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El círculo rojo está feliz, muy feliz

A la euforia inicial tras la asunción de Macri y el fin de los maléficos K, le siguieron meses de tensa expectativa por saber si el nuevo gobierno sería capaz de controlar el poder.

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Mauricio Macri y miembros de Cambiemos. | CEDOC

Desde el domingo 13 reina una sensación de alivio en el círculo rojo como no se sintió en veinte meses de gestión macrista. A la euforia inicial tras la asunción de Macri y el fin de los maléficos K, le siguieron meses de tensa expectativa por saber si el nuevo gobierno sería capaz de controlar el poder, dar señales claras de gobernabilidad y no terminar como todas las administraciones no peronistas que le antecedieron. 

Tras el domingo de las PASO, el círculo rojo del que Macri tanto desconfía, entendió que la amenaza del renacimiento de Cristina era sólo eso y ahora da por descontado que en las generales de octubre el triunfo del oficialismo será aun más contundente.
Desde entonces, todas fueron buenas noticias.

Poskirchnerismo.
Los jueces, como suelen hacer, tomaron nota del clima poselectoral y, en especial, del arrasador resultado porteño de Carrió. Saben que a un fiscal lo pueden ningunear, pero que si Lilita los pone en la mira van a tener problemas. Quizás no se relaciona con eso, pero en las últimas dos semanas se notó un aceleramiento en las investigaciones que llevan como protagonistas a ex funcionarios K y a la propia ex mandataria junto con su familia.

No hay nada que pueda ilusionar más al círculo rojo que imaginar que Cristina, sus ex funcionarios, sus familiares, sus amigos y los amigos de sus amigos, vayan presos. No sólo porque dan por cierto que fueron corruptos (algunos lo saben bien porque debieron/quisieron pagar coimas para hacer negocios con el Estado), sino porque muchos allí sufrieron durante más de una década el destrato público y privado del kirchnerismo. La mayoría guardó respetuoso silencio por aquello de que el capital es cobarde y porque tenían mucho para perder si protestaban: empresas, empleos y estigmatizaciones de distinto calibre.

Con el kirchnerismo fuera de juego, derrotado en las urnas y ajusticiado en Tribunales, se imaginan que surgirá un ambiente pro empresas como no existía desde los 90. No lo dicen sólo por el agotamiento político de Cristina, lo dicen porque creen que eso refleja nuevos paradigmas de época. Frente al relato “populista y demagógico” aparece un relato de “racionalidad y pragmatismo”.

Lo que siguió desde las PASO, les indica que Macri comprendió que la relación de fuerzas es otra. Este Macri ya se asemeja a un gobernante peronista posmoderno, pero con las mañas y el manejo del poder tradicional.

Posperonismo.
Que el Presidente se pueda parecer a Perón (para leer más sobre esto, vean la tapa de esta semana de Noticias) no preocupa al establishment. Casi al contrario. A lo largo de su historia, el peronismo contuvo como una pata central de su alianza a distintos grupos empresarios. La otra pata fue la de los sectores populares. Los empresarios que no se quedaban afuera, o que no eran perseguidos, gozaron de los beneficios de gobiernos que les abrieron infinidad de negocios (desde los industriales del primer peronismo a los vinculados con la obra pública del kirchnerismo, pasando por los sectores financieros del menemismo). 

Para ellos, el peronismo es garantía de control efectivo del poder. De hecho, el macrismo sería la primera administración no peronista que lograría demostrar que también puede terminar su mandato. Y heredaría el costado más pragmático y resolutivo de un justicialismo siempre al filo de la legalidad. 

En ese marco, algunas acciones de Macri de estos días, que hechas por Cristina hubieran provocado escozor, fueron tomadas con simpatía y hasta como un buen síntoma. La primera arrancó el mismo día del escrutinio. El Gobierno dirá que no hubo intencionalidad en la carga de datos que llegó a mostrar casi seis puntos de diferencia a favor de Esteban  Bullrich, pero para algunos fue una señal de haber perdido la ingenuidad de un partido adolescente.

A eso le siguió un hecho que la mayoría de los medios calificó como “picardía” o “aprovechamiento” y que durante el último kirchnerismo hubiera merecido títulos del estilo de “escándalo institucional” o “sabotaje judicial”: el jueves 17, generó una mayoría circunstancial en el Consejo de la Magistratura (mientras el senador peronista Mario Pais esperaba en la Corte a prestar juramento), para suspender y mandar a juicio al camarista Eduardo Freiler. Sin este juez, acusado de enriquecimiento ilícito, será más fácil avanzar en las investigaciones por corrupción contra el kirchnerismo.

La última buena nueva sucedió con la marcha sindical de esta semana. El Gobierno empezó por apurar a los líderes cegetistas para que no concurrieran, logrando que el acto pareciera sólo moyanista y de las CTA. Luego echó a dos funcionarios ligados al sector gremial. Y finalmente dejó trascender que a partir de ahora habrá más control sobre los 30 mil millones de las obras sociales. 

Pero, peronistamente, además de castigos, hubo premios. Ese mismo día acordó con Smata, Uocra, Plásticos y Luz y Fuerza, un programa de formación y empleo para sus afiliados. Tampoco estos gremios participaron de la marcha.

Poscrisis.
Los mismos empresarios que en las semanas previas a las PASO se mostraban angustiados por las encuestas que daban a Cristina hasta diez puntos arriba, ahora están convencidos de su segura derrota en octubre. Le atribuyen a eso el mejor clima económico  de estas dos semanas. Están felices, muy felices. Cual funcionarios, promocionan cada brote verde que aparece: crecimiento del 4% del PBI en junio, 166% más de créditos para vivienda en CABA que en 2016, aumento del índice de confianza del consumidor (11,8% frente a 2016), recuperación del consumo a valores de 2015 (según Banco Río), crecimiento interanual de las inversiones del 10% (según Dujovne), aumento notorio de consultas por inversión (según Gabriel Martino, del HSBC), baja de la inflación (Mario Blejer), reducción del 9,3% en el déficit fiscal y aumento de la recaudación impositiva de diez puntos sobre la inflación (AFIP), previsión récord de siembra de trigo y maíz con crecimiento del 30% (Gustavo Grobocopatel) y la mejor venta de camiones desde 2015 (Joachim Maier, de Mercedes Benz), entre otras señales.

Desean que la realidad se parezca tanto a sus esperanzas, que acallaron sus críticas a la presión impositiva, los costos logísticos, la legislación laboral, al alto endeudamiento externo, al aún elevado déficit fiscal o al riesgo de la apertura indiscriminada de las importaciones. Hasta olvidaron la desconfianza que les inspiraba Macri, al no sentirse tan escuchados como suponían que lo iban a ser.

Es que los empresarios son un poco como los peronistas (y los argentinos): se tranquilizan cuando huelen que aparece un Macho Alfa que se hace fuerte, los conduce y los contiene. Y se encolumnan detrás de él. Ya no desconfían del Presidente. Pero el Presidente de ellos, sí.

Aprietes a Macri.
El jefe de Estado inauguró el concepto de círculo rojo en agosto de 2013 en un reportaje con Jorge Fontevecchia en PERFIL. Lo hizo en sentido crítico para referirse a los aprietes que recibía de grupos de poder anti K para que acordara con Massa y Scioli. En la Casa Rosada, todavía recuerdan escenas patéticas, previas a los comicios de 2015, de destacados miembros del establishment y de prestigiosos analistas políticos, exigiéndole que bajara la candidaura de María Eugenia Vidal y apoyara la de Massa en la Provincia: “Era tan fuerte el lobby que a veces le terminaba echando la culpa a Duran Barba para justificar su rechazo a tal pedido”. 

En el Gobierno se acordaban de esto en los meses previos a las PASO, cuando la economía no daba señales de vida y Cristina sí. Fue al saber de empresarios e ideólogos políticos (algunos vinculados con lo más rancio de la dictadura) que promovían reuniones en las que se hablaba de la incapacidad de Macri para llevar adelante reformas profundas e imaginaban distintas estrategias para presionarlo asociados al peronismo no K.

“Mauricio conoce bien a cada uno de los empresarios –explica uno de los confidentes presidenciales–. Lo único que espera de ellos no es que piensen  en lo mejor para el país, sino que vean que ahora hay condiciones únicas para que inviertan y ganen dinero.”

No parece un mal consejo. Les pide que sean tan egoístas como el capitalismo requiere y Smith enseñaba.