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El dibujo de las diferencias

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Estamos invitados a las comparaciones, a hacerlas lo más que podamos. Todorov ha expresado que son fundamentales para establecer la especificidad de algo; por ejemplo, no ser obvios y decir que Stalin y Hitler fueron lo mismo. Sabsay dice que el kirchnerismo sería como el stalinismo. Tal vez piensa también que él sería como Churchill.

Esta actividad se ejerce con enorme energía para evitar pensar que todos los musulmanes son hombres bomba. Los judíos, en cambio, reciben muchos comentarios odiosos sin contención, desde el uso que harían con el dinero, que al mismo tiempo sabrían acumular para luego no darlo a otros, el tamaño de sus narices y el sexo con una sábana en el medio.

La historiografía argentina es maravillosa en evidencias sobre estos horripilantes tratos al judaísmo en nuestro país, que la Iglesia, la derecha nacionalista de los años 1920 y 30 y el ejército argentino supieron construir. Millones de argentinos estarían condenados a muerte, generaciones y generaciones, si la colectividad judía reaccionara con la misma tolerancia que los atacantes de Charlie Hebdo. Esa es una diferencia.
La caricatura más bestial y compleja de un ser despreciable la hizo Chaplin en El gran dictador, y los nazis no lo condenaron a muerte. Ese obvio Hitler jugaba con su cuerpo sobre un mundo flotante que golpeaba hasta con su trasero, y con sólo prohibirla en las zonas ocupadas fue suficiente para evitarla. Con el nazismo había una cuestión de territorialidad con su conocido
Lebensraum: se trataba de un imperio en las zonas correspondientes; mientras, en el resto del mundo, hasta que necesitara de nuevo más espacio, podían ocuparse de sí mismos; por ejemplo, hacer películas. Stalin salió de su país a matar sólo a Trotsky, no siguió asesinando fuera de su zona de dominio. Otra diferencia.

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Hablando de los nazis, cuando los intelectuales de la escuela de Frankfurt tuvieron que exiliarse a otros países, algunos fueron a vivir con su marxismo a Estados Unidos, que evidentemente aceptaba y acepta todavía esas opciones de pensamiento.

Se puede ser comunista en el norte del continente o expresar algún tipo de agrado, y no por eso ser condenado a muerte. Diferencia número tres.
En nuestros países se debate y expresan las propias opiniones, algo que forma parte de nuestra cultura. Es decir, la democracia y lo que ésta necesita para funcionar serían los valores culturales de Occidente. Hacer una caricatura es una de las opciones.

Este atentado supone la intolerancia de lo que se hace en otro sitio, lo cual supone un problema contradictorio para aquellos que se oponen a la intervención militar en Irak o Afganistán. Se argumenta que la democracia y la libertad son valores de referencia sólo para Occidente y que no somos nadie para ir a evitar el sometimiento de la mujer, ya que eso forma parte de las preferencias de ellos.

Ese rebusque reflexivo de nosotros con unos valores, ellos con otros y cada uno a lo suyo choca con este atentado. En nuestros valores dibujamos con libertad caricaturas sin matar al dibujante; en los de estos atacantes se mata al que no dibuja como ellos quieren, donde sea que esté. Es difícil aplicar la libertad de expresión cuando atenta contra la de uno mismo. Hombres occidentales que defienden a sus asesinos sin territorio, pobres ellos caricaturas de sí mismos. Cuarta diferencia y fea.

El islam tiene un serio asunto de imagen. Deberían saber que estos asesinos, junto con otros como Estado Islámico, atacan y gritan en nombre de Alá, lo cual se presta a la fácil confusión. Si un tipo vestido de Boca Juniors pasa gritando “aguante Boca, carajo”, lo más probable es que pensemos que es de Boca. Si una serie importante de asesinos en el mundo corta cabezas y hace explotar edificios para matar civiles en el nombre del profeta, es normal que pensemos que algún problema hay con el islam o con la comprensión de los textos.

Es un problema que el enemigo pueda estar en cualquier lado, en cualquier persona. Mientras, nosotros sólo hacemos lo que sabemos hacer: marchar con velas, pedir libertad de expresión y reubicar de a poco la culpa en el imperialismo yanqui. Pidamos por la libertad de los pueblos, la libertad de que se maten entre todos.
 
*Sociólogo. Director de Ipsos Mora y Araujo.