o dos marcas lingüísticas, me es imposible distinguir a un uruguayo de un porteño, todos entregados a la placidez de este paraje en el que cuesta imaginar el objetivo de la tal comisaría.

En Uruguay hay un spot televisivo del ministerio para promover el buen trato al turista. Lo voy a contar mal, porque no lo vi. Parece que es una animación en la que aparece –digamos– un español. Un lugareño exclama: “Oh, un español”. Y luego agrega: “¡Un amigo!”, y lo abraza. Aparece un segundo tipo, por ejemplo: un inglés. Y el uruguayo repite fórmula y abrazo: “Un inglés. ¡Un amigo!”. Hasta que aparece un argentino. Y fíjense lo que pasa. “Oh, un argentino”. La música muta a redoble de tambores, como en pie de guerra. El lugareño duda, mmh, y finalmente repite: “¡Un amigo!”, la música se suaviza, y se abrazan.

Yo trato de preguntarme qué cosa serán los argentinos ésos. Se ve que por acá es vox populi que los argentinos no son fáciles de querer, y el gobierno opta por enseñar que son casi como otras personas. Intento pasar desapercibido, y llamo “crema doble” a lo que es crema, y pido Conaprole en vez de La Serenísima, y jamás entenderé cómo funciona esta frontera que siempre me ha sonado a cuento.