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Estado de alerta

Rafaelspregelburd150
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Tuve la mala suerte de tomar un avión a España en un momento poco menos que histórico. Mi vuelo de Aerolíneas es uno de los únicos cuatro que han podido aterrizar en Barcelona. Los controladores aéreos, en agudo conflicto sindical desde hace tiempo, aprovecharon el fin de semana larguísimo para hacer un paro encubierto. Uno tras otro comenzaron a ausentarse aduciendo enfermedad. Zapatero y sus ministros (vigilados por la mirada ciclópea de Europa, que aún rescata a Irlanda) se reunieron a las tres de la mañana, mientras yo me aburría en la terminal vieja de Ezeiza, y decretaron una especie de estado de sitio, que aquí se llama estado de alerta. Sacaron el ejército a la calle y obligaron a los controladores aéreos a punta de pistola a bajar los aviones del confuso cielo ibérico. Los técnicos pasaron a ser personal militar con amenazas de prisión, de multas, de deshonores.
Todo el país convertido en un contrapiquete. Perdidas ya sus vacaciones, la gente aplaudió la enérgica medida con inusitado fervor castrense. Semejante cosa no ocurría desde Franco, pero la comparación es –en estos tiempos muy mixtos– tan odiosa como confusa.
Parece que los controladores aéreos tienen las condiciones de trabajo más envidiables del mundo, pero como se saben una élite con mucho poder (son capaces de paralizar el país) no quieren hacerse cargo de los ajustes que España viene a intentar para obtener el visto bueno de Europa.

Las imágenes son variadas y elocuentes. No puedo dejar de recordar las sublevaciones del llamado Campo Argentino, donde también bajo el oportuno disfraz del trabajador oprimido una élite con poder se enfrenta a otra (el Estado) y los más perjudicados son los otros. Nadie devuelve a los pasajeros las vacaciones perdidas. Griterío en el aeropuerto. Si se les daba un fusil, se enrolaban. No sé en qué, pero se enrolaban. Se enrolaron.
Unas vacaciones de fin de semana arruinadísimas para millones de españoles. Pérdidas cuantiosas en todos los sectores. Y aun así, no me cuesta mucho ponerme a pensar algunos motivos más urgentes para imaginar un estado de alerta.
Pero se dio así, y ahora.