COLUMNISTAS

Etica gorila

Por Jorge Fontevecchia | La empatía existe en el reino animal, y la moral antecede a la civilización. Pero en la política hoy rige la “ética gorila”.

Cristina y Sandra. Presidenta y orangutana del zoo.
| Cedoc Perfil

La creatividad y la originalidad caracterizan a los pueblos jóvenes. Pepe Mujica se convirtió en una celebridad rockera internacional al despenalizar el consumo de marihuana en Uruguay. Y ahora los jueces de la Sala II de la Cámara de Casación Penal sentaron el primer precedente mundial al conceder a un animal el estatus de “sujeto no humano”. Pocos días después de que un tribunal equivalente de Nueva York, la corte de apelaciones de ese estado, hubiera desestimado un pedido similar, aquí se le concedió a la orangutana del zoológico de Buenos Aires, Sandra, un hábeas corpus, la figura legal con la que se ordena liberar a personas privadas ilegítimamente de su libertad y que durante la dictadura fue el único mecanismo de defensa legal de los familiares de los desaparecidos.

El fallo modifica la jurisprudencia internacional, que considera a los animales asimilables al concepto de cosa afectada por el régimen de propiedad privada, y se fundamenta en la “probada capacidad cognitiva” de esa especie para disponer que la orangutana sea trasladada a una reserva animal abierta donde pueda convivir con sus congéneres.

Sin éxito hasta ahora, organizaciones de defensa de los animales en todo el mundo venían intentando que la Justicia de diferentes países aceptara que los grandes simios –orangutanes, gorilas, chimpancés y bonobos– poseen emociones similares a las humanas
Y el más eminente etólogo contemporáneo –a quien la revista Time colocó en la lista de las cien personas más influyentes del mundo, junto al papa Francisco–, el biólogo Frans de Waal, autor en el pasado de libros como El mono que llevamos dentro, acaba de revolucionar la discusión filosófica al sostener que la ética y la moral no provienen de la religión ni son una construcción cultural de los humanos, sino de la naturaleza, exponiendo la tesis en su nuevo libro El bonobo y los diez mandamientos: en búsqueda de la ética entre los primates.

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La ética no es una victoria sobre la naturaleza. Por ejemplo, en pruebas realizadas en el Yerkes Primate Center de Atlanta, Estados Unidos, se comprobó que los bonobos también tienen aversión a la desigualdad: “Realizan de buena gana tareas para obtener rodajas de pepino hasta que ven que otros obtienen uvas, mucho más dulces, como premio. Los comedores de pepino se ponen nerviosos, tiran al suelo sus verduras y se declaran en huelga. Un alimento perfectamente apetecible es rechazado sólo porque un compañero obtiene algo mejor”.

Los biólogos consideran que la bondad evolucionó por sus compensaciones: “Los actos altruistas que son costosos a corto plazo son un beneficio a largo plazo si son devueltos”. La neurociencia mostró que cuando las personas normales ayudan a otros se activan áreas cerebrales asociadas con la recompensa. Hacer el bien hace sentir bien. Lo mismo comprobó Frans de Waal trabajando con primates donde, ante la presencia de crías, incluso las hembras que no habían parido, al acariciarlas, inundaban su torrente sanguíneo y su cerebro con oxitocina, la hormona del amor.

Ya en el siglo XVI Michel de Montaigne escribió sobre la empatía: “La sola visión del dolor ajeno materialmente me duele, y a menudo usurpo las sensaciones de otra persona. Una tos persistente en otro me irrita los pulmones y la garganta”. Hoy se sabe que tenemos neuronas espejo (la ciencia las descubrió primero en los primates) que explican, por ejemplo, el contagio del bostezo.

Para de Frans de Waal, el código moral no viene impuesto desde arriba; la moralidad es ascendente y resulta de la supervivencia en grupo. La bondad humana no es algo que fue introducido por la enseñanza religiosa, sino anterior a ella: “La moralidad antecede a las civilizaciones actuales en por lo menos cien mil años”.

Dostoievski le hacía decir a su Iván Karamazov: “Si no hay Dios, ¡soy libre de violar a mi vecina!”. Lo que podría traducirse en que si no hay un orden en el universo, algún ser superior o alguna fuerza ordenante (el budismo carece de un dios punitivo pero tiene el concepto de karma, que hace pagar las culpas), ¿quién determina, entonces, lo que está bien y lo que está mal?

Parafraseando a Karamazov, se podría decir que si no existe un orden republicano y la Constitución y la división de poderes son continuamente violadas, el kirchnerismo miente sin pudores y utiliza sus medios de comunicación para realizar campañas de estigmatización de quienes les son infuncionales, entonces los medios de comunicación atacados podrían comportarse igual ante el kirchnerismo con justificaciones como que “cosechan su siembra” o que se trata de una guerra en la cual se responde en situación de “legítima defensa” y donde no hay ética, ni principio de verdad, sólo utilidad.

Esa “ética gorila” es una metáfora política opuesta a lo que la etología moderna vino a demostrarnos que sucede realmente en el reino animal. “Etica gorila” que fomentó las dictaduras de las últimas décadas. Y que hoy, como es una respuesta inadmisible ante los excesos reales del populismo, las batallas pasaron del plano militar al cultural-simbólico. Pero el riesgo de caer en lo mismo que se combate continúa vigente. La teoría de los dos demonios vale tanto para el plano militar como para el cultural-mediático. Si no hay un mínimo de bondad, de empatía, de ver al otro como un semejante y no sólo como un enemigo mortal, por más que él se comporte así, no habrá salida siquiera para quien imponga su fuerza: el victimario será también víctima de su propia falta de medida.

Además, se recrea el ciclo, porque si en el último año de cualquier gobernante le llueven insistentemente denuncias de todo tipo, se les dará excusa a futuros presidentes para volver a buscar la suma del poder público y modificar la Constitución para perpetuarse en el poder y/o aplicar todas las medidas de terror y disciplinamiento a posibles adversarios bajo la justificación de que nadie sobrevive a la “lógica del pato rengo”.

No seamos miembros de un club donde se crea que lo único que se puede hacer es ganar o perder. Tampoco tratemos de brillar en la discusión más que en la búsqueda de la verdad. En síntesis: no avancemos de funeral en funeral.