COLUMNISTAS
EL SAN LORENZO DE RUSSO

Elogio del perfil bajo

Cuando Juan Román Riquelme dijo que San Lorenzo tiene el mejor plantel, todavía Boca no había metido los ocho goles con los que despachó a la Liga de Quito y a Newell’s. Sin embargo, estas dos brillantes actuaciones del juvenil equipo xeneize no ocultan la excelente tarea que está realizando San Lorenzo y no borran el concepto de aquellas declaraciones de Román. Al contrario, habiendo un rival de la jerarquía de Boca, el trabajo del equipo azulgrana se valora aún más.

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Cuando Juan Román Riquelme dijo que San Lorenzo tiene el mejor plantel, todavía Boca no había metido los ocho goles con los que despachó a la Liga de Quito y a Newell’s. Sin embargo, estas dos brillantes actuaciones del juvenil equipo xeneize no ocultan la excelente tarea que está realizando San Lorenzo y no borran el concepto de aquellas declaraciones de Román. Al contrario, habiendo un rival de la jerarquía de Boca, el trabajo del equipo azulgrana se valora aún más.

Este ciclo sanlorencista empezó diferente a aquel que encabezó Ramón Díaz a comienzos de 2007. En primer lugar, porque el perfil bajo de Miguel Angel Russo no atrajo a la prensa como sí lo hacían el Pelado y su carisma. Y, se sabe por experiencia, cuanto más bajo sea el perfil del entrenador, más cómodos están los jugadores. Esto parece estar pasando en el San Lorenzo de hoy. Conozco a Russo desde su época de jugador y, salvo una discusión con Luis Islas en Santa Fe en 1984, no se le conoce conflicto alguno.

Que se entienda bien: no es que no haya tenido conflictos, todos los tenemos en algún momento de nuestras vidas profesionales. Pero Russo siempre se ocupó de que las cosas llegaran sólo a los oídos de quien correspondiera. Cuando dejó Boca –lugar en el que estaba muy feliz– se fue a Punta del Este tres meses y no dijo nada. Estaba dolido porque le hicieron trampa, le quisieron cambiar a sus colaboradores sabiendo que no lo aceptaría. Ya lo habían crucificado por una derrota con River. El tipo se tomó un avión y se refugió en su familia. Nadie se enteró cuándo llegó a Buenos Aires.

Se fue a su casa del sur del Conurbano, volvió a lugares amigos a recuperar la tranquilidad que la trascendencia de Boca le había arrebatado. Cuando retomó su diálogo con la prensa, nunca elevó el tono de sus declaraciones. Miguel había ganado la Libertadores y perdido la Intercontinental contra un gran Milan, había obtenido más puntos que ninguno en la suma de los torneos locales y se tenía que ir de un lugar soñado. Pero jamás dijo nada. Pompilio siempre fue “Pedro”, irse fue para “seguir creciendo”.

A mediados de año, casi va a Independiente. La Comisión Directiva del club le dio el mandato a Julio Comparada para que fuera a hablar con él. Sin embargo, el presidente fue a buscar a Borghi y arregló con el Bichi. Russo rechazó una chance de México y otra de España. Hasta que apareció San Lorenzo. Y ahí se le iluminó la cara, su sonrisa se hizo bien ancha, y los pozos de su cara, más profundos que nunca.

El Ciclón era tentador. Russo recibió el plantel con Placente y D’Alessandro. Armó el equipo y hasta jugó algunos amistosos con ellos como titulares inamovibles. Un día, el presidente Rafael Savino llegó con una mala nueva: “La gente del grupo empresario se lleva a D’Alessandro a Brasil”. A Russo le dieron ganas de revolear todo lo que tenía a mano. “Comprá un reemplazo de jerarquía, Rafa”, le pidió en privado. En público, sólo dijo que “San Lorenzo tiene un plantel con la suficiente categoría como para bancarse la ida de Andrés”. Savino habló con otro de los personajes principales de esta historia de casi medio torneo, Marcelo Tinelli: “Fijate si podemos traer al Lobo Ledesma”, le solicitó. Marcelo dijo que sí, pero Ledesma estaba en Grecia, ganando buen dinero y listo para jugar la Champions.

Lo demás es conocido. Algunos personajes raros que atraía la figura del Pelado Díaz ya no estaban. Con Russo, y sin banalidades para contar como en el ciclo anterior, la prensa estaba distraída. El escenario fue ideal. Las reuniones se hicieron en silencio. Y el Lobo Ledesma –el mejor jugador del actual torneo– llegó. Otro día, como quien no quiere la cosa, Tinelli le dijo a Russo que podía llegar Santiago Solari. “Dale”, se entusiasmó Miguel. Y vino el Indiecito. Y otro día más, llegó el Pitu Barrientos, envuelto en el recuerdo glorioso de un 3-0 en La Boca. Mientras tanto, la permanencia de Bergessio en el club fue festejada como una incorporación más.

Entonces, Ledesma se hizo dueño de la pelota, Orión retomó la seguridad pre Libertadores, Adrián González tuvo la continuidad y la confianza que el Pelado Díaz no le daba, Méndez ya sació su sed de venganza con Falcao y está en condiciones de ser el caudillo que necesitan todos los equipos que aspiran a grandes logros, Aureliano Torres sube para mostrar ambiciones, el Burrito Rivero va y viene como hace ya varios años y el Chaco Torres le pone sudor al señorial fútbol del Lobo. Encima, Solari se está poniendo bien y entrega gemas como el tercer gol a Banfield de hace un par de semanas.

Pero, por sobre todas las cosas, San Lorenzo tiene un menú variado. Russo está eligiendo un ataque con potencia (Bergessio) y sutileza (Silvera), asistidos por un enlace (Barrientos). A veces, el Rayo Menseguez se convierte en el famoso y mundialmente conocido “delantero por afuera” y, entonces, por adentro van Bergessio o Silvera. O Hirsig entra a hacer lo que hace Rivero o Acevedo se ocupa de airear la mitad de la cancha cuando los partidos se hacen demasiado chivos.

Marcelo Tinelli, con menos bullicio que en los tiempos del Pelado Díaz, se está ocupando de juntar unos mangos para traer jugadores y para que San Lorenzo no sufra financieramente esta jerarquización de su plantel. Y, además, decidió ser el encargado del marketing de San Lorenzo. Y si bien es un experto en temas empresarios, el mejor golpe de mercado lo dio bajando el perfil, encerrándose con Russo a pensar y, en silencio, armar un equipo que cada semana da muestras de “ir creciendo”.

Como le gusta a Miguel.