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nueva dirigencia

El futbol y el país

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Desde que se instaló como deporte-espectáculo por antonomasia, hace como un siglo, el fútbol está incorporado a la esencia de la vida social, en nuestro país como en muchísimos otros. El campeón del torneo -en esta ocasión, San Lorenzo- se ha visto que llega hasta el corazón del Papa Francisco. La elección de autoridades en River es noticia desde el comienzo de la campaña hasta hoy, y seguirá siéndolo. Los corazones de millones de personas palpitan semana a semana al compás de los resultados de los partidos. Esta pasión de multitudes es más que una pasión: es espectáculo, es fuente de identidades imaginarias, es un canal de ascenso social, es objeto de interés y de preocupación para los políticos, es un área de negocios de vastas dimensiones, es objeto de fraudes, desfalcos y grandes corrupciones, es tierra de desbordes violentos frecuentes y tierra de cultivo de la violencia mafiosa organizada que asola a la sociedad toda.
El fútbol condensa todo lo bueno y todo lo malo de la sociedad argentina. Lo bueno es conocido, pero conviene no menospreciarlo. El fútbol refleja un modelo de pauta en la forma de plantear y vivir la vida individual: talentos individuales, amor por las identidades esenciales y a la vez irrestricto universalismo en los hechos (no hace falta dejar de ser de Boca, de Estudiantes o de Central, ni fervoroso hincha de Argentina, para ir a jugar a Italia, a España o a Dubai, quizás al mismo tiempo despotricando contra las importaciones y clamando por valores “nacionales”), movilidad social como proyecto individual, espectáculo disfrutable sanamente, catarsis emocional y deleite para los sentidos. Del lado malo: administraciones abismalmente incompetentes, corrupción, fraude, negocios turbios, altos costos para el fisco, violencia, mafia. Uno puede encontrar en una cancha de fútbol un día cualquiera a varios prototipos de los mejores y de los peores especímenes humanos imaginables.
Lo bueno que encierra el fútbol es valioso. Hay alguna gente rara a la que no le gusta; a la mayoría le parece estupendo y disfrutable. Lo malo que encierra el fútbol en muchos países es neutralizado por regulaciones, imposición de la ley y ejercicio de autoridad; y funciona. En otros países es un carcoma incontrolable, que avanza destruyendo lo bueno. Uno de esos países es la Argentina.
Ahora hay una oportunidad: renovaciones de autoridades en algunos clubes importantes, con el ascenso de gente notoria que dice llegar con buenas ideas para potenciar el lado bueno del fútbol -y, desde luego, para administrar esos déficits cuantiosos que terminamos pagando todos-. Es una oportunidad, y no es menor. Porque los argentinos tendemos a lamentarnos día a día por lo que nos ocurre -que es una suerte de pesadilla cotidiana- pero no alcanzamos a descubrir qué hacer para cambiar las cosas. Estas organizaciones futbolísticas, importantes, relevantes, notorias para todos, pero que están del lado “micro” de esta sociedad enferma en lo “macro”, pueden ser la gran oportunidad para empezar a mejorar las cosas una a una, en escalas absolutamente manejables, y a la vez en campos donde la visibilidad de todos es alta. Podría decirse: demos un mandato colectivo a las dirigencias de los clubes, un respaldo a las que ya llevan algunos años haciendo esfuerzos loables (en Lanús, en Newell’s, por decir algunos) y a las nuevas, rodeadas de inmensas expectativas (digamos, las de San Lorenzo o River): juzguémoslas por algo más que los resultados en el próximo campeonato.
Guardo en la memoria una interesantísima conversación con Pasarella, hace pocos años. Me dijo, en síntesis: lo que más me preocupa es lo que sucede a los cientos de chicos que vienen a aprender a jugar al fútbol soñando con llegar a ser profesionales, y fracasan. Son la mayoría de los que vienen; unos pocos triunfan, unos poquísimos llegan a ser internacionales. Los que fracasan se vuelven a la villa de donde vienen con una amargura que los marca; no tienen otras herramientas para salir adelante. Yo quisiera, me dijo Pasarella, encontrar una respuesta efectiva para todos esos chicos.
Es posible que River, en su área educativa, posiblemente esté haciendo algo en ese plano. También lo hace Defensores del Chaco y otras ong no profesionales: darles a los chicos oportunidades en el fútbol pero a la vez darles herramientas para que, si no es a través del fútbol, de todos modos pueden abrirse un camino en la vida. El fútbol es una galaxia que puede cambiar la vida de mucha gente y contribuir a la felicidad de mucha gente. Necesita dirigentes que quieran hacerlo. Como la Argentina.

*Sociólogo.