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Ernesto Sanz, entre la "esperanza blanca" y el anonimato

Fue el candidato ideal de UCR, pero hoy mide menos que Cobos, Binner y hasta Pino. El dilema: ¿más político o más humano?

Ernesto Sanz es un referente en el radicalismo, pero sigue siendo desconocido para la mayoría de los votantes.
| Télam

En el escenario de la política, Ernesto Sanz es un personaje conocido. Senador por Mendoza desde 2003, dos veces presidente de su partido, candidato a Vicegobernador, intendente de San Rafael, Senador Provincial, Presidente de la Juventud Radical de su distrito cuando joven. Tiene currículum. Ahora intenta, por segunda vez, ponerse en carrera para alcanzar la presidencia de la nación. Si hubiera que hacer un traje para el puesto, más de uno le tomaría las medidas a Ernesto. Hay quienes lo vienen llamando “white hope” desde allá por el 2011, la “esperanza blanca” del no-peronismo. Pregúntele a un radical y sin dudarlo le dirá lo buen radical que es.

Sin embargo, más allá de quienes están atentos al día a día de la política, es prácticamente un desconocido. En encuestas recientes, entre los candidatos del Frente Amplio UNEN, tiene menos intención de voto que Pino Solanas, adjudicándose el último lugar.

Llama la atención que esté tan bajo alguien que la Revista Veintitrés describió recientemente como, “... un excelente orador con amplia experiencia parlamentaria y, en ambos rubros, le saca amplia ventaja a su adversario en la interna radical”, comparándolo con Julio Cobos. En la encuesta de Poliarquía a la que se hace referencia, Cobos mira desde varios escalones por encima a Sanz.

Esta realidad lleva a la pregunta, cómo alguien que se ganó el mote de esperanza blanca, con 11 años de Senador Nacional en sus espaldas y una buena cantidad de minutos de exposición en los medios, no puede hacer pie en la mente del votante. Hay, seguramente, razones en la estrategia de comunicación, pero quizás haya que buscar ideas para una definición por otro lado. El problema de Ernesto Sanz es el Valle Inquietante en el que está perdido hace años.

El Valle InquietantePara entender qué pasa con Ernesto Sanz se puede recurrir a la robótica. No porque Ernesto sea un androide, cualquiera que haya escuchado la última entrevista con Gustavo Noriega, contando anécdotas con su padre o apelando a su Riquelmismo, no lo vería así.

Aunque podría calificarse de un fenómeno nuevo, buscando referencias, no se trataría del primer político pérdido en este Valle. Utilizando éstas experiencias de búsqueda previas, hay puntos clave que permiten trasladar el fenómeno de las observaciones en robótica a la política..

En 1970, el experto en robótica Masahiro Mori identificó una reacción entre quienes observaban sus creaciones. A medida que un objeto adquiría propiedades cercanas a las humanas, las personas respondían de manera más positiva. Menos antropomórfico, menos empatía. A partir de esta premisa, se comenzó a trabajar en llevar a los robots hacia una similitud con los humanos.

Pero, a medida que se fue alcanzando el objetivo, la mente humana, no pudiendo discernir si es una máquina o un igual, comenzó a interpretar el avanzado comportamiento en términos humanos, produciendo sentimientos que se acercan a la ansiedad y la repulsión. Cuando un robot inspira estos sentimientos ha caído en el Uncanny Valley (Valle Inquietante), definió Masahiro Mori. A partir de esa observación, desarrolló de un gráfico conceptual que muestra nuestra capacidad empática. 

A la izquierda se encuentran los objetos que no se parecen en nada a los humanos; no generan empatía alguna. A la derecha se encontrarían los humanos, con quienes nos identificamos. En el medio, objetos o personajes que reflejan actitudes o aptitudes humanas generando distinto grado de empatía. Los objetos que caen en el “Valle” nos recuerdan a algo humano, nos invitan a empatizar como lo haríamos con un par, pero imperfecciones en la ilusión crean una disociación que nos hace sentir incómodos.

Esta reflexión se hizo sobre Mitt Romney en el año 2012. Se identificaba un “Valle Inquietante Político”. Y en ese Valle también parecería encontrarse Sanz.

No hay duda que Sanz es un político. Es tan parecido a cierto modelo imaginario colectivo de lo que un político debería ser que, quienes miran y analizan a la política, le pusieron el apodo de “white hope”. Sin embargo, cuando tiene que trasladar esa imagen al público se produce un leve cortocircuito; leve, pero suficiente para generar un tipo de ruido que lo enmascara y vuelve invisible.

¿Es tan distinto a Julio Cobos, su adversario dentro del radicalismo? Tomando como referencia el libro “Cuidado con Cobos”, se observan paralelismos, pero la noche del voto no positivo parece haberlo liberado de la maldición del Valle.

¿Se puede salir del Valle Inquietante? Mitt Romney salió airoso de él. Es cierto que después perdió las elecciones generales, pero logró conectar con gran parte del electorado Republicano. Si se toma esto en cuenta, Ernesto, hay esperanzas.

Hoy por hoy, Sanz parece demasiado hecho a medida de lo que una parte del electorado, su potencial electorado, busca. Para salir del Valle deberá hallar su valor agregado. Será clave que identifique si debe humanizar su figura o politizarla aún más. Fue señalado hace poco en las redes sociales que, quizás, lo que le falta es peronizarse un poco; componer un personaje para la campaña más abierto y accesible. Esto me recuerda al Bush del 2000, que se mostraba como si pudiera sentarse a tomar una cerveza con cualquier conciudadano.

La lección que el “Valle Inquietante Político” parece dejar es que no siempre es bueno tratar de mostrar que uno ya es el mejor para el trabajo, sino que es más importante mostrar que uno potencialmente puede serlo. En el tiempo que queda hasta las primarias del 2015, Sanz tendrá que buscar mostrar algo más que solo su currículum si quiere ser elegido candidato a presidente.

(*) Politólogo, Posgrado Internacional en Gestión y Política en Cultura y Comunicación, Master en Comunicación Política e Institucional.