COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

El espejo devuelve horror

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La segunda carta que se publica hoy me generó una sensación dual: por una parte, la visceral y crónica reacción negativa cuando alguien defiende –aún hoy, a treinta años del fin del horror– aspectos del genocidio consumado por la dictadura militar; por la otra, el interés por entender el porqué de esa defensa y el ataque a quienes buscan respuestas a muchos y enormes interrogantes que dejó el terrorismo de Estado en la Argentina.

La lectora María Agustina Alsina cuestiona la nota “Los ‘otros’ hijos, que crecieron con un padre torturador”, publicada en la edición del domingo 24 de marzo. El artículo, que ocupa cuatro páginas (62 a 65), refiere la experiencia obtenida durante quince años de trabajo por el psiquiatra Héctor Bravo y la psicoanalista María José Ferré y Ferré con hijos de militares que estuvieron en actividad durante la dictadura inaugurada el 24 de marzo de 1976. La nota y sus protagonistas aclaran dos cuestiones centrales: no todos esos uniformados participaron en la represión ilegal, aunque los que no lo hicieron sí sabían qué ocurría y cómo; y todos los pacientes incluidos en su estudio aceptaron formar parte de la experiencia. Pariente (hija, tal vez, aunque no lo especifica) de un militar que actuó en la época, la lectora hace juicios de valor sobre el artículo (“es ofensivo e irresponsable”, escribe). No es mi objeto de análisis lo que ambos profesionales realizaron y lo que ellos relatan acerca de su trabajo, porque eso es tarea de especialistas. La nota, su desarrollo, la calidad de su texto y el respetuoso cuidado de lo expuesto por los entrevistados me llevan a invitar a la lectora a una revisión de los adjetivos empleados, aunque comprendo cuánto puede haberla afectado el verse ante un espejo que, por cierto, no quisiera tener delante. Ella, sus hermanos, primos, amigos e “hijos de familias hermosas” que le son cercanas, sufren todavía las consecuencias del accionar delictivo, probado ya en centenares de causas con condenas firmes, por parte de militares y policías que ensuciaron sus uniformes con procedimientos que repugnan a la más elemental condición humana. La lectora debiera, a mi juicio, reclamar a las sociedades profesionales que deben analizar las conductas éticas de los entrevistados si entiende que incumplieron sus deberes o transgredieron procedimientos.   

El lector Luis Grossman está enojado con Damián Tabarovsky, habitual columnisa de contratapa en el suplemento Cultura, por el reiterado empleo de un anglicismo en su artículo del domingo, cuando pudo recurrir al idioma español para hacerlo. Tres veces usó Tabarovsky la palabra flyer, perfectamente reemplazable –en el caso– por “gacetilla”.  Es cierto que pudo hacerlo sin que el texto perdiera atractivo ni precisión. Pero me inclino por coincidir con Borges en “El culteranismo”, cuando dice: “Ahora la soberbia española practica una diversa conducta, no quiere aceptar el socorro de los barbarismos y pone su toda y poca fe en recetas caseras: en idiotismos, en refranes, en locuciones. Para nada quiere salir de su casa ni para bromear”. Si reemplazamos los barbarismos por las numerosas palabras en idiomas extranjeros que ya están formando parte creciente del hablar cotidiano, a una velocidad cada vez más vertiginosa, acabaremos por aceptar que un flyer bien puede ser una gacetilla de los tiempos modernos, estos de la apabullante rapidez de los medios electrónicos de comunicación. En su artículo citado, Borges concluye con ironía: “Cervantes italianizó; Gracián y Quevedo teologizaron. En suma, la tradición española no es tradicionalista, como los tradicionalistas pretenden”. No voy a decir que Tabarovsky anglicaniza porque me parece un exceso, en verdad.

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El lector Villafañe hace un panegírico de dos notas publicadas el sábado 13 (páginas 6, “La Ciudad le pagó a un grupo de jueces un viaje a Salamanca”; página 10, “Macri pagó $ 12 millones por una obra pluvial que nunca se hizo”). Los autores se lo agradecerán, como el resto de los periodistas de la sección Política también  elogiados en su correo. En cuanto a su reclamo de mi opinión sobre lo que hacen otros medios, le reitero que sólo me ocupo de lo publicado en este diario, que se ha caracterizado por su no complacencia ante funcionarios sospechados de acciones non sanctas.

Para el lector Carlos Santillán, la publicación de la entrevista al ex jefe de la barra brava de Boca, Rafael Di Zeo (sábado 13, páginas 4-5 de Deportes) es cuestionable. En periodismo, no hay personajes prohibidos: la cuestión es el cómo. Cómo se lo entrevista, cómo se lo trata desde la información, cómo se lo edita. Un tipo como Di Zeo, condenado y preso durante más de cuatro años por violencia en el estadio de su club, es un apetitoso bocado para un buen entrevistador. La nota es atractiva, aunque me dejó con ganas de más.

Algunas a favor:

* La entrevista a Jorge Lanata publicada el domingo 14 en Espectáculos, horas antes del debut de PPT,  permitió inferir que la bomba preparada por el conductor apuntaba a un empresario vinculado con el poder.
* El mismo día, una crónica imperdible en la doble página central de Deportes. Ayelén Pujol se metió en la tribuna de mujeres de Independiente: el resultado, desopilante y con lo que debe tener un texto así: información+literatura.