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¿Es usted un idiota útil?

Cualquier persona con un celular en la mano puede convertirse en uno de ellos.

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Masivo. Circulan mensajes mal escritos, no aportan ninguna prueba y anónimos. | Shutterstock

El 79% de la población argentina tiene acceso a internet y el 83% de ese total pasa un promedio de entre cuatro y ocho horas conectado a través de sus dispositivos (datos del Observatorio de Internet en Argentina). Es posible que esa población haya recibido, enviado y reenviado más mensajes de todo tipo, en especial mails y WhatsApp, en las últimas semanas que en toda su vida de internauta. Y es posible también que nunca tanta basura, tanto virus mental, tanta intolerancia, tanto prejuicio, tanta mentira, tanta manipulación y tanta inmoralidad hayan circulado por esos medios.

Cuando esas cloacas digitales se abren, salen de ellas mensajes que empiezan usualmente así: “Se sabe que a Santiago Maldonado lo tienen en…”, “mañana informarán que el ADN del tipo que acuchilló el puestero es de Maldonado”, “la hija de una amiga vio cuando a los que fueron a la marcha les entregaban sobres con 4 mil pesos”, “el padre de un compañero de un hijo de un amigo conoce a un periodista que le mostró las pruebas de que el Gobierno dio orden de ocultar el cadáver de Maldonado”, “radio Singapur tiene un audio en el que se escucha cómo torturan a Santiago y lo dará a conocer hoy a la medianoche”. Son apenas unas muestras de la bazofia circulante. Otras cuentan vicios y delitos de candidatos tanto oficialistas como opositores. O infectan las redes con todo tipo de falsedad. O invitan a “cacerolazos cibernéticos”.

Estos mensajes terminan con invocaciones del tipo: “Pasalo a todos tus contactos para que seamos miles”. Escritos por mercenarios de ambos bandos (llamarlos trolls sería un elogio), exhiben algo en común. Están pésimamente redactados, tienen un estilo uniforme, son anónimos y cobardes, no aportan una sola prueba ni una fuente real. Sus autores posiblemente sean reclutados entre ese 51% de la población adulta (de 18 años en adelante) que ni comprende los textos que lee ni puede componer uno que tenga una mínima muestra de sintaxis. En la era de la “posverdad” (manera rebuscada de llamar a la mentira), estas operaciones encuentran abundantes fisuras por donde colarse y emponzoñar la atmósfera social, con auspicio oficial, opositor y otros de oscuro origen.

Pero hay algo más grave que estos actos goebbelianos (Joseph Goebbels, el ministro de Información de Hitler, podría aportar mucho a esta sombría práctica). Lo peor es comprobar que personas de esas que llamamos “pensantes”, “inteligentes”, “informadas”, “sensatas”, de buen nivel intelectual y educativo, se convierten de manera voluntaria en portadores y diseminadores de toda esta porquería. En lo personal, diariamente tengo la desagradable y decepcionante evidencia de esta afirmación. Amigos y conocidos, a quienes ya les he pedido que me priven de tanta “información”, no cesan de recibir y “viralizar” mensajes de este tipo. No chequean el origen, no releen para advertir lo insostenible y delirante de lo que está escrito en ellos. No piden disculpas cuando la mentira queda a la luz. No suman dos más dos. Cada reenvío es una nueva palada que ahonda la grieta, o las múltiples grietas que cuartean a la sociedad argentina, fragmentándola de modo casi irreversible y alejándola de cualquier proyecto de convivencia o destino compartible.

Algunos historiadores atribuyen a Lenin (uno de los padres de la URSS) la paternidad del concepto “idiotas útiles”. Se aplicaba a los occidentales que visitaban Moscú y eran abducidos para luego diseminar propaganda soviética en sus países. Hoy la URSS no existe, pero los “idiotas útiles” se reproducen por millares y son manipulados al servicio de diversos intereses (Donald Trump les debe mucho de su triunfo, el “periodismo militante”, la Justicia, el mundillo intelectual y el de la farándula y el espectáculo los cosecharon aquí en la última década, y hoy los hay oficialistas). Cualquier persona con un celular en la mano puede convertirse en uno de ellos. Esto es muy peligroso en una sociedad negadora de sus propios rasgos intolerantes, xenófobos y violentos, donde quien se cree muy informado puede ser solamente un idiota útil.

*Periodista y escritor.