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Eclipse total del corazón

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De todos los microgéneros literarios posibles (incluidos la redacción del horóscopo, el tuit del troll y las letras lisérgicas de Arjona) me estaría faltando un apéndice copioso acerca del relato en vivo de eclipses y otras formas naturales de conectar con la infinitud del cosmos. El fenómeno me agarró junto a Héctor Díaz en plena filmación de la película La estrella roja, de Gabriel Lichtmann, y el director de fotografía, Marcelo Lavintman, no sabía si la luz de este seudodía nos iba a alcanzar para terminar la toma. El cosmos no sabe de pausas sindicales y apremios cinematográficos. Finalmente apuramos la escena y la breve noche nos sorprendió a Héctor y a mí en su auto volviendo a casa; un viento helado azuzaba los árboles en Acuña de Figueroa y todo estaba impregnado de amenaza. Lo más probable es que esa noche nadie viniera a vernos al teatro: eclipse total de sol, la noche más fría del año y partido contra Brasil.

Pero al llegar a casa a buscar mi ropa para el teatro, por unos minutos, pude asistir, como tantos otros, a lo insostenible: el relato en TN del eclipse (un fenómeno mayormente estático) acumulaba adjetivos, arengas y pócimas de posesión de público como si se tratara de un mantra psiquiátrico. El relator (no sé quién era) mordía su propia emoción y ante el horror vacui llenaba el minuto de palabras, como si éstas pudieran imprimir la propiedad de TN sobre el fenómeno. La mostración de aquello que –estaba suficientemente claro– no se podía ver directamente con los ojos de uno so pena de todo tipo de calamidades me recordó a una sola cosa: los partidos de fútbol en la era de la imagen. También allí hay un énfasis profesional montado sobre un vacío, sobre un instante privilegiado que se da poco y nada.

Pero un eclipse no es un vacío, es todo lo contrario. Nos recuerda una magia ancestral, una larga serie de casualidades que nos ha puesto en el cosmos. Parecía que TN quería publicitar y empaquetar esa magia y no sabiendo cómo –nadie lo sabe– se convertía en médium oficial de un fenómeno que excede un poco la jurisprudencia del derecho de imagen. Qué abismo, entre las palabras y las cosas: nunca un mejor ejemplo práctico.

Recordé también que el eclipse es un tema recurrente en varias obras mías y que era en Bizarra una metáfora atravesada de la lucha de clases. La búsqueda de la singularidad, del momento privilegiado, no deja exento al vasto cielo, que no entraba de ninguna manera en el formato apaisado de TN.