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PUBLICO VS. PRIVADO

Entretenimiento sin fin

En enero de este año Facebook ya contaba con más de 2 mil millones de perfiles. Más de 2 mil millones de ciudadanos produciendo su propia biografía pública.

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Sarkozy-Bruni. Las intimidades presidenciales son noticia. | shutterstock

En enero de este año Facebook ya contaba con más de 2 mil millones de perfiles. Más de 2 mil millones de ciudadanos produciendo su propia biografía pública.

La red se confunde con la comunidad y ha sustituido, semánticamente, a la sociedad. Si en la sociedad existe lo público y lo privado, la red lo convierte en un mismo territorio donde de manera pública se pueden compartir las cosas más íntimas. El psicólogo y psiquiatra francés Serge Tisseron considera que hemos pasado de la “intimidad” a la “extimidad”. El primer síntoma mediático lo aportó el sociólogo Alain Ehrenberg al señalar el posible nacimiento de la última revolución cultural moderna. En un programa de televisión francés en el otoño de 1980 –un antecedente inesperado y significativo del reality show actual– una tal Vivienne, descripta como una “francesa normal y corriente”, confiesa ante millones de espectadores que nunca había experimentado un orgasmo en su vida matrimonial, ya que su marido padecía eyaculación precoz.

Hoy escuchar esto o algo parecido en boca de alguna famosa por relación en un reality es algo habitual. Poco a poco, el límite entre lo público y lo privado se diluyó. Basta con pensar en el relato de la relación del ex presidente Nicolas Sarkozy con la modelo y cantante Carla Bruni o en los affaires de Silvio Berlusconi, muchos de los cuales fueron difundidos por sus agentes de propaganda, o en el del presidente François Hollande con la actriz Julie Gallet para no irnos a las intimidades públicas de Bill Clinton o Carlos de Gales.

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El filósofo Byung-Chul Han opina que estamos en una democracia de espectadores. La transparencia que se les exige a los políticos y que estos ofrecen es todo menos una reivindicación política. Es espectáculo. Mauricio Macri bailando o Elisa Carrió fotografiándose con ruleros.

Todos producen su vida ya que la vida parece no valer nada en el mercado si no hay una producción detrás de ella y una estrategia que la ponga en circulación con un valor determinado. El experimento no parece tan complicado si se advierte que, de manera inconsciente –o inducida, depende–, la transformación de uno mismo comienza en la red mediante una producción espontánea en Facebook.

El crítico y escritor británico Charlie Brooker creó en 2011 la serie Black Mirror. La intención de Brooker es indagar en la evolución del uso patológico de la tecnología digital, de la dependencia cada vez mayor de todos los dispositivos electrónicos. En sitios como Corea del Sur –la observación la apunta Zigmunt Bauman–, la vida gira en torno a los ordenadores, las tabletas y los smartphones, relegando a un segundo plano las relaciones con seres de carne y hueso.

En un episodio de la serie Black Mirror, Tu historia completa, el argumento gira en torno a un artilugio denominado el “grano”, un mecanismo que las personas tienen insertado en el cuello y que manejan con un mando del tamaño de un pendrive. Este dispositivo permite grabar absolutamente todo lo que la mirada ve las veinticuatro horas de todos los días de una vida y, a través del mando, ofrece la opción de visualizar lo vivido, proyectándolo por los ojos sobre cualquier superficie. Así, por ejemplo, el protagonista y su mujer, cuando hacen el amor, ambos, durante el acto, proyectan una relación sexual que han mantenido en el pasado para excitarse: no coinciden en la elección de la misma.

La disolución del secreto como meta es un viaje a ninguna parte ya que el sentido de la revelación es un fin en sí mismo. El caso de Julian Assange y su sitio WikiLeaks, que almacena y difunde los secretos de Estado norteamericanos, es un ejercicio en macro, sobre un país, de cómo opera en el marco del individuo. La transparencia es un requisito del perfil expuesto, del producto que sale en circulación, ya que la demanda exige acceso total e irrestricto para la compra.

Assange sigue en la embajada ecuatoriana de Londres sin poder salir de ella desde 2012 no ya para viajar a Quito sino para hacerse una resonancia magnética. En el balcón de la embajada de Ecuador en el Reino Unido, compareciendo ante la prensa, Assange emula sin quererlo –al contrario que el presidente Macri o la diputada Carrió– a un personaje de un stand-up.

*Escritor y periodista.