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El misterio de Cristina

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Por lo común, al fin de los mandatos de los presidentes solemos preguntarnos por qué gobernaron como gobernaron y no hicieron por lo general lo que esperábamos, y en su condición de ex presidentes ellos escriben sus memorias para la historia donde se limitan a informar que hicieron lo que pudieron de acuerdo a la oportunidad que tuvieron y el estado de cosas que les dejaron quienes los precedieron en el arte de gobernar. De tal modo que la cadena de responsabilidades se delega hacia atrás y la culpa comenzaría en Pedro de Mendoza, si no antes. El único problema para esta conducta de errores irremediables y antedatados es que eventualmente la Justicia (cuyos tiempos se aceleran o detienen de acuerdo al metrónomo del poder) encuentre en los hechos del ex presidente alguna responsabilidad personal.
En su momento, el liberal y privatista Carlos Saúl Menem Primero y Unico encontró la salvaguardia necesaria para las acciones de su gobierno (que Macri parece empeñarse en emular) en un cómodo y siestero curul senatorial, contando con el apoyo y la comprensión de sus aliados gubernativos de aquel momento, los nacionalistas y populares del FpV. Deleites de la realpolitik. Y todos suponíamos que llegado el momento de bajar del trono, también Cristina de Todos y Todas buscaría un amparo institucional de protección. Pero esto no ocurrió. Y no porque ella no acumulara causas (casi tantas como carga –y de las que rápidamente lo van desprocesando– el presidente actual).
Durante todo este tiempo me desveló el misterio. ¿Por qué no agarró siquiera un puestito de diputada en el Parlasur? Hizo como quien dice: “No es que no haya nada que temer, sino que yo no temo a nadie”. Me pregunté por qué ocurría esto y descubrí que así como los buenos actores no quieren repetir su papel, Ella, que pasó de esposa a viuda, de madre a abuela, de diputada a senadora y de senadora a primera dama y luego a presidenta de la nación no iba a aceptar sin mengua de su autoestima el decadente signo de la reiteración. El exilio del poder no la tuvo ni en el último día fatigada de sus fatigosas cadenas nacionales ni de sostener en su prístina carne la promesa de una duración indefinida de esa verdad en la que creen sus acólitos, verdad que está dentro de la política, pero también más allá y se acerca indelicadamente a la mística y a la fe. En el futuro próximo, si no opta por la reclusión y el silencio, se prepara para actuar de Jefa Espiritual de la Oposición Pura y Dura, Candidata a Anticiparse a Massa, Urtubey et altri si a Macri le fuera muy mal, o de Primera Presa Política, si el globo de ensayo hecho con Milagro Sala ascendiera hasta el tope en la cadena de mandos. Quizá esta última perspectiva resultaría complicadísima para la salud social del país pero, sin duda, para Cristina resultaría un gran papel.