COLUMNISTAS
AÑO BISAGRA

Esperar y ver

Expectativa por cómo la sociedad y su voto definirán el futuro oficial y el propio.

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RUMBO A LAS URNAS. | temes

Con cara de preocupación, uno de los principales banqueros de la City porteña confesó: “Enero no fue lo que esperaba: no veo señales claras de recuperación”. La elección está a la vuelta de la esquina y todavía suenan los ecos de quienes avizoraban abundantes síntomas de crecimiento en el segundo semestre de 2016. Hasta los observadores más cautos admiten que este año habrá un rebote, pero no existe consenso respecto de su intensidad. Algunos consideran que sólo se compensará la caída del año pasado (alrededor de 2,5 puntos del PBI), mientras que los más optimistas se aferran al “lateral derecho” (en torno del 4).  

¿Los motores de la recuperación? La cadena agroindustrial sigue siendo la más competitiva y eficiente de la Argentina y, clima mediante, tendrá un papel protagónico, en especial con la cosecha gruesa a partir del otoño. Si la obra pública alcanza momentum (los cambios en el gabinete removieron los obstáculos que inexplicablemente aletargaban la ejecución presupuestaria, incluyendo el envío de fondos a las provincias), la otra clave estará dada por la evolución de los salarios, que cayeron en términos reales durante 2016. Sin embargo, para alcanzar la pauta inflacionaria del 17%, y en un contexto en el que siguen acomodándose los precios relativos (en particular las tarifas de servicios públicos), es un enigma saber hasta qué punto el oficialismo tensará la cuerda con las paritarias.

Mientras tanto, hay buenas noticias por el lado de la inflación y por fin también del empleo (algo dijo Macri el viernes en San Martín de los Andes). Sin embargo, algunos funcionarios temían por el impacto negativo que podía tener el programa Precios Transparentes, en especial en el consumo de electrodomésticos y vestimenta: una idea tal vez buena que resultó mal implementada, peor comunicada, y que no consideró el contexto preelectoral.

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Al margen de algunos negocios especulativos que pueden producir ganancias extraordinarias, la mayoría de los inversores considera que 2018 será crítico. Si al Gobierno le va bien en las elecciones, predomina la idea de que Cambiemos se consolidará, con mejores chances de reelección y un terreno más propicio para profundizar las reformas económicas. Otros, escépticos, miran lo hecho con recelo y prefieren ver hasta qué punto Macri y su equipo están comprometidos en generar un entorno de negocios propicio para disparar un proceso de desarrollo con equidad. Esto requeriría repensar el Estado para aliviar la carga fiscal, mejorar su eficacia y su eficiencia para brindar bienes públicos y, sobre todo, crear las condiciones para incrementar la competitividad garantizando al mismo tiempo la cohesión social.

Si por cuestiones electorales o de-sacuerdos internos, Cambiemos fracasa en satisfacer las expectativas de los mercados, podría generarse una situación muy conflictiva que afecte las chances de reelección en 2019. Pero si las urnas de este año no muestran un ganador claro, o si el Gobierno sufre una derrota, la gobernabilidad será la cuestión clave, en particular respecto de la capacidad de alcanzar acuerdos con sectores de la oposición para navegar el último tramo de la gestión sin grandes sobresaltos.

Los mercados evaluarán si la política argentina está en condiciones de aprovechar una situación de relativo equilibrio entre las principales fuerzas para avanzar, por fin, sobre una agenda de consensos básicos que el Gobierno continúa postergando. Este escenario es idílico, considerando la historia argentina y su enorme cantidad de episodios de confrontación personal, internas, pujas de intereses y problemas de coordinación entre los principales actores políticos, económicos y sociales, derivados del pésimo diseño institucional que sigue teniendo el país y que, a pesar de las promesas de campaña, Cambiemos y el resto del sistema política se niegan a debatir.

Un sesudo analista de un fondo de inversión gigante especulaba esta semana con que “la oposición debería, en ese caso, forzar a Macri a hacer los ajustes que hasta ahora no se implementaron para que pague el costo político y les deje más ordenada la macro si no logra la reelección”. Los inversores buscan entender qué otras cuestiones, al margen de la economía, afectarán las preferencias de los votantes. Los hechos de inseguridad siguen produciendo angustia y todos los ciudadanos reclaman una presencia más firme del Estado. Aunque no se perciba en la sociedad, en este orden también asoman buenas noticias: el Gobierno somete las últimas cifras de homicidios y robos de autos a una auditoría internacional para eliminar dudas sobre la robustez de la metodología utilizada. Por otro lado, el Ministerio de Modernización avanza con programas que, de concretarse, transformarían para siempre la administración pública. Y la Ciudad de Buenos Aires desarrolla un ingenioso y sofisticado algoritmo para distribuir las fuerzas policiales de forma tal de garantizar su presencia en las zonas de mayor densidad de delitos y maximizar su visibilidad. Atisbos de un Estado inteligente y proactivo, deuda que la Argentina tiene consigo misma y que, tímidamente, parece comenzar a saldarse.

El director de un family office brasileño, obsesionado por el descalabro que generó la corrupción en su país, preguntó si las repercusiones del caso Odebrecht podían generar aquí un terremoto similar al de su país, Perú o Colombia. “¿Cuán sólida es la coalición de gobierno?”. La tentación es contestar “bastante” o “más que lo esperado”. Pero existen tensiones insoslayables por la distribución de espacios de poder y la dinámica de la competencia electoral (como ocurre con el díscolo radicalismo de CABA o la incorporación de figuras del peronismo en la Provincia). ¿Pueden profundizarse por episodios confusos (caso Arribas) o que denoten potenciales conflictos de intereses (el Correo)? Aún no hay indicios, pero los colapsos de la Alianza y del PT sugieren prudencia.

En síntesis. Argentina genera curiosidad, existe apetito por oportunidades de corto plazo, pero con excepción de algunas áreas específicas (energías renovables, algo de real estate), con este tipo de cambio y con las dudas que sigue produciendo nuestro sistema político, entre los principales inversores predomina la idea de “esperar y ver”. Desensillar hasta que aclare, como decía Perón.