COLUMNISTAS
REPRESION Y ‘WORK-LIFE BALANCE’

El Mujica empresario

El diálogo cordial entre el histórico industrial Héctor Méndez y el titular de la Cámara de la Construcción, Gustavo Weiss, sobre sus fechas de arribo a Punta del Este, días atrás en un almuerzo en el hotel Sheraton, contrasta con el diciembre que ardió la última semana en Buenos Aires.

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El Mujica empresario. | S.U.

—Yo me voy el 20, ¿vos cuándo llegás?

—Yo llegaré recién el 26. Nos vemos allá.

El diálogo cordial entre el histórico industrial Héctor Méndez y el titular de la Cámara de la Construcción, Gustavo Weiss, sobre sus fechas de arribo a Punta del Este, días atrás en un almuerzo en el hotel Sheraton, contrasta con el diciembre que ardió la última semana en Buenos Aires. Ni qué decir de los mails que les están llegando a los invitados al cumpleaños número 60 de Alejandro Roemmers, dueño de los laboratorios homónimos, que irán de festejo con todo pago un par de días en febrero al hotel La Mamounia en Marrakech, Marruecos, justo en momentos en que se discute si el cambio de fórmula para aumentarles a los jubilados les permitirá comprar más o menos medicamentos, que él fabrica, muchos de los cuales subieron más del 100% desde 2015.

Es que por más compromiso con el país y repudio contra “la violencia de los legisladores” que hayan expresado los hombres de negocios nucleados en el Foro de Convergencia Empresarial el último viernes, cortar en diciembre es sagrado, patear reuniones para fines de enero es tener estilo.

De hecho, es la elección del propio presidente Mauricio Macri, que ya decidió que después de Navidad parte rumbo al sur, donde hace un año ni siquiera cortó el descanso para echar al entonces ministro Alfonso Prat-Gay. Será toda una reafirmación de la importancia que esta gestión le da al work-life balance que se enseña, por ejemplo, en la Universidad Austral si aterriza en el country de Cumelén junto a su amigo Nicolás Caputo después de otra semana de tensión, en la que todo su paquete de medidas económicas se pondrá a prueba. Antes de viajar intentará abrochar finalmente la reforma previsional y avanzar luego con el pacto fiscal con los gobernadores y la reforma impositiva. Todo en un Congreso que volverá a sesionar hipervallado justo en efémerides que aún condicionan tanto al Gobierno como a la oposición. A la Casa Rosada, porque hasta que no complete su primer mandato vivirá con el fantasma dosmilunesco a cuestas, y a la oposición más retrógrada, porque quiere ser vegana pero se relame cuando huele un vacío.

Espejo. A esta altura, daría la impresión de que Macri ha decidido ser el José “Pepe” Mujica de la derecha, centroderecha o lo que sea que represente su espacio, en el sentido de gobernar como se vive y vivir según las convicciones más profundas desde las que gobierna. El ex presidente uruguayo fue antes guerrillero con banderas de izquierda y justicia social y se mantuvo siempre en su rancho, con su auto viejo y su look desprolijo. El líder de Cambiemos, en tanto, es heredero de un empresario sinuoso y no oculta que descansa en casas de magnates amigos que le prestan mansiones y helicópteros, mientras él pone énfasis en estimular a las compañías para que inviertan con una guerra a los costos y la inseguridad en todas sus formas.

El costado más extremo de estas posiciones del jefe de Estado pareciera verse cada vez que le toca gestionar el orden en el espacio público. Banca a full la bestialidad operativa y discursiva de su ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que le ha dado tal envión a las fuerzas de seguridad que detienen gente al voleo, como se vio el jueves pasado. Lo de “Macri, basura, vos sos la dictadura” es una idiotez. Es un presidente de la democracia, pero que ya a esta altura tiene que demostrar más que puede controlar su instinto de rico que se harta que que no es De la Rúa. Basta ver los últimos cinco años de búsquedas en Google de la palabra “represión” en la Argentina, una mirada tan naif y sesgada (también se podría buscar “paz” y atribuírselo) como concreta. Los cinco picos de mayor cantidad de registros son suyos, empezando por el de abril de 2013, cuando la Policía Metropolitana que conducía su entonces ministro Guillermo Montenegro entró al Hospital Borda y les tiró a pacientes. Ah, Montenegro estuvo el viernes en la Casa Rosada. Querían tener una segunda opinión tras los desmanes.