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La caida de Lousteau, la eleccion de otro fernandez y el mismo gabinete k

El fantasma de Néstor

Ya no quedan dudas: Néstor Kirchner, el ex presidente en funciones, blanqueó su condición de tal. Lo hizo en el acto de asunción de la jefatura del Partido Justicialista el jueves pasado. Será conveniente recordar ese día por la impronta que a futuro habrá de tener en el devenir de la, hasta aquí, traumática y desvaída administración de Cristina Fernández de Kirchner.

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Ya no quedan dudas: Néstor Kirchner, el ex presidente en funciones, blanqueó su condición de tal. Lo hizo en el acto de asunción de la jefatura del Partido Justicialista el jueves pasado. Será conveniente recordar ese día por la impronta que a futuro habrá de tener en el devenir de la, hasta aquí, traumática y desvaída administración de Cristina Fernández de Kirchner.
La renuncia del ministro de Economía, Martín Lousteau, tiene el valor de una anécdota que encaja, a la manera de botón de muestra, en este nuevo escenario político porque el dato trascendente es que, a partir de ahora y como lo fue durante su gestión desde el momento en que lo echó a Roberto Lavagna, el ministro de Economía real se llama Néstor Kirchner.
Martín Lousteau sabía, ya desde hacía quince días, que su suerte estaba echada.
En realidad, hubo dos acontecimientos que marcaron, fatalmente, su destino como ministro. Uno fue la decisión que se adoptó de desplazarlo de las negociaciones con el campo. La otra fue el increíble desatino de su viaje de vacaciones a Buzios en plena crisis, hecho que, como Ud. lector recordará, fue descubierto por PERFIL.
No era ningún secreto que Néstor Kirchner nunca simpatizó con él. “La relación del ministro con el Dr. Kirchner es de consideración y respeto”, repetían en los alrededores de Lousteau cuando se hablaba de esto. Y estaba claro: lo que no había era afecto.
Néstor Kirchner y Martín Lousteau nunca tuvieron una reunión.
En los pasillos del poder se cuenta que el ex presidente en funciones decidió darle vía libre a Alberto Fernández para elegir un nombre a fin de ocupar el Ministerio de Economía una vez que Miguel Peyrano, harto de Moreno, tomó la decisión de no aceptar su continuidad en ese cargo en la presidencia de Cristina.
 
“La retenciones las puso Lousteau y ahora nadie sabe cómo salir de esto” repetían en el entorno del ex presidente en funciones desde el momento en que el campo se plantó.
La historia dice que, en una reunión en la que estaban la Presidenta, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno y el secretario de Agricultura, Javier de Urquiza, el entonces ministro de Economía fue quien propuso las retenciones móviles a las exportaciones de soja. Los allí presentes le preguntaron si eso no traería una protesta del campo. Lousteau dijo que no. Lo hizo de una manera tal que convenció a todos. 
Una vez producida la reacción de los ruralistas se juzgó que volver atrás con la medida sería interpretado como un signo de debilidad ya que, de hacerlo así, esto estimularía a otros sectores a lanzarse a reclamar otras reivindicaciones. Sin embargo, el hecho clave que imposibilitó cualquier chance de revisión de las retenciones móviles fue el involucramiento directo en la controversia de la mismísima Presidenta.
La decisión de apartar al hoy ex ministro de las negociaciones se tomó el viernes 28 de marzo pasado cuando, durante un cuarto intermedio que duró seis horas, Lousteau se habría asustado y habría sugerido la anulación de las retenciones móviles. “Así no son las cosas; una vez que se toma una decisión hay que llegar hasta el final”, fue la respuesta que recibió.    
Ese día terminó también su buena relación con Alberto Fernández, su sostén en el Gobierno.

Por lo tanto, no era casual la ola de rumores con los nombres de sus posibles sucesores que, de manera creciente, venía esmerilando su figura en las últimas dos semanas.
En la tarde del jueves ya había inquietud por su suerte cuando se conoció que un trabajo de su autoría –casi un verdadero plan económico– de unas tres o cuatro carillas iba a ser publicado al día siguiente por los diarios La Nación y Clarín. Es indiscutible que, al proceder de esta forma, Martín Lousteau estaba tratando de resguardar su imagen en la convicción de que eran pocas las horas que le quedaban al frente del ministerio. 
Vale la pena recordar algunos de los puntos enunciados en ese texto:

  • Aumento de tarifas de gas y luz para los consumidores residenciales altos en forma significativa.
  • Mantener las tarifas sin cambios para los sectores populares. Así pensaba ahorrar 5.000 millones de pesos en subsidios y obtener de las empresas un compromiso de inversión.  
  • Aplicar una muy moderada devaluación del dólar a lo largo del año para frenar la presión inflacionaria.
  • Bajar el aumento del gasto público del 49% al 27% para detener la demanda y el consumo.
  • Avanzar en la renegociación de la deuda con el Club de París.

Es probable que Néstor Kirchner conociera el pensamiento del entonces ministro cuando en su discurso del jueves por la tarde –discurso que, como es su costumbre, fue destemplado y agresivo– fulminó a quienes quieren enfriar la economía.
El final llegó en esas mismas horas. Hubo una reunión entre Alberto Fernández, Guillermo Moreno y Martín Lousteau. Fue durísima. Hubo reproches de todos para todos. Aquí los caminos se bifurcan. Unos dicen que fue Lousteau quien decidió hablar con la Presidenta y comunicarle su decisión de renunciar. Otros, en cambio, narran una acalorada reunión en Olivos, en la noche del jueves 24, entre el matrimonio presidencial y Alberto Fernández en la que se habría adoptado la determinación de echar a Lousteau. Ya había además, un nombre para sucederlo: otro Fernández, Carlos.

Carlos Fernández fue la cuarta opción para reemplazar a Martín Lousteau.
Las consultas a Lavagna existieron. Lavagna habló con Alberto Fernández hace unos catorce días y, tal como lo mencionamos en esta columna la semana pasada, esbozó algunas ideas sobre la situación económica. A Roberto Lavagna, la posibilidad de ser nuevamente ministro de Economía no le entusiasma para nada. Otra cosa sería la Cancillería o la Jefatura de Gabinete. Eso sí, sin Moreno. 
Al actual presidente del Banco Central, Martín Redrado, también lo tantearon para conocer su voluntad de acceder al cargo. Pero, con este contexto y con Moreno, el puesto de ministro tampoco le interesó.
Otro de los consultados fue Mario Blejer. Su repuesta fue tajante: no.
Al licenciado Carlos Melconian, quien, al igual que el matrimonio presidencial, supo apoyar las políticas económicas del ex presidente Carlos Menem, nunca le ofrecieron nada. Eso sí, desde algunos sectores del Gobierno recibió consultas. Es más, hasta el viernes por la noche, tenía agendada una reunión con Néstor Kirchner para el miércoles próximo. ¿Se hará? Tanto a Melconian como al Dr. Kirchner los aúna una dura y sufrida pasión: Racing.
La elección de Carlos Fernández como nuevo ministro de Economía se hizo, pues, por descarte. Da el perfil perfecto. Es un hombre técnico, de confianza extrema del ex presidente en funciones con quien tiene diálogo directo. Kirchner siempre le atiende el teléfono.  
“Soy un soldado”, se le escuchó decir en los pasillos de la Casa Rosada, rumbo a la ceremonia de su jura, el viernes pasado. Sabe que la economía está en problemas. Sabe, también, que Guillermo Moreno y sus métodos son “intocables”.
Nota al pie: A propósito de esto. Recordará Ud. lector aquella famosa definición de Néstor Kirchner cuando dijo que “Moreno era más bueno que Lassie”. La realidad ha demostrado la inexactitud de esa definición.
Tal vez sería más apropiado tomar a la serie Los intocables como referencia televisiva para Moreno. ¿En tal caso, qué personaje cree Ud. que encarnaría Moreno?

El problema clave que deberá enfrentar el nuevo ministro de Econmía y, en definitiva el gobierno de Cristina Fernández, es si Néstor Kirchner, el ex presidente en funciones que como tal es el ministro de Economía real de este engendro político que es el matrimonio Kirchner, se aviene a aceptar la necesidad de cambios que, indiscutiblemente, está requiriendo la política económica.
“El problema de Néstor Kirchner es que no escucha. Tiene una mentalidad de almacenero y, por lo tanto, ve los problemas de uno a la vez y no como un todo complejo” ,dijo el jueves Alfonso Prat-Gay, quien sabe muy bien de lo que habla. Fue presidente del Banco Central hasta septiembre de 2004  y transitó la intimidad del poder del ex presidente en funciones.

El daño que Néstor Kirchner le está produciendo a la figura de la presidenta Cristina  Fernández, su esposa, es enorme. Uno de los logros del Dr. Kirchner fue la recomposición de la autoridad de la figura presidencial, que venía muy dañada después de la crisis de 2001-2002. Todo esto lo está tirando por la borda.
La Argentina es un país presidencialista. El ejercicio del poder requiere de una institución presidencial con autoridad. La historia de nuestro país nos enseña con numerosos ejemplos los males derivados de una presidencia débil.
Néstor Kirchner está convencido de que una presidencia fuerte es igual al grito, al discurso de barricada, a la crispación, a la confrontación y al maltrato. Nada más alejado de la realidad. Pero, por si esto fuera poco, el mensaje que deja cuando sale a vociferar la necesidad de apoyo a Cristina es que hay una presidencia débil. Este es un error increíble sobre el que el matrimonio Kirchner debería reflexionar profundamente. El principal enemigo de la figura de Cristina hoy es Néstor, su esposo.
El gabinete de Cristina es, salvo algunos retoques, el mismo que el de Néstor. El único ministro de peso político que nombró Cristina, Martín Lousteau, se fue, y quien lo reemplaza, Carlos Fernández, es hombre de Néstor.
Si hasta los radicales K, en vez de ir a entrevistarse con Cristina, fueron a verlo a Néstor para pedirle que los deje ayudar al Gobierno del que, supuestamente, son parte.
Las encuestas que tiene el Gobierno y que no publica, confirman la caída de la imagen de Cristina. Y la condición de Néstor como ex presidente en funciones la perjudica aún más. La figura presidencial de Cristina Fernández de Kirchner debe ser preservada. Esto va más allá de las simpatías o antipatías políticas. Esto tiene que ver con la salud institucional de la República.
En este sentido y como aporte a la institucionalidad de la República, tal vez Néstor Kirchner debería repensar la idea de dedicarse a la creación de un café literario aun cuando la literatura no le apasione y por el bien de su salud deba cambiar el café por el té.

Producción periodística:
Guido Baistrocchi.