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El marxismo de Macri y Peña

Por la preocupación creciente en el oficialismo respecto a las elecciones, el Gobierno intenta pegar un giro brusco en su política económica.

Spots “espontáneos”: Marcos Peña los hizo
Spots “espontáneos”: Marcos Peña los hizo | cedoc

Producto de la preocupación creciente en las filas oficialistas respecto al devenir electoral, el Gobierno intenta pegar un giro brusco en una parte sensible de su política económica, como la del (des) control de precios, para llegar con algún oxígeno a la opción reeleccionista.

Se entiende. Con más dosis de voluntarismo “nopasanadista” que de realidad, el Presidente y su jefe de Gabinete pensaron que polarizar con Cristina, resaltar los avances institucionales, mostrar obra pública, evitar debatir de economía y manejar el dólar bastarían para transitar discursivamente con cierta expectativa una campaña de seis meses.

La inestabilidad cambiaria y, sobre todo, el persistente proceso de estanflación (recesión más suba de precios) ha trastocado los planes macristas. Una vez más. “Me siento un pelotudo hablando de ‘cambio cultural’ cuando cada vez más gente no llega a fin de mes”, grafica un alto funcionario de Cambiemos con fastidio.

Vidal y Rodríguez Larreta, caminantes de sus territorios, han sido tradicionalmente los más insistentes en transmitir la angustia social, con el fin de disparar correcciones. En general, sus planteos cayeron en saco roto.

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Pero en los últimos días se sumó una variable que casi no tiene competencia. Las encuestas cuanti y cualitativas que maneja el laboratorio electoral del Gobierno empezaron a dar señales demoledoras a la esperanza de que Macri sea reelecto. Si bien el macrismo ya azuzó ficticiamente en la campañas de 2015 y 2017 el fantasma de una posible derrota para incentivar la absorción de todo el voto anti K, esta vez el alerta es en serio, según aseguran en la Casa Rosada.

Solo desde ese escenario de preocupación, argumentan en el macrismo, se pueden explicar algunas propuestas y cruces internos por estas horas para intentar domar la situación económica y, por ende, la perspectiva electoral.

Así es que desfilan la apertura del Gobierno a sus socios de la UCR (tanto en la posibilidad de abrir la fórmula presidencial como en aceptar sus recomendaciones económicas), el inesperado “romance” de Macri con Lousteau, la reapertura de la mesa política, la postergación de aumentos tarifarios y, especialmente, el congelamiento de precios en algunos productos de la canasta familiar.

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Como el verbo “congelar” congeló al Presidente cuando lo vio impreso en medios insospechados de ser opositores, sobrevino un terremoto puertas adentro y la aclaración que serán “acordados”.

Todo para simular que este tipo de medidas tradicionales en nuestra historia expondrían la flagrante contradicción oficial respecto a sus denostadas décadas donde todo se habría hecho mal. Al parecer tienen unos principios, pero si no sirven pueden tener otros, como diría Marx. Groucho Marx.