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Referendum

El peso de las memorias

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¿Cuáles serán los efectos prácticos del referéndum que los isleños desarrollarán entre hoy y mañana? Si pensamos que la posición oficial argentina es la de negarle cualquier entidad, todo se resume al uso que los británicos y los isleños vayan a hacer de él. Antes de eso, es interesante pensar de qué modo lo viven los habitantes de Malvinas. Planteada la pregunta, las posiciones están divididas. Algunos están contentos porque consideran que demostrarán sus deseos al resto del mundo, y especulan con que será una herramienta para las negociaciones futuras. Otros lo critican, aunque no abiertamente. Los motivos son varios: desde verlo como un gesto para la tribuna que carece de sentido, hasta tener la sospecha de que quienes lo impulsan buscan sacar un rédito personal. Hay una cantidad de internas típicas de pueblo chico exacerbadas por el dinero que llega a las islas en abundancia. Pero ante la posición frente a los argentinos es evidente que estas divisiones son secundarias: basta salir a caminar por la costanera, Ross Road, para ver banderas inglesas e isleñas por todos lados, así como carteles que invitan a votar positivamente, y que burlonamente señalan Don’t Cry for Us Argentina (“No llores por nosotros, Argentina”). Hay un enojo generalizado, con distintos niveles de profundidad y fundamentos, acerca de la política argentina en relación con ellos, y que cae sobre el puñado de argentinos que estamos de visita o que viven aquí.

Esa visión monocorde que las banderas al viento refuerzan es la que también tenemos los argentinos sobre los isleños, y en ese punto es donde se empantanan las cosas. Porque salta a la vista que, aunque pequeña numéricamente, la sociedad malvinense se está volviendo más compleja en su composición. Muchos de los isleños más “duros” hacia los argentinos están envejeciendo, y es una cuestión de la naturaleza que aquellos más afectados por la guerra de 1982 vayan perdiendo peso en la comunidad, aunque evidentemente tienen mucho. De modo semejante a lo que nos sucede a nosotros con nuestra propia historia, el problema no es tanto lo que sucede actualmente entre los más jóvenes sino lo que los abuelos o padres transmiten a sus vástagos acerca de los argentinos. Ese, a la vez, es un hueco en nuestras historias sobre la guerra: la experiencia de los civiles durante los 74 días de presencia argentina en las Malvinas. ¿Vamos mucho más allá de las historias que los describen como resistentes, inclusive de los relatos que dicen que dispararon contra los soldados argentinos? Mi impresión es que no sabemos muchas cosas más allá de eso, y sería bueno empezar a preguntarlo, aun a costa del rechazo inicial. Es fácilmente perceptible que las memorias de la guerra están a flor de piel aquí, y que duelen mucho. Hay un “relato oficial” sobre nosotros, por supuesto, pero a medida que se avanza en la conversación emergen las contradicciones y las perplejidades. Isleños afirmando que no hubieran lamentado que mataran a todos los argentinos, pero que a la vez les preparaban comida todas las noches a los jóvenes hambrientos que llegaban furtivamente a su puerta. Historias como ésta tienen todas las características de los testimonios orales agigantados y estereotipados por el paso del tiempo, pero a la vez tienen una base que es real.

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Mientras los isleños se preparan para votar, se nota que el tiempo ha pasado. En 2007, durante mi primera visita a Malvinas, en Goose Green los galpones de esquila –donde los argentinos habían sido confinados luego de su rendición– aún tenían pintado “POW” (prisioneros de guerra) para evitar los ataques de la aviación. Hoy lucen su pintura negra flamante y no quedan vestigios de las inscripciones de tiempos de guerra.

A escasa distancia, sin embargo, está el cementerio argentino. El peso de las memorias de esa guerra dificulta a ambos lados del Mar Argentino la posibilidad del acercamiento entre aquellos más afectados por los acontecimientos, suponiendo que esa posibilidad sea algo buscado y deseado aun por encima de la vieja disputa.


*Historiador. Escribe desde las Malvinas.