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UN PAIS EN SERIO

Exceso de ironía

Brasil o el procesamiento de CFK no son problemas: el amor es más fuerte.

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“Querida Ceci Pando:

El otro día me crucé con vos en el programa de Doman y debo confesar que te mentí. El amor que siento por vos no es cosa del pasado, aún continúa en el presente. Sigo perdidamente enamorado de vos, sigo soñando con vos, tengo fantasías sexuales con vos. La última vez te imaginé vestida con una tanga camuflada, casco rosa y dos pezoneras con el Escudo Nacional como único atuendo. ‘Vení, juguemos a la guerra antisubversiva’, me decías. No puedo más de la excitación. Necesito verte a solas. Huyamos, vámonos a algún lugar donde podamos vivir nuestro amor libremente y sin prejuicios. Y cuando digo lejos es lejos: no a Campo de Mayo, no a una Base Aérea. Lo sé, ambos estamos en pareja. Por eso necesito huir, olvidar todo. Lo siento por tu marido, el mayor Mercado, un hombre que me cae bien, con el que me identifico, porque es un pollerudo como yo. Son pocos los oficiales del Ejército argentino que se atreven a estar con una mujer tan fuerte, tan luminosa, tan sensual como vos. Una mujer independiente que no usa su apellido de casada, que sigue usando su apellido de soltera. Pero no me importa el mayor, no me importa el qué dirán, no me importa que tengamos que abandonar parejas e hijos. Alguien se apropiará de esos niños, seguro, si nosotros nos vamos. Porque la idea es huir. La gente dirá de nosotros: ‘no están ni vivos ni muertos, están desaparecidos’. Y nosotros podremos vivir con la lujuria y el desprejuicio que este amor amerita. Ceci, mi amor, te pido por favor que…”
De repente entra Carla a mi oficina.

—Hola, ¿qué hacías? –pregunta mientras se quita el abrigo.
—Eh, nada, yo… escribía –respondo balbuceante mientras cierro rápidamente la netbook.
—Sí, veo que escribías, pero, ¿qué? –insiste Carla–. No me digas que ya empezaste con la columna de PERFIL del domingo…
—Eh… sí. Justamente, estaba escribiendo mi… bueno, adelantando un poco el material de mi… eh… columna de PERFIL, sí…
—Qué te pasa? –pregunta Carla–. Te noto raro. ¿Por qué no me mostrás un poco qué escribiste? Me imagino que pusiste algo sobre Brasil…
—¿Brasil? ¿Qué pasó en Brasil?
—¿Vos me estás jodiendo? ¿Qué clase de columna política estás escribiendo?
—Una columna sobre la política argentina, como siempre –respondo–. ¿Qué tiene que ver Brasil en todo esto?
—No, claro, tenés razón: lo que pase en Brasil no importa demasiado en la Argentina. Apenas echaron a la presidenta constitucional, hubo un golpe institucional, cosas de todos los días. ¿Y sobre qué escribiste? ¿Qué pusiste sobre los aumentos de precios?
—Todavía nada.
—¿Y sobre las movilizaciones sindicales?
—Nada.
—¿Y sobre la marcha de los universitarios? Se movilizaron unas 100 mil personas en Buenos Aires para pedir más presupuesto para las universidades, fue impresionante. ¿Pusiste algo?
—No.
—Bueno, está bien, en ese sentido estás igual que Clarín. Me imagino, entonces, que te habrás ocupado de los temas que realmente le importan a la gente: el despido de Daniel Osvaldo de Boca por fumar en el vestuario, por ejemplo.
—Ese es un tema interesante, sí… pero no puse nada de eso.
—Claro, seguramente te habrás ocupado de Lázaro Báez, supuesto testaferro de los Kirchner, y de su nuevo socio, Calcaterra, supuesto testaferro de Macri…
—No, tampoco.
—Otra vez igual que Clarín. Bien, veo que andás bien encaminado si querés hacer periodismo independiente. Seguramente habrás puesto algo de Precios Claros…
—¿Qué es Precios Claros?
—Un programa que lanzó el Gobierno para ofrecerle a la población los precios más convenientes, frente a los aumentos –me explica Carla.
—¿Pero eso no se llamaba Precios Cuidados? –pregunto, sorprendido.
—Nada que ver. No vas a comparar un programa populista y autoritario como Precios Cuidados con uno republicano y dialoguista como Precios Claros. Lo mismo que Zamba.
—¿Qué pasó con Zamba?
—Ya fue Zamba: ahora la nueva mascota educativa de los niños se va a llamar Chacarera. Otra cosa, nada que ver… Pero volvamos a tu columna. Me imagino que habrás puesto algo sobre Margarita Barrientos…
—No, ¿por qué? ¿Qué pasó?
—El Papa no la quiso recibir y ella dice que es porque es macrista.
—¿Pero el Papa no le había contestado una carta a Leuco el año pasado?
—Sí, pero ahora el Papa es ultra K, para el oficialismo. Para el Gobierno en el ranking de ultrakirchneristas vienen primero Máximo Kirchner, después Sabbatella y después el Papa.
—Claro, esos serían los enemigos…
—No, nada que ver: esos son los amigos.
—¿Cómo los amigos? –pregunto, sorprendido–. ¡Si el Gobierno odia a los K!
—¡Pero los necesita! –exclama Carla–. ¡Se necesitan mutuamente! Este gobierno necesita tanto al kirchnerismo como oposición, como el kirchnerismo necesitaba antes al macrismo como oposición. ¿Todavía no te diste cuenta de eso? A ver, ¿qué escribiste sobre el procesamiento de Cristina?
—¿La procesaron?
—¿No te enteraste? –grita Carla–. ¿Pero qué clase de periodista sos? ¡La procesó Bonadio por el dólar futuro!
—¿Y qué hizo Cristina?
—En el kirchnerismo lanzaron dos respuestas: una política y otra judicial.
—¿La política cuál sería?
—No fue magia.
—¿Y la judicial?
—No fue mafia.
—¿Y el Gobierno?
—Feliz, porque sigue gobernando tranquilo, con el PJ dividido, a pesar de la inflación, los despidos, el descontento social y todo lo que va a cambiar en el segundo semestre, donde todo va a ser maravilloso.
—Qué bueno, debería agregar todo eso a mi columna.
—Hablando de tu columna… no entiendo, yo entré y estabas escribiendo, pero no pusiste nada de lo que pasó en la semana política. ¿Qué es lo que estabas escribiendo, entonces?
—Una declaración de amor.
—¿Qué? ¿Vos me estás jodiendo?
—No, le estaba declarando mi amor a Ceci Pando. Me parece que ésa va a ser mi columna política esta semana.
—¿Vos me estás cargando? Va a parecer que estás ironizando. Y sabés muy bien que eso está mal. ¿O pretendés que te sigan condenando por exceso de ironía, como hizo la jueza Susana Nóvile en su fallo contra la revista Barcelona?
—Lo mío no es ironía: es amor.
—Mucho peor –dice Carla.
—No, ¿cómo peor? La jueza dice que lo que ofende es el exceso de ironía, no el exceso de amor.
—Sí, pero insisto: la ironía es mucho peor.
—¿Por qué? –pregunto.
—Porque la ironía es mala –concluye Carla–. Pero el amor es más fuerte.