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el ECONOMISTA DE LA SEMANA

Es fundamental tener un tipo de cambio de equilibrio

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La economía internacional evidencia una crisis estructural y prolongada, quedando expuestas las debilidades de los paradigmas tradicionales y las concepciones ortodoxas.
En este contexto, hay realidades cuya evaluación favorecen el diseño de políticas más efectivas para nuestro país:
1. Las limitaciones de teorías que visualizaban sólo la globalización como generador universal de riqueza. Se evidenciaron los riesgos que la misma origina para la estabilidad mundial
2. La vulnerabilidad de las economías de los países desarrollados, donde sus sistemas productivos y financieros enfrentaron dificultades extremas
3. El fracaso de los organismos internacionales para lograr estabilidad en el funcionamiento de los mercados
4. La necesidad de reformular normas e instituciones de control del sistema bancario en los países desarrollados, que incluso obligaron a una reforma financiera en los EE.UU.
5. Las limitaciones en los procesos de integración como la Unión Europea, con significativos costos sociales por las dificultades de coordinación entre los socios.
6. La fragilidad en la relación económica de las grandes potencias: la crisis internacional no es sólo financiera; existen desequilibrios en materia de comercio de bienes, de productividad, de tipos de cambio y de flujos de inversiones
7. Se potencia la importancia del rol del Estado en la economía
8. Se mantiene una tendencia favorable de los términos de intercambio de los países productores de commodities, aun frente a la caída del nivel de actividad mundial.
En este escenario, y analizando nuestra propia experiencia económica, es vital considerar los fundamentos que garanticen nuestro desarrollo. En primer lugar, hay una serie de conceptos que deben enmarcar las decisiones:

  • Advertir el enorme potencial de Argentina: nuestros objetivos deben ser exigentes ya que tenemos recursos naturales, capacidad en los trabajadores y emprendedores, tamaño de mercado interno, potencialidad de nuestros sectores económicos y muy favorables términos de intercambio.
  • La lógica de las decisiones económicas debe priorizar el crecimiento, única manera de lograr la fortaleza macroeconómica, dejando de lado las teorías del riesgo país que señalan que el esquema se consolida a partir de la fortaleza fiscal.
  • Nuestro país requiere la evolución conjunta de todos los sectores. No existen antinomias sectoriales sino, por el contrario, tenemos las condiciones para un desarrollo equilibrado.
  • El mercado interno es el motor del crecimiento y, al mismo tiempo, favorece la dinámica de las exportaciones con valor agregado.
  • Para el logro de estos objetivos, se requieren medidas específicas:
  •  Es central para el éxito de la política económica la adopción de una paridad cambiaria de equilibrio que garantice competitividad, dinamismo de los sectores productivos, fortaleza del mercado interno y creación de empleo. En ese sentido, es claro que la etapa económica iniciada tras la salida de la convertibilidad se ha regido con principios más efectivos que en la década del 90, caracterizada por el atraso y rigidez cambiaria.
  • Asimismo, hay que resguardar la flexibilidad cambiaria y las políticas de intervención por parte del BCRA. Mientras los organismos internacionales no tengan políticas de apoyo al desarrollo, es necesaria una política de acumulación de reservas para garantizar fortaleza macroeconómica.
  • Un sistema financiero en moneda local favorece el comportamiento del conjunto de la economía y, por este motivo, hay que preservar la desdolarización del sistema financiero.
  • Favorecer la creación de un banco de desarrollo (que no se financie con recursos de la Anses) y fortalecer los sistemas de garantías. Es el mecanismo idóneo para fomentar el financiamiento en moneda local, a largo plazo y tasas competitivas.
  • El Estado debe tener un rol activo y eso genera desafíos en materia de eficiencia en las regulaciones. El desarrollo industrial requiere un Estado cada vez más eficiente, y para ello hay que evitar intervenciones arbitrarias, carentes de reglas sistémicas, universales y explícitas.
  • Valorar el superávit fiscal, con un criterio contracíclico. En períodos de expansión, se debe preservar el objetivo de lograr niveles de superávit fiscal significativos y en momentos  de crisis tener margen para políticas más expansivas.
  • Resguardar el superávit comercial, de esta manera, debe ser el objetivo central: que las políticas tiendan a generar el mayor nivel de competitividad de la economía.
  • Necesidad de priorizar la estabilidad de precios, advirtiendo los graves perjuicios que generan elevados y crónicos niveles inflacionarios. Si la inflación se ataca con políticas restrictivas, se daña al conjunto. El desafío es lograr niveles de estabilidad manteniendo políticas de crecimiento. Para ello se requiere:

a) Efectividad en las políticas sectoriales.
b) Políticas adecuadas frente a sectores concentrados con capacidad de formación de precios y medidas para potenciar la competencia de los mercados.
c) Acentuar la previsibilidad, la consistencia macroeconómica y la permanencia de las reglas de juego.
d) Políticas e incentivos para favorecer el incremento de la inversión.

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  • Revalorizar el Mercosur: la asociación con los países del Mercosur es una política de Estado. La integración es un objetivo mucho más profundo que eliminar aranceles o lograr monedas únicas. Implica políticas sectoriales de integración, eliminar asimetrías o compensarlas con políticas activas para inducir el desarrollo de todos los países socios.
  • Política comercial: es central el rol del Estado resguardando el mercado interno y promoviendo exportaciones. El resguardo del mercado interno debe priorizar a los sectores mano de obra intensiva y dinámica en inversión, sancionando comportamientos especulativos de rentabilidad de corto plazo.
  • La mejora de la distribución del ingreso exige lograr simultáneamente:

a) Una economía que funcione generando empleo y crecimiento salarial.
b) Políticas que permitan lograr recursos fiscales para medidas de shock que aceleren la mejora de la distribución (ej.: asignación universal).
c) Una efectiva política antiinflacionaria, que preserve el salario real y los ingresos de los sectores más postergados.
d) Políticas de capacitación y formación que favorezcan la movilidad social.
Los desafíos presentes de la Argentina tienen como atractivo un horizonte potencial que permite proyectar un fuerte crecimiento con mejoras sustanciales de la distribución del ingreso y de todos los indicadores sociales.