COLUMNISTAS
legado de un pensador

El privilegio de haberlo conocido

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A fines de la década de los 80, principios de los 90, empecé la facultad. Recuerdo que poco antes de decidirme a estudiar Ciencia Política llegó a mis manos el texto de Manuel Mora y Araujo La naturaleza de la coalición alfonsinista, y al terminar de leerlo supe inmediatamente que eso era lo que quería estudiar, hacer, escribir y enseñar. ¡Quedé fascinado!
Ya en la universidad como estudiante, en los primeros años 90, lo conocí. Pero su fama y prestigio me paralizaban cada vez que lo veía. Fue profesor mío también en el posgrado. Era un profesor diferente y, según mi punto de vista, portaba un halo de celebridad: era el profesor que veías en la tele y leías en los diarios. No obstante, en el trato era una persona de lo más amable, cordial y amistosa, y no es algo menor considerando su condición de académico y profesional de la consultoría política.

Tenía una forma de abordar la política parsimoniosa, precisa y para nada arrogante o pretenciosa. Era claro. Su claridad se plasmó en muchos libros sobre la opinión pública y la sociología del voto, imprescindibles para entender la política argentina y analizar la coyuntura, tales como El voto peronista o Ensayo y error, por citar algunos de ellos.
Tenía un enfoque analítico sobre la opinión pública que plasmó con claridad en 2007 en un gran libro de texto, The Power of Conversation: Elements for a Theory of Public Opinion, que sin lugar a dudas influirá en todos los que fuimos sus alumnos, discípulos o simplemente seguidores de sus columnas. Su enfoque para el análisis de la política electoral argentina y la opinión pública se basaba en una matriz de segmentación que había desarrollado a lo largo de todos sus trabajos, y que consistía en un patrón subyacente asociado a temas que marcaban de manera singular la política argentina: la opinión en torno al nivel de intervención en la economía, la simpatía o antipatía en relación con las fuerzas armadas, los sindicatos y la Iglesia. Del cruce de esas opiniones entendía que emergían los segmentos que alimentaban la constitución de los principales actores del juego político tanto del lado de la oferta (los partidos) como de la demanda (la opinión pública). Desde luego, el tamaño de los segmentos (corporativistas, liberales, desarrollistas, etc.) fueron variando a lo largo de estos años, pero los temas siguieron siendo estructuradores de los segmentos de opinión pública, tal como lo describió en su libro La argentina bipolar: los vaivenes de la opinión pública 1983-2011.

Las vueltas de la vida hicieron que, luego de muchos años de leerlo y admirarlo, haya tenido la fortuna de compartir con él cercanamente este último tiempo. Mi vínculo personal comenzó cuando asumí como director de Ipsos-Mora y Araujo, por un breve período hasta hace muy poco tiempo. Al principio me parecía increíble estar al lado de él dirigiendo la que había sido en su momento la consultora de opinión pública que él había fundado. Debo confesar que, al principio, me dirigí a él de una forma tan reverencial que me pidió con su estilo sobrio y amable que nos tuteáramos. Con el tiempo nos fuimos haciendo confidentes. Yo le pedía consejos semanalmente, casi todos los miércoles, cuando solíamos almorzar juntos. Sobre todo cuando íbamos a comer a una de esas hamburgueserías gourmet que, quizás ahora que lo pienso, le estarían vedadas, y eran de sus favoritas. Me contó muchísimas anécdotas de su extraordinaria vida: su ida a Flacso Chile, su relación con Galtung, su escala en París, su estadía en Oslo, la fundación Bariloche, cómo fundó la consultora, la política en los 80 y en los 90, su paso por el rectorado de la UTDT y demás. Uno tenía la sensación de que no alcanza una vida para vivir todo lo que había vivido.

A veces, en algunos eventos públicos, cada vez que me presentaba a alguien solía bromear diciéndoles: “Te presento a mi jefe”. Debo confesar que sólo estar al lado de él te hacía sentir importante. En diciembre de 2016 me tocó hacer una presentación con público en Ipsos.

Manolo estaba presente y recuerdo haberle confesado en plena presentación que cuando yo era joven quería ser, cuando fuera grande, como él. Insisto, se necesitan varias vidas para ser cómo él, y además mucha sopa, como dicen en el barrio. Manolo ha sido uno de los pilares del análisis político, la consultoría y la opinión pública de Argentina, conocido en la región y mundialmente. Un profesional con un prestigio que pocos portaban y portan. Su nombre no sólo es admirado por los colegas y los estudiosos de la política y las elecciones, sino también por el gran público. Fue quizás uno de los privilegios más grandes que tuve, y uno de mis mayores gustos, haberlo conocido, aprender de él y tenerlo cerca.n

Conicet-Universidad de San Andrés, ex director Ipsos Mora y Araujo
@dgreynoso.