COLUMNISTAS
LA CRISIS DEL TEATRO COLON I

El Colón en su laberinto

La Comisión de Patrimonio Arquitectónico de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, a cargo del seguimiento de las obras del Teatro Colón, acaba de presentar el segundo informe anual, correspondiente al año 2008.

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La Comisión de Patrimonio Arquitectónico de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, a cargo del seguimiento de las obras del Teatro Colón, acaba de presentar el segundo informe anual, correspondiente al año 2008.
La situación crítica que vivió el teatro durante los últimos años no mejoró con el cambio de gobierno. La administración Macri trajo consigo una idea de eficiencia acaso funcional en el ámbito privado, pero inviable cuando se la trasplanta a la gestión pública. Se licitó un gerenciamiento, que fue adjudicado a una empresa integrada por profesionales reconocidos, siendo una de las tareas principales la evaluación del estado de las obras. La empresa adjudicataria detectó errores y omisiones, tales como: presencia de instalaciones eléctricas y sanitarias en los conductos de ventilación de la sala principal; corrosión de vigas de hierro de la planta baja; deterioros en las fachadas por filtraciones de agua e intervenciones inadecuadas, entre otras patologías presentes en las fachadas, omisión en el proyecto de baños para discapacitados; lo que provocó demoras y mayores costos de obra.
La causa principal de estos problemas fue la falta de diagnósticos previos por parte del Master Plan que, a pesar de haber dedicado seis años a esa tarea y destinado millones de pesos del presupuesto, finalmente delegó en las empresas que ganaron las licitaciones esa responsabilidad, tal como lo alertamos en el informe que presentamos en noviembre de 2007.
Esta imprevisión que puede significar potenciales daños para las obras realizadas o a realizarse, mayores costos y retraso de las obras, no generó la necesaria investigación y deslinde de responsabilidades por parte de las nuevas autoridades.
La otra misión importante que tuvo la gerenciadora fue negociar durante meses los contratos de obra y los pagos atrasados, pero a pesar de haber sido renegociados, hasta el día de hoy no fueron pagados por el Gobierno de la Ciudad. Este incumplimiento fue uno de los motivos por los cuales durante el año 2008 las obras quedaron prácticamente paralizadas.
Como corresponde a la condición de un ente autárquico, el Colón debería recibir no sólo las partidas presupuestarias de funcionamiento (sueldos, gastos operativos, etc.) sino los fondos asignados a la intervención edilicia en sí misma. Esto respetaría su autarquía y resolvería el farragoso circuito administrativo de pagos, que generó, entre otras cosas, una paradoja: empresas que dejaron paralizados sus trabajos por falta de pago y, al mismo tiempo, una subejecución presupuestaria del 40% respecto del monto total asignado para el ejercicio 2008.
Un presupuesto bien administrado por el director general del Teatro, en consenso con los restantes miembros del Directorio, neutralizará los efectos laberínticos que las obras del Colón incubaron en los últimos tiempos: superposición de roles en el diseño, dirección y ejecución de la obra, entre otros problemas.
Valgan como metáfora física del laberinto aludido las excavaciones y demoliciones que hoy el Colón esconde en los subsuelos. Hasta ahora, nadie pudo, supo o quiso explicar con claridad sus usos y objetivos.
Por el contrario, las imprecisiones en la definición del proyecto arquitectónico, y en consecuencia en el modelo de teatro que tendremos al finalizar las obras, tienden a multiplicar el desconcierto. Empezando por la inquietud de los trabajadores, que se preguntan por el destino de espacios vitales –talleres, salas de ensayo, biblioteca, etc.– y su potencial desplazamiento o anulación, lo que constituiría una clara violación a la ley de autarquía, que obliga en su artículo 4º a mantener los talleres de producción en la sede histórica.
A esto se suma la inquietud por la manera en que se están estibando los diferentes elementos del teatro, escenografía, vestuarios, biblioteca, utilería, que forman parte de su patrimonio cultural, de un modo descuidado y sin la realización de un inventario antes de su traslado.
Un proyecto arquitectónico define, plantea, formula y delinea el destino del espacio intervenido y la manera en que ese espacio se abordará cotidianamente en función de su causa esencial. Esto es universal para cualquier obra, pero se aplica con mayor especificidad en el caso del Teatro Colón; teatro escuela, teatro fábrica; teatro vitalizado por la excelencia de su patrimonio intangible; sus trabajadores y los saberes que ellos reproducen.
En suma, a los problemas preexistentes heredados del Master Plan (falta de diagnósticos previos, paralización de las obras y falta de personal idóneo en armonización de obras de restauración patrimonial) no subsanados, se han sumado la demora en los pagos, la superposición de roles en la conducción y la falta de definición del proyecto arquitectónico.
Finalmente, y con relación a las fechas que se hoy barajan en torno de la inauguración del teatro y el Bicentenario, no es ninguna hazaña inaugurar el teatro el 25 de mayo de 2010.
El Foyer y el Salón Dorado no están en juego, ya que se debería aún llamar a licitación para su restauración. En cambio, los trabajos más complejos en la sala están adelantados. Las luminarias están listas, las butacas están restauradas y sólo falta tapizarlas. Los preciosos textiles –telón y cortinados de palco– pueden y deben ser restaurados, según las opiniones de figuras internacionales como Plácido Domingo y de expertos como la académica argentina Ruth Corcuera. Lo que sí falta es la armonización de los materiales, colores, texturas y brillos entre los diferentes componentes nuevos y restaurados de la sala y, lo más importante, la realización de las pruebas acústicas una vez restituidos todos los elementos.
Quedará seguramente el 25 de mayo de 2010 mucho trabajo por hacer, pero éste no estará a la vista del público durante una función.
El Poder Ejecutivo debería concentrarse –no para cumplir con una fecha, sino para cumplir con la ley, con el Colón y con la ciudadanía– en designar a la persona que estará al frente del teatro; darle las atribuciones, recursos y respaldo necesarios para poder llevar adelante su labor; respetar el patrimonio del edificio más importante de la Argentina y restaurarlo siguiendo los estándares internacionales; informar sobre el destino del Teatro Colón, y respetar a los trabajadores y la tradición cultural del teatro.
El debate, como en su correlato arquitectónico, estructural, profundo y también político, merece definiciones acerca del proyecto de teatro que queremos y decisiones en consecuencia. Reemplazar el laberinto por un camino no es imposible.

*Legisladora porteña por la Coalición Cívica. Presidenta de la Comisión Especial de Patrimonio Arquitectónico y Paisajístico de la Legislatura de la Ciudad. Ex secretaria de Cultura.

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