COLUMNISTAS
UN PAIS EN SERIO

Es la lapicera, estúpide

En manos de Marcos y de Máximo no llega a causar destrucción masiva, pero deja un tendal de heridos. Tinta a rosca.

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 —Bueno, ya está –dice Moira, mi secretaria, que deja un par de invitaciones y gacetillas sobre el escritorio de mi oficina.

 —¿Qué cosa ya está? –pregunto, levantando la cabeza y perdiendo la poca concentración que había logrado para escribir mi columna política.

 —Ya está, arrancó la campaña –responde Moira–. Se terminó la incertidumbre, se cerraron las listas, se acabó la rosca.

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 —¡Eso nunca! –grita Carla, mi asesora de imagen, que entra apurada en mi oficina, con la vista clavada en su iPad–. La rosca no tiene fin, nunca se termina.

 —¿Es como una rosca de Moebius? –pregunta Moira.

 —Algo así –responde Carla–. Lo que pasa es que va cambiando, tomando distintas formas. Y ahora la rosca viene en grande.

 —¿En grande? –pregunto–. ¿Y lo que pasó hasta ahora qué fue? ¿Chiquito?

 —Nimiedades –responde Carla–. Pequeñeces insignificantes. Eso no existe.

 —¿Vos decís? –se sorprende Moira, que me entrega una invitación para una charla de José Luis Espert en una universidad privada–. Mirá que por poco tiene que intervenir la ONU por el uso de armas de destrucción masiva.

 —¿La ONU? –pregunto, algo perplejo–. ¿Armas de destrucción masiva? ¿De qué estás hablando? ¿Napalm? ¿Armas químicas?

 —Mucho peor que eso –responde Moira–. Hablo de armas de destrucción masiva de verdad. Como las lapiceras de Marcos y Máximo.

 —Dos poderosas maquinarias de fabricar heridos –agrega Carla–. Dejaron un tendal. Y sacaron a varios y a varias de la cancha. Decí que esto es política y esto es la Argentina, así que siempre se puede volver.

 —Pero decías que ahora empezaba la rosca de verdad…

 —Obvio, ahora que se acabaron las lapiceras empezó la rosca a gran escala –explica Moira.

 —Eso es cierto –confirma Carla–. En el Gobierno buscan un amplio respaldo internacional y por eso Macri se saca fotos junto a grandes personalidades de la política mundial, como Donald Trump, Jair Bolsonaro o Amalia Granata.

 —Me agarró nostalgia de cuando tuvimos al G20 acá en Buenos Aires –dice Moira–. ¿Por qué tenían que hacerlo en Japón?

"Presidente, puesto menor"

 —Bueno, tampoco es para sorprenderse –respondo–. Japón es un país serio. Si no lo fuera, jamás lo dejarían participar de la Copa América.

Carla y Moira me miran con una mezcla de odio y resignación. Y aunque no dicen nada me imagino que deben estar pensando algo que bien podría combinar las palabras “idiota”, “imbécil” y “machirulo”.

 —Antes de que me puteen, les cuento que la selección argentina de fútbol masculino está muy deconstruida y está haciendo un gran trabajo para erradicar el machismo del fútbol.

—¡No jodas! –dice Moira.

—En serio –insisto–. ¿Vos te creés que a Scaloni le gusta jugar así de mal? ¿Vos te pensás que Messi no sabe que puede jugar muchísimo mejor?

—¿Vos decís que lo hacen a propósito? –pregunta Carla.

—Por supuesto. Lo hacen para que tenga más protagonismo el Mundial de fútbol femenino. Poner a Scaloni al frente de la selección masculina fue una jugada maestra del Chiqui Tapia. Que llamó a Scaloni porque Rita Segato le dijo que prefería no agarrar la Selección por el momento.

—¿Vos no tenés que escribir una columna política? –pregunta Carla–. ¿O andás con tiempo para boludear?

—Tendrías que escribir algo sobre la economía, ¿no? –agrega Moira–. ¿Por qué ya no se habla de economía?

—Debe ser porque anda fenómeno. Ah, no, pará…

—Obviamente, la economía ya no le importa a nadie –dice Carla–. ¿A quién puede importarle saber si tiene o no plata en el bolsillo cuando hay temas mucho más apasionantes sobre los que charlar, como las giras de Pichetto, los tuits de Cristina y Macri, o el hijo drag queen de Alberto Fernández?

—O la edad de Ofelia Fernández, que con su apellido se suma a la fernandezmanía –agrega Moira.

—¿Cómo va a ser candidata una piba de 19 años? –continúa Carla–. Habiendo gente capacitada como Patricia Bullrich o Elisa Carrió…

—¿Y qué quedó de aquello de “es la economía, estúpido”? –pregunto–. ¿Ya no es más la economía?

—Ahora sale más la rosca y, sobre todo, la lapicera –dice Moira.

—O sea que la economía…

—Ya fue –concluye Carla–. Es la lapicera, estúpido. O estúpida. O estúpide. Pero la lapicera.