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Espectacular

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Fantasmas muy tangibles gozan de buena salud. Una vez más, la agenda se empapa de los hedores del mal, persistente, tenaz, irreductible. No importa que hayan sido sólo dos docenas los trogloditas que se metieron en la Catedral para impugnar una ceremonia ecuménica con judíos. Eran patéticamente pocos, pero el diario La Nación los describió piadosamente como “ultracatólicos”, curiosa manera de denominar a nazis explícitamente marginados de la Iglesia. En la misma semana en la que se cuestionaba que la Iglesia recordara con unción el 75º aniversario de la trágica noche de los cristales rotos (Kristallnacht), un concierto de hipocresías clamorosas vociferaba lastimeramente porque cerca de Mauricio Macri alguien dijo que Hitler fue “espectacular”. Hipocresía desaforada: en más de diez años en el poder, el kirchnerismo jamás impugnó el antisemitismo explícito y vulgar de Luis D’Elía, que en la noche del 27 de octubre ocupaba su lugar en el palco de celebridades oficiales que festejaban haberse convertido en minoría, junto a Daniel Filmus y Héctor Timerman, entre otros. Entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938 se produce la “noche de los cristales rotos” cuando pandillas armadas del nacional-socialismo germano salen a las calles de Berlín y otras ciudades alemanas para incendiar y saquear centenares de negocios y casas de judíos, además de sinagogas. Fue el bautismo de fuego de la “solución final” de la Alemania nazi para exterminar a los judíos.

Tras siglos de empecinarse en calificar de deicida al pueblo judío, el mundo católico inició su peregrinaje rumbo a la rectificación. Hace apenas cinco décadas que el Concilio Vaticano repudió la larga noche de la judeofobia cristiana y, tras los papados de Juan XXIII, Paulo VI, los dos Juan Pablo y Benedicto, la convergencia ecuménica es un valor adquirido, potenciado ahora por Francisco, entusiasta paladín de la empatía con los judíos, a quienes describe como “nuestros hermanos mayores”.

Francisco pidió recordar de manera explícita en la sede eclesial del catolicismo argentino aquella jornada siniestra del gangsterismo nazi que prologó la tenebrosa noche del Holocausto. ¿“Ultracatólicos”? Que un diario editorialmente católico como La Nación haya sacralizado de ese modo a la banda que fue a la Catedral a impugnar la presencia de judíos es una gruesa y aviesa afrenta. ¿Estos “ultra” católicos serían más católicos que los católicos de a pie? No hay sorpresa en la benevolencia de La Nación, cuyas páginas están abiertas a negacionistas irredentos para quienes el Holocausto no existió o, en todo caso, ha sido “exagerado” por los judíos. Mientras que el penoso espectáculo de la impugnación del papa Francisco ganaba notoriedad, el artesano electoral ecuatoriano Jaime Duran Barba, un afanoso confeccionista de encuestas con aspiraciones de pensador, dijo ante micrófonos desprolijamente empuñados que Hitler había sido “espectacular”.

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Los totalitarismos del siglo XX trabajaron minuciosamente su propaganda de masas con espectáculos populares grandiosos para perpetuar su mesianismo demencial. Al igual, pero mucho más que Mussolini, Hitler armó su popularidad avasalladora sobre la base de colosales espectáculos de música, desfiles militares y un clima de imponencia apocalíptica. Por eso, Hitler y los nazis amaban a Wagner, que, además de ser muy talentoso, fue un terrible antisemita. En su más de una década en el poder, el Führer fue paradigma de la política espectáculo. ¿Quién si no Hitler se valió del cine de Leni Riefenstahl para darle categoría canónica a la épica nazi con una película como El triunfo de la voluntad? Sin embargo, rápidos para los mandados, hubo inmediatas e hipócritas denuncias a Duran al sólo efecto de herirlo a Macri, quien debería ser más serio y riguroso para contratar personal. Desde 6,7,8, el Inadi, e incluso la DAIA, se denunció el supuesto antisemitismo del asesor de Macri. Con D’Elía todo bien, pero el ecuatoriano se convirtió de pronto en Himmler.

La izquierda hipócrita prefiere olvidar que, el 1º de diciembre de 1952, Iósif Stalin denunció un “complot” de los médicos judíos: “Todo sionista es agente del espionaje estadounidense. Los nacionalistas judíos piensan que su nación fue salvada por los Estados Unidos, allá donde ellos pueden hacerse ricos y burgueses. Piensan los judíos que tienen una deuda con los estadounidenses. Entre los médicos, hay numerosos sionistas”. El 13 de enero de 1953, Pravda (órgano oficial del PC) denunció una “conspiración de burgueses sionistas” organizada por el Congreso Judío Mundial y financiada por la CIA estadounidense, bajo dirección de once médicos (siete de ellos judíos), para asesinar a importantes miembros del partido. La noche del 12 al 13 de agosto de 1952, Stalin ejecutó en los sótanos de la prisión de Lubianka en Moscú a trece intelectuales judíos, máximos exponentes de la literatura idish de la URSS, detenidos desde 1946. Los ejecutados fueron, entre otros, Peretz Markish, David Bergelson, Itzik Fefer, Leib Kvitko, David Hofstein, Benjamin Zuskin, Solomon Lozovsky y Boris Shimeliovich.

La semana pasada, El País de Madrid le preguntó a Zubin Mehta, director de la Orquesta Filarmónica de Israel, qué opinaba del Papa. Mehta respondió: “Es aire fresco, no es ningún aristócrata”. ¿Y la Argentina? “Espero que eso incida en su país también, porque la Argentina está hecha un desastre. Los adoro, acabo de ir, pero es un desastre. No como Perú, o Brasil, o Chile”.