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poesias

El huevo frito

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Hay momentos en que los poetas “fuertes”, para llamarlos de alguna manera, toman decisiones estilísticas que hacen avanzar a la poesía en la que escriben. No sólo su poesía personal sino la poesía general. La elección de un adjetivo, la determinanción para hacer que un tema que antes parecía estar fuera del alcance de la poesía de golpe parezca central. De este modo lo que hacen es ampliar la paleta de colores del registro poético de un determinado tiempo en un determinado lugar. También las influencias que estos poetas admiten como tal terminan siendo determinantes. Por ejemplo, T.S. Eliot no sólo se vio influenciado tempranamente por Jules Lafforgue –que escribía poesía en verso– sino por el fraseo de Joseph Conrad y los temas de Henry James. Es decir que el poeta trabaja como un soldador –nunca como un soldado–, mezclando registros en la alta noche con su máscara de acero para que las chispas de los versos que cruza no lo dejen ciego. En El solicitante descolocado, Leónidas Lamborghini hace varias maravillas metabolizando influencias y vida para lograr un tipo de belleza que antes era desconocida para la poesía argentina. Por ejemplo, en una página, como si fueran dos poemas objetivistas de George Oppen, escribe: “un huevo frito para mí/ un huevo frito para vos”. ¿Qué mierda es eso? Podría decir un crítico severo. ¿Dónde ve poesía ahí? Sin embargo, a lo largo del poema los versos siguen resonando y lo que sabemos es que las personas que viven en una casa alejada, con una hamaca como único consuelo de diversión, en medio de un jardín desvastado, a veces tienen sólo para comer “un huevo frito para mí/ un huevo frito para vos”. Cuando Leónidas Lamborghini eligió poner ese verso y decidió que esos versos eran poesía tomó una decisión capital e hizo avanzar a la poesía argentina. De la misma manera en que Borges dijo que cuando tomó en sus manos un montoncito de arena del Sahara, sintió que estaba modificando el desierto.