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El souvenir del ataque

El “hombre con antecedentes psiquiátricos” que le pegó en la cara con la réplica de la catedral de Milán a Silvio Berlusconi, ¿había comprado el souvenir y cuando lo vio a il cavaliere se lo arrojó en un rapto de furia porque era lo único que tenía a mano?

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El “hombre con antecedentes psiquiátricos” que le pegó en la cara con la réplica de la catedral de Milán a Silvio Berlusconi, ¿había comprado el souvenir y cuando lo vio a il cavaliere se lo arrojó en un rapto de furia porque era lo único que tenía a mano?, ¿lo compró a propósito ya premeditando el acto?, ¿o lo agarró y la tiró sin pagar? Ahora el souvenir del Duomo es el regalo más popular para Navidad en Italia, el presente ideal para el familiar opositor que se la pasa despotricando contra el oficialismo. Un objeto transicional, entre la bronca interna y el acto. Un souvenir del ataque, más que del sitio histórico y religioso.

Algo similar sucedió con los souvenirs de las Torres Gemelas que el día mismo del atentado se convirtieron en un objeto extraño, cargado de un nuevo significado de destrucción. Un chiste italiano mostraba varios cuadraditos: en el primero decía Milán y se lo veía a Belusconi recibiendo la mini catedral por la cabeza, en el segundo decía Pisa y le revoleaban una mini torre inclinada, en el tercero decía Roma y le tiraban un mini Coliseo.

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Me pregunto qué souvenirs deberían temer nuestros mandatarios locales, porque creo que no hay monumentos históricos porteños hechos réplica. Pero habría que tener cuidado con los rebenques, los pingüinos de piedra rosa, las parejas de tango fundidas en bronce. Y sin embargo que le den al lujurioso casanova Berlusconi, al hombre de sangre azul (por el viagra), con una catedral por la cabeza es demasiado simbólico, como si hubiera sido la dureza moral la que le rompió la sonrisa seductora. Sin malicia, pero en un guiño involuntario, el Papa Benedicto XVI lamentó la agresión y le envió un telegrama de solidaridad.