COLUMNISTAS
la agenda de america latina

En búsqueda de consensos

Las últimas noticias sobre América latina van transformando el pesimismo de hace unos meses en un razonable optimismo. Por un lado, se proyecta un crecimiento del orden del 4% para 2010, lo que permitiría reducir parte del aumento del desempleo que tuvimos este año, como así también restablecer la tendencia a la reducción de la pobreza que caracterizó a los cinco años previos.

default
default | Cedoc

L as últimas noticias sobre América latina van transformando el pesimismo de hace unos meses en un razonable optimismo. Por un lado, se proyecta un crecimiento del orden del 4% para 2010, lo que permitiría reducir parte del aumento del desempleo que tuvimos este año, como así también restablecer la tendencia a la reducción de la pobreza que caracterizó a los cinco años previos. Por el otro, la última encuesta de Latinobarómetro muestra que la aprobación de la democracia sigue mejorando. Este resultado es de especial relevancia, dado que se temía que la crisis llevara a un mayor desencanto, algo alarmante en un período de numerosas elecciones en varios países.
Ello implica que, en la medida en que la recuperación internacional sea sostenible –algo que no está asegurado–, habrá más oportunidades para debatir la estrategia de desarrollo de mediano y largo plazo. Para ello, es crucial analizar las características del mundo que tendremos que enfrentar en los próximos años y cuál será su efecto en el ámbito regional.
Temas relevantes serán el ritmo de crecimiento de la economía mundial, los cambios en la gobernabilidad de la globalización, cual será la región con mayor dinamismo, el papel del comercio internacional, las características de la estructura productiva mundial, los sectores más dinámicos, las exigencias y las oportunidades asociados al cambio climático y la lista podría continuar.
Algunos posibles desenlaces a los aspectos planteados, estarían caracterizados por: un menor ritmo de crecimiento de la economía mundial al registrado en los últimos quince años; una mejor regulación de los sistemas financieros; organismos financieros internacionales con mayores recursos y una política algo más amistosa con respecto a los países en desarrollo; Asia en desarrollo seguirá siendo la región más dinámica del mundo, aunque con un mayor dinamismo de su mercado interno que en el pasado reciente; el comercio volverá a ser una fuente dinámica de crecimiento; y seguirá habiendo concentración de la propiedad y deslocalización de la producción, con la consecuente importancia de las cadenas de valor globales en el comercio y la producción.
Las especulaciones respecto de los interrogantes arriba planteados podrían continuar y profundizarse, pero quisiéramos subrayar tres cuestiones que se desprenden de estas breves respuestas.
Habrá precios relativamente altos para las materias primas, más financiamiento de los organismos internacionales para los países en desarrollo y una creciente competencia internacional por una demanda que no crecerá al ritmo de los últimos años. Es decir, la vida no será fácil para los países en desarrollo, pero en América latina, al menos, para los productores de materias primas, habrá una nueva oportunidad. Una oportunidad que durará diez o quince años y que es necesario aprovechar para crear las bases de un crecimiento sostenible. Es cada vez mayor el consenso respecto a que la innovación debe ser central en esa estrategia.
Aunque la innovación va más allá de la tecnología, la relevancia de ésta es innegable. Por ende, es una buena noticia que la nueva revolución tecnológica –bio y nanotecnología, nuevos materiales, difusión y ampliación de oportunidades de las tecnologías de la información y las comunicaciones a los países en desarrollo– atraviese a todos los sectores, pues ello permite lograr fuertes aumentos de la productividad, no sólo en la manufactura, sino también en los sectores primarios y en los servicios.
Que sea posible no significa que sea espontáneo. Necesitamos políticas de largo plazo, una estrategia de país que implique un cambio cultural, no solo porque es necesario lograr ciertos consensos de largo plazo para tener un horizonte predecible, sino porque no puede haber innovación si no somos capaces de mejorar la educación, de ofrecer incentivos para la formación de ingenieros y técnicos, de acercar las empresas a las universidades, de cambiar los incentivos de los investigadores y de mantener las reglas del juego.
Además, no puede haber innovación gravitante si no se focaliza el esfuerzo, porque los recursos son, por el tamaño de las economías, relativamente pequeños para ser relevantes en muchas áreas.
La búsqueda de consensos y el diseño de una estrategia dependen básicamente de nosotros. Lo que hagamos hoy definirá nuestra presencia en el mundo y nuestro bienestar en el primer cuarto de este siglo.

*Director de la Cátedra Raúl Prebisch Universidad de Alcalá (España). Ex secretario ejecutivo de la Cepal.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite