COLUMNISTAS
buitres “malvinizados”

El bono de Cristina

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Como hace solo algunos días se cumplieron los cien años del comienzo de la Primera Guerra Mundial, el uso de la celebración por la recuperación de las Malvinas como ejemplo acusador de la estrategia, supuestamente maldita, del gobierno nacional para volcar la opinión pública a su favor, es bastante injusta. Le asigna a ese gobierno militar la creación del uso de un sentimiento colectivo, cuando en realidad no le corresponde.
Los nacionalismos son un fenómeno fantástico de nuestro tiempo, de nuestro tiempo de los últimos doscientos años, y han sido y son guía bastante relevante para las decisiones de todos los gobiernos modernos.
Algo atractivo de ese sentimiento es su generalidad poco específica, como la opinión pública, y su poca necesidad de basarse en acuerdos. Más o menos creemos entender qué es la Argentina, como los españoles más o menos creen entender lo que es España. Pero en realidad no es tan relevante su especificidad. No importan los detalles, como no importan los atajos y complicaciones específicas de los contratos y cuestiones de una cláusula llamada RUFO (tampoco importa si RUFO es una persona o una sigla). En esta bolsa repleta de vacío, el nacionalismo no siempre necesita que lo empujen, puede andar solo.
Galtieri no tenía planeado llenar la plaza. Es poco probable que él haya estado haciendo una proyección de cantidad de público para el discurso. La sociedad le regaló una de sus acciones espontáneas: cuerpos en la calle en simultáneo. Con el regaló llegó la ensoñación, el pacto con el demonio de la masa.
Los episodios que empujaron a la decisión de comenzar la gran guerra tuvieron a las masas como protagonistas. Entre los últimos días de julio y los primeros de agosto, los alemanes se amontonaban por primera vez de forma activa y protagónica, para solicitarle al Káiser solidaridad bélica con Austria-Hungría. No los esperaba el emperador, ellos aparecieron solos. Esto sucedía en 1914, mucho antes de Mavinas, mucho antes que todo.
La tensión del análisis se despliega en una visión o bien espontánea de los fenómenos o guiada por una intención política. Si Cristina Kirchner sube en las encuestas por motivos del episodio de los bonistas especuladores, es porque así ha decidido que suceda. Pero si fuera tan voluntario, no queda claro por qué no lo hace más seguido. Incluso por qué Carrió o De la Sota no apelan al nacionalismo con más éxito y se transforman en líderes en intención de voto.
Al momento de acusar a la Presidenta quedaría muy claro, como con Galtieri, una voluntad de manipulación. Le iba a salir todo mal, y resulta que le sale todo bien. Así está la situación hace once años, siempre por explotar y siempre manteniéndose. Solo se salva cuando engañan a la gente.
Los gobiernos se van encontrando, en realidad, con estas reacciones populares y las siguen, se suben a ellas, algo bastante diferente a inventarlas. Y así, el que acusa le asigna al que gobierna la intención de manipular; el que gobierna se piensa héroe acompañado por la opinión pública y capaz de dialogar con la masa. Gana el que su necesidad política caiga en mejor suerte.
La chances de que la gente se ponga del lado de los denominados “fondos buitres” (un nombre que no ayuda mucho) es absolutamente mínima, casi tan minúscula como festejar el gol de Alemania en la final. Para algunos políticos parece no haber registro de que ellos juegan al límite de parecer, desde el punto de vista de la gente, funcionales al fracaso de la negociación.
El concepto “malvinización” es injusto con el siglo XX y las masas, al mismo tiempo que desconoce el impresionante carácter autogenerado que posee el ánimo colectivo. La gente no se pone de acuerdo antes de ir a una plaza. No saben bien cómo funciona eso, pero hay veces en que a varios les da ganas de ir en ese instante al mismo lugar que a los otros. Hay veces que a varios les gusta, sin tampoco ponerse antes de acuerdo, cómo la Presidenta habla sobre el juez Griesa. Es esas veces, hay otros pocos que no quieren ir a una plaza y tampoco les gusta cómo habla la Presidenta. Esos son los que salen en la tele enojados, los que la gente mira y no entiende, porque en vez de solidarizarse con ellos les hablan de la cláusula RUFO. Y eso, la verdad, es medio aburrido.

*Sociólogo. Director de Ipsos-Mora y Araujo.