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El carnaval y las máscaras

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Pasó el carnaval, que es tiempo de máscaras, de disfrazarse de lo que no se es, o de lo que se aspira a ser (princesa o rey de la murga), o bien de lo que en otros tiempos se esconde.

Esto es un juego, una simulación. Que puede llegar a ser dolorosa, pero que es eso: un fingimiento de corta duración, que a veces se hace muy, muy largo.

“Te conozco, mascarita” es una denuncia, un decirle al otro que sé que tu máscara es mentira, que sos vieja y no joven, varón y no mujer, etc.

En la política argentina hay una máscara que hay que develar y denunciar. El PJ y el Frente para la Victoria se visten con la foto de Perón y Evita, cantan la marcha peronista y citan frases de Perón. Pero en lo esencial no son peronistas, no adhieren a la doctrina del general Perón y no solucionan los problemas de la clase trabajadora y de los humildes. Son meros continuadores de un aparato político que se mantiene unido por la fidelidad del pueblo peronista, a pesar de las reiteradas traiciones que ha padecido: Menem, Kirchner-Cristina.

El pueblo peronista profundo sabe que no hay que fragmentar el campo nacional, del que constituye su eje. Y en esa sabiduría está incluido el vivir las traiciones como parte de lo que hay que aguantar para no desintegrarlo.

Esta terquedad es parte del “hecho maldito” del que hablaba Cooke, de eso irreductible con las políticas liberales. Hay un “sentido común” burgués que no entiende cómo, si nos han traicionado, la unión continúa iluminada por la esperanza.

Esa conciencia colectiva popular se alimenta de la confianza y la decisión de conformar el país independiente, justo y soberano proclamado por el general Perón, ideas transformadas en mero eslogan de unos ambiciosos que lo que buscan es poder y dinero. “Si hubiera dicho lo que iba a hacer no me hubieran votado”, dijo Menem.

Cuando Cristina habla desde la Casa de Gobierno tiene atrás dos imágenes de Evita, a falta de una: la de los billetes de 100 pesos, y la de la imagen montada en la avenida 9 de Julio. Pero a los jubilados se les paga una miseria y el último aumento –anunciado por Cristina en persona– es directamente una ofensa. ¿De cuál Eva Perón hablan? De la defensora de los derechos de la ancianidad, seguramente que no.

El carnaval acabó, y comenzó el tiempo de la verdad. Cayeron las máscaras: a estas mascaritas ya las conocemos.

*Crítico literario y ensayista.