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El nacimiento de una nueva cultura política

Que Cristina no haya obtenido la cantidad de votos que le auguraban y la espectacular perfomance electora del Gobierno, nos pone frente a un escenario político diferente.

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Montenegro, Ocaña, Flores, Bullrich, González. Las caras más visibles de las listas de Cambiemos. | Cedoc.
A la hora de escribir esta columna la elección en la provincia de Buenos Aires no estaba definida. Sin embargo, el sólo hecho de que Cristina Fernández de Kirchner no haya obtenido la cantidad de votos que le auguraban la mayoría de las encuestas sumado al hecho de una espectacular performance electoral del gobierno a nivel país, nos pone frente a un escenario político nuevo y diferente. Nuevo por la consolidación de Cambiemos a nivel nacional y diferente porque exhibe signos que muestran el incipiente nacimiento de una nueva cultura política. 

De esto último hablan los resultados en zonas del conurbano bonaerense que se creían bastiones inexpugnables del kirchnerismo en particular y del peronismo en genera, y en Santa Cruz y San Luis, bastiones de una concepción feudal de la política. La derrota de Adolfo Rodríguez Sáa es  categórica. En santa Cruz, se ha asistido a la defunción del kirchnerismo, no sólo por la derrota sino también por el clima de hostilidad reinante contra los Kirchner. No sólo CFK no fue a votar; tampoco lo hicieron sus hijos Máximo y Florencia. 

Seguramente, hoy ninguno de ellos puede caminar con tranquilidad por las calles de Río Gallegos.  Claro que todavía quedan reductos inexpugnables como la Formosa de Gildo Insfrán. Que en medio de la crisis social  que está aún lejos de ser solucionada, de una pobreza estructural que muestra índices elevados, de un crecimiento de la actividad económica dispar e insuficiente para generar los puestos de trabajo que permita combatir en forma transversal el desempleo, el oficialismo haya hecho una elección notable, habla que en un porcentaje de la población conviven la esperanza de que las promesas gubernamentales se hagan realidad así como también el hastío con el pasado. Es ese pasado de los doce años del kirchnerato abundantes en prepotencia, divisiones, despotismo y corrupción. 

El gobierno debería hacerle un monumento tanto a María Eugenia Vidal como a Elisa Carrió que se pusieron sobre sus espaldas la campaña. La presencia de la gobernadora fue clave para subsanar las debilidades que dejó al descubierto Esteban Bullrich. Vidal jugaba ayer –y lo repetirá en octubre- el presente y el futuro de su gobierno. Jugaba también –y lo repetirá en octubre- su proyección futura, hoy con aires de presidenciable.  Carrió le bien prestando un enorme servicio a Mauricio Macri. Su actitud de alerta frente a los errores cometidos en estos 19 mese de gestión le han sido –y le seguirán siendo- de una gran ayuda. 

Entre los que también se ganaron un lugar en el podio del triunfo están Marcos Peña y Jaime Durán Barba. Peña es una pieza clave en la gestión diaria y en todo el armado comunicacional de Cambiemos que no pierde detalle de las sugerencias y opiniones de Durán Barba. El consultor estrella de Macri –al que, por lo que se vio en la campaña, CFK prestó mucha atención- debió luchar fuerte y perseverantemente frente a hombre de mucho peso político, como el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, quien supo expresar su desacuerdo con el armado electoral en territorio bonaerense. 

El gobierno vive un momento de cauta euforia. Sabe que todavía falta octubre. Pero respira tranquilo. Espera que el dólar deje de subir y que la incertidumbre económica empiece a despejarse. Queda por ver qué va a pasar en el peronismo. Esa es otra historia cuyo primer capítulo comenzará a escribirse mañana.