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Elogio de Carlos Tevez

Carlos Tevez en la entrevista con Fantino que desató la polémica sobre la pobreza en Argentina.
| Captura de TV.

Es conocido el aprecio que se dispensa a los pobres redimidos: aquellos que, nacidos en la pobreza, consiguen salir de ella. No pocos mitos burgueses se forjaron con tales proezas: el del autodidacta de provincia que llega a presidente de la Nación, el del changuito cañero que llega a gobernador de provincia, el del canillita humilde que llega a poderoso dueño de un diario; en fin, todos aquellos que logran el milagro alquímico de haber surgido de la nada (como si la pobreza fuera la nada) para después convertirse en algo (o, como suele decirse, en alguien; como si los pobres no fuesen nadie).

Y es que, con esos mitos, se labran otros: el del progreso universal, el de la igualdad social de oportunidades, el de la posibilidad de mejorar y ascender para todo el que se lo proponga y se esfuerce (con su correspondiente corolario, obtenido por lógica inversa, si es que no por lógica perversa: que el que no mejora ni asciende es porque no se lo propone de veras o no se esfuerza lo suficiente). Lo que haga falta, en definitiva, para no tener que admitir que, en el orden social imperante, tal y como está dispuesto, los que alcancen a zafar de la miseria serán siempre, por definición, unos pocos. Que sean todos es completamente imposible, que sean muchos es imposible también.

De esos héroes (pues se los toma por héroes) que han conseguido eliminar de sí la pobreza se espera que conviertan su historia personal en una fábula ampliada de validez general; que contribuyan a extender lo que les tocó a la realidad social como un todo; que cooperen con el propósito de la negación colectiva de la pobreza; que se conviertan en agentes vitalicios de la postulación de que la pobreza no existe, o que podría dejar de existir para aquellos que así lo decidan.

Cuando no lo hacen, cuando no se prestan, cuando han llegado a ser incluso ricos y a acceder a los lujos y a la abundancia, y aun así no se olvidan del lugar de donde vienen, de quiénes son y de quiénes son los suyos, arrecian contra ellos diluvios de desprecio: andanadas de discriminación social y racial expresadas con impudicia incluso en los medios de comunicación. El mito burgués se complica y se enfurece; sólo encuentra algún consuelo si alcanza a verlos caer, otra vez, en la desgracia (como pudo pasar con Gatica, como llegó a pasar con René Houseman). Pero si eso no llega a ocurrir, si no hay caída ni vuelta y el que fue pobre y dejó de serlo se resiste a negar y a olvidar, entonces surgen unos cuantos, tal y como sucedió hace unos días, que arremeten con rencor.

Otras virtudes de Carlos Tevez que puedo consignar aquí son las siguientes: la protección de la pelota con el cuerpo, el giro y el arranque con potencia, el ritmo en el baile, la simpatía, el carisma, la grandeza de espíritu.