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Culpas y culpables

El círculo rojo tenía razón

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El círculo rojo tuvo finalmente razón. Los últimos meses mostraron que las críticas, negadas sistemáticamente porque utilizaban criterios no acordes con las nuevas tecnologías de la información, eran correctas. El país tuvo que recurrir a la asistencia financiera del Fondo Monetario Internacional, prestamista de última instancia, y comprometerse a realizar los ajustes presupuestarios para mostrar capacidad de pago y restablecer la confianza de los inversores nacionales y extranjeros.  El círculo virtuoso de endeudamiento y crecimiento que permitió generar una burbuja política terminó cuando la conjunción de los déficits presupuestario y de cuenta corriente indicaron las enormes dificultades para corregirlos  ya no en el corto, sino también en el mediano plazo.
Como sucede en la vida política,  las dificultades fueron adjudicadas a cambios en el flujo de capitales internacionales  por el aumento de las tasas de interés y el posible crecimiento del déficit fiscal en los Estados Unidos como consecuencia de la reducción de los impuestos. Estas explicaciones sirven para encontrar un pecador y mucho mejor si está afuera.
El desdén por las críticas podría explicarse por el convencimiento en el rumbo identificable con una concepción  dogmática que culpa a la realidad por no adaptarse al pensamiento. Si uno piensa que el aumento de las tasas de interés provoca la baja de la inflación es inevitable insistir con él médicamente cada vez en dosis mayores a pesar de las resistencia y complicaciones del paciente.
La libertad del mercado cambiario forma parte del mismo esquema. El ingreso de capitales indiscriminados provocó la revaluación del peso con el desaliento del sector exportador, la desprotección del mercado interno y el aumento de las importaciones. Pero también hubo una mayor necesidad de recursos externos para solventar los gastos presupuestarios en pesos agravando la dependencia externa. Estos temas fueron planteados en numerosas oportunidades, pero nunca encontraron eco con la excusa de mostrar firmeza desalentando todo tipo de discrepancias bajo el riesgo de despido sin indemnización.  
El ministro Aranguren fue claro cuando afirmó que no existían condiciones en el país para repatriar sus ahorros. Mientras el presidente Macri recorría los foros internacionales entrevistándose con los principales líderes mundiales, y el ministro Cabrera auspiciaba seminarios con conspicuos representantes del sector privado y académicos, y organizaba su Agencia de Inversiones un representante del Poder Ejecutivo a cargo de uno de los sectores estratégicos, dejaba trascender su falta de confianza sobre la sustentabilidad del proyecto. Los hechos terminaron por darle la razón.
El triunfo del presidente Macri fue bien recibido en Europa y Estados Unidos por las posibilidades de sostener un diálogo no confrontativo después de una larga década de desencuentros.  El Gobierno contribuyó con la solución de los conflictos judiciales en EE.UU. y en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (Ciadi) incluyendo la reapertura de las negociaciones con la Unión Europea para un Acuerdo de Libre Comercio y la presentación de la solicitud a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD). La experiencia muestra que la empatía personal no es sinónimo de concesiones a nivel internacional. Ni los mandatarios  influyen sobre las decisiones de las empresas ni tampoco están dispuestos a sacrificar los intereses de sus electores para satisfacer a un tercer país.
El demonizado círculo rojo quizás no sirva para ganar elecciones por su vetusta mirada sobre las redes sociales, pero también es cierto que estos meses han mostrado que las técnicas para interpretar las encuestas y ganar  elecciones tampoco son suficientes para encontrar soluciones a los problemas reales, y constituyen en realidad una visión efímera o líquida de la sociedad.   

 *Embajador.